Mohammed Chirani: "Para mí no hay duda: la gente que participó de los ataques conocía los lugares, creció en el barrio"

Francés, hijo de argelinos y musulmán, milita por la integración de estos jóvenes que se ven atraídos por una ideología de odio extremo. "Son bastardos de identidad", dijo a Infobae

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Prevenir ataques de la índole de los del pasado 13 de noviembre en París es muy difícil en sociedades abiertas como las democracias occidentales y en ciudades tan cosmopolitas como la capital de Francia. Además, intervienen factores geopolíticos que a veces van más allá del control de un país en particular. Pero, en opinión de Mohammed Chirani, politólogo, activista y promotor de iniciativas interreligiosas y sociales para contrarrestar el extremismo ideológico que seduce a tantos jóvenes en Francia –y en Europa en general-, hay algo que sí se puede hacer: evitar que se siga secando la pradera para que la chispa de la violencia no logre encender un fuego.

A Chirani, que fue delegado departamental para los barrios sensibles de Seine-Saint-Denis (Gran París), entre 2009 y 2013, se le nota la impronta gaullista que le dejó su padre -un inmigrante argelino, trabajador ferroviario-, en la vocación por la unidad. Como diría Jorge Bergoglio, sabe que el todo es más que la simple suma de las partes. El título de su libro -Reconciliación francesa. Nuestro desafío de vivir juntos-, publicado en 2014, lo dice todo. Alguna vez el diario Le Monde lo llamó "peregrino de la República", por sus iniciativas integradoras.

Nació en Francia en 1977, pero su familia regresó a Argelia poco antes de la guerra civil que asoló a ese país en 1992, una experiencia que lo marcó profundamente y definió su vocación: "Para mí, la reconciliación y el vivir juntos son cuestiones importantes porque vi a Argelia caer en la barbarie y eso fue un gran trauma", dijo en una ocasión.

Regresó a su país y se diplomó en Ciencias Políticas en París. Actualmente anima un proyecto, "Parle-moi d'Islam" (Háblame de Islam) que busca desconstruir los discursos radicalizados que alimentan la violencia y la discordia, confrontando sus afirmaciones con la realidad de los textos del Corán, para lo cual transmiten charlas, testimonios y documentales a través de un canal de Youtube, y en Facebook y Twitter.

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"No tengamos miedo de las palabras; es una 'guerra ideológica' lo que hoy nos enfrenta a los fanáticos decididos. (...) Es una ideología salafista y yihadista que deshumaniza a todos los que no comparten su visión sectaria (...) Las razones de la radicalización violenta son múltiples y complejas -exclusión social, aspectos psicológicos, conflicto internacional, sentimiento de discriminación, búsqueda de sentido-, pero los extremistas recurren sistemáticamente a justificaciones religiosas o teológicas a fin de darle un carácter sagrado a sus reivindicaciones. (...) Nuestro objetivo [es] desconstruir teológicamente las argumentaciones religiosas que utilizan para reclutar a los jóvenes para la radicalización violenta", escribió Mohammed en la presentación de "Parle-moi d'Islam".

En diálogo telefónico con Infobae, Chirani se mostró esperanzado de que la sociedad francesa sea lo suficientemente resiliente como para superar esta crisis y que no sea necesaria una catástrofe mayor para que tome conciencia.

—Luego de los ataques terroristas del viernes, usted se manifestó disconforme por lo hecho hasta ahora por las autoridades para enfrentar este problema…

—El gobierno francés siempre tuvo un enfoque "securitario" del riesgo terrorista y de la radicalización. Y cuando digo "securitario" me refiero a que consideraba que había que manejar esto con la prohibición, con el control de los activistas, y se olvidó por completo del aspecto ideológico. El Estado francés es laico, neutro respecto de la religión, las religiones se gobiernan a sí mismas y el Estado no tiene por qué intervenir en cuanto al contenido de la religión; todo ello es perfectamente entendible.

"Tenemos que vérnosla con una ideología radical, salafista, yihadista, que ha prosperado en el terreno"

El problema es que hoy tenemos que vérnosla con una ideología radical, salafista, yihadista, que ha prosperado en el terreno, en los barrios que llamamos "sensibles", habitados mayoritariamente por inmigrantes. Y enfrente tenemos al islam de Francia, tradicional, un islam antiguo, sobrepasado, que es el de nuestros padres, y que ya no tiene influencia o control sobre esos jóvenes. Jóvenes que, para escapar de sus padres, del Estado, del control social o de la religión tradicional que ya no los contiene, han caído en las redes de las ideas más radicales, de la ideología del odio extremo. De hecho hay un vacío y ese vacío es ocupado por ellos.

—¿Cómo se contrarresta eso?

—Yo trabajo en lo que llamo el discurso anti o contra-radical, que tiene muchos aspectos, psicológico, de identidad, emocional, de las familias, está la voz de los arrepentidos; hay muchas formas de difundir una ideología contra-radical. Trabajo en eso especialmente en las redes, Facebook, en Google, dando charlas en las escuelas. Pero lo que pasa hoy es que no se está haciendo gran cosa desde el Estado para instalar este discurso que puede frenar al otro, al del extremismo. El Gobierno recién tomó conciencia en enero de 2015 [matanza en Charlie Hebdo] y hubo un principio de asunción de esto que llamamos contra discurso radical, pero no está aún suficientemente desarrollado, entre otras cosas porque tenemos 10 años de retraso. Yo participo también de una red constituida a nivel de la Comisión Europea que se llama Radicalisation Awareness Network, de hecho elaboré un proyecto de contra-radicalización. Yo soy francés, hijo de inmigrantes argelinos, mi padre era ferroviario.

