Un Scioli tenso que intentó despegarse de Cristina y a la vez ser un ultra-k

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Más de 30 años de vida democrática con interesantes competencias electorales, para alcanzar este acontecimiento histórico que ha sido presenciar un debate entre dos candidatos con posibilidades de llegar a la Presidencia de la Nación. Habíamos naturalizado lo contrario: la negativa del que va primero y el reclamo de los rezagados.

Sin embargo, el primer elemento a valorar es la disposición de ambos a participar de este ejercicio que, todos esperamos, forme parte de una nueva cultura política en la Argentina.

Pensando entonces en esta primera experiencia, ha estado muy bien. La iniciativa de Argentina Debate y de todas las personas y organizaciones o instituciones vinculadas a la convocatoria y realización, ha tenido los mejores resultados. Algunas cuestiones a corregir o emprolijar no le quitan mérito a lo realizado. Que desde el debate anterior (el que se preparaba para 6 participantes) los canales hubieran instalado su propia compulsa proponiendo más moderadores que candidatos, y que aún en la expresión más discreta de ese desatino hayan quedado ayer 3 periodistas para moderar a 2, no pareció un buen gesto frente a las reglas que se imponían razonablemente a los contendientes. Esto solo para reflexionar respecto de las formas, pero que también nos refleja como sociedad y pone sobre la mesa los intereses que a veces inciden también en las cuestiones de fondo.

Los candidatos estuvieron dentro de lo esperable, en términos generales respetaron las reglas y tuvieron una participación aceptable. Lejos, claro de querer compararlos con debates presidenciales que son infaltables en los procesos electorales de otros países. Si tuviera que expresar un déficit en lo que hace a ambos participantes, creo que les ha faltado mostrar liderazgos, credibilidad en que sus propuestas son verdaderos compromisos a ser cumplidos en caso de ganar.

En el sentido de lo que falta, marco también la propuesta más esperada y no escuchada: qué piensan hacer frente a la corrupción que ha tomado al estado como un botín durante estos últimos años de gobierno. Es imposible en los escasos minutos que el candidato tiene, poder manifestar sus propuestas sobre temas tan diversos y en tanta cantidad como los que implica hacerse cargo de un gobierno: vivienda, salud, transporte, infraestructura, impuestos, trabajadores, jubilados; en fin, la lista sería interminable. Pero en lo personal, creo que los argentinos necesitamos saber que nuestra institucionalidad y el compromiso social del futuro gobierno tomará el tema de la corrupción como una deuda pendiente para atender los costos humanos que este flagelo ha generado y asegurar que hacia el futuro tendremos políticas para prevenir y erradicar, y que quienes han cometido estos delitos tendrán que rendir cuentas ante una justicia independiente que investigará y sancionará de acuerdo a una ley que debe ser aplicada con igualdad a todas las personas. Fue raro que ninguno de los dos, que manifestaron su necesidad de diferenciarse con quienes están hoy en el gobierno, usara la palabra corrupción como calificativo de una de las cuestiones más visibles a cambiar.

Si tuviera que valorar comparativamente ambas intervenciones, creo que a Macri lo ha beneficiado su posición relajada, tanto como a Scioli lo ha perjudicado su estado de tensión. Claro, no es fácil sostener al mismo tiempo una estrategia dual de defensa de su gobierno mientras que intenta diferenciarse o distanciarse. Por esta razón, no llegaba bien al debate el candidato oficialista y la oportunidad no le permitió modificar esa situación.

Las presentaciones volvieron a ser inspiradoras de un voto negativo: "votaré por ... para impedir que gane..." No es un buen ejercicio, menos cuando ello forma parte de la misma estrategia de las fuerzas que compiten, aunque, reconozco, eso rinde en resultados electorales.

Es muy difícil que un debate, -y menos el que tuvimos anoche- sirva para modificar o definir un voto. Pero sí es trascendente que sirva para construir una nueva cultura política: la del dialogo, la confrontación de ideas y el respeto al plurarismo, la convivencia democrática, el acceso a la información. Hemos dado un paso de calidad hacia un estado de derecho más fuerte y una ciudadanía más plena. Aunque claro, lo mejor debería estar pendiente. Además de hacer historia con el debate, los candidatos deberán demostrar luego cuánto nuevo podrán escribir ellos, desde la gestión, para una Argentina que está expectante y esperanzada.