—¿Por qué actualmente los hijos de inmigrantes no llegan a sentirse franceses y en algunos casos hasta rechazan a Francia?

—No se puede generalizar: la inmensa mayoría de los 6 millones de musulmanes de Francia están integrados. Se habla del tren que no funciona pero no del que llega a horario. Está lleno de profesionales, médicos, periodistas, empleados públicos, que son de origen magrebí. Incluso el seleccionado de fútbol francés es en su mayoría originario de África o del Magreb. Nuestro problema es que, cuando ocurren atentados como éstos, enseguida decimos que no está funcionando la integración, porque el desafío es tan grande que sentimos que todo está perdido. Pero no hay que dejar que el árbol nos tape el bosque.

"Una persona de origen magrebí tiene 5 veces menos chances de obtener una entrevista laboral que una de apellido francés"

—¿Pero existen problemas de integración que facilitan el reclutamiento de jóvenes por el terrorismo?

—Sí, es verdad que la integración no ha funcionado para una parte de esos jóvenes que han desarrollado un odio hacia Francia. Yo me considero afortunado. Pero si vemos que en los llamados "barrios sensibles", que son mayoritariamente de inmigrantes, el desempleo juvenil, es decir, de los menores de 25 años, es de 45% mínimo, pudiendo llegar al 50, mientras que la media nacional es de 25 por ciento, se entiende en parte el problema. Además, por ejemplo, las personas de origen magrebí tienen 5 veces menos chances de obtener una entrevista laboral que una con apellido francés. Pero eso no quiere decir que todos los jóvenes que son rechazados cuando postulan para un trabajo o que todos los están desocupados se radicalizan, pero lamentablemente hay algunos que sí lo hacen.

Yo trabajo el concepto de "bastardo identitario", en referencia a que no tienen sentido de pertenencia. No se sienten parte de Francia, de la República, pero tampoco sienten pertenencia a su país de origen porque, como no han tenido educación religiosa, ni transmisión de sus padres, ni han aprendido el idioma, sólo conocen su país de origen de lejos. Entonces fueron a buscar una ideología a la cual aferrarse para crearse una identidad. Se trata de una verdadera crisis de identidad. Y esa ideología de odio, que se corresponde con su psicología, con su rencor, es la ideología salafista, radical.

—Según los testigos de los últimos ataques, los terroristas eran o parecían franceses…

Se comprobó en el caso de uno de ellos, pero para mí no hay duda. La gente que participó de esto conocía los lugares, los que cometieron los atentados, al menos algunos de ellos, conocían el terreno, fueron a lugares conocidos, frecuentados; es gente que creció en el barrio, que lo conoce. Al Bataclan fuimos todos de jóvenes…

"Se sirven de una minoría para introducir el germen de la división entre los musulmanes"

Es una minoría de la que se sirven para introducir el germen de una división dentro de los musulmanes de los cuales la mayoría están integrados, no tienen problema con Francia. Pero en un contexto de crispación económica y social y en el cual la extrema derecha crece cada vez más, y cada atentado que se comete la hace avanzar más todavía, eso crea un clima de tensión y de enfrentamiento de unos contra otros, que es lo que buscan.

—¿Qué pasa con la escuela? Porque estos jóvenes hoy desocupados, tuvieron sin embargo una educación.

—Bueno, ahí hay un problema. En 2005 los sociólogos y politólogos no entendían por qué los jóvenes, durante los disturbios y motines, se las tomaron con las escuelas. Pero sucede que para una buena parte de ellos la escuela es el símbolo de su fracaso. Hay un politólogo que dice que si uno le pregunta a un pibe de barrio a quién detesta más no dirá que al policía, sino a la consejera de orientación (*). Porque cuando ellos quieren estudiar y hacer cosas la consejera de orientación los envía hacia sectores de oficios o carreras con menos futuro y eso los destruye completamente. Entonces, en Francia la escuela puede tanto ser el símbolo del éxito, del logro –como es mi caso y tal vez de una importante mayoría— pero en ciertos lugares, en ciertos barrios, puede ser el símbolo del fracaso.

—¿Cree que el gobierno francés estará a la altura de las circunstancias?

—He trabajado en el Estado y debo decir que desgraciadamente, aun con la crisis que tenemos hoy, la lentitud de la administración es tal que…. Habrá acciones que se llevarán adelante ciertamente, pero mi temor es que Francia cada vez que debió emprender reformas profundas fue porque padeció un drama o una catástrofe de una amplitud sin precedentes. Francia, en el transcurso del siglo pasado se reformó tres veces: Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial y Guerra de Argelia, de descolonización. Hace falta que la crisis alcance su punto máximo para que el país tome iniciativas fuertes; pero si la cumbre de esta crisis debe ser una guerra civil espero que no lleguemos a eso. Porque sería una catástrofe. Reitero, a lo largo de su historia Francia ha conocido grandes tensiones. Y hoy, 60 años después de Argelia, nos encontramos ante otra crisis que nos pone frente al desafío de saber si nuestra sociedad tiene la suficiente resiliencia para superarla y salir adelante.


(*) Funcionario del Ministerio de Educación cuya misión es escuchar, informar y aconsejar a los jóvenes estudiantes y a sus padres en materia de orientación escolar o profesional, y ayudarlos a definir su vocación y su proyecto de futuro.