El mensaje del Papa Francisco revitaliza la política

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En los últimos días el Papa Francisco ha demostrado una vez más tener aquella carga ideal que la política internacional de nuestra época parece haber perdido.

Ello es así porque el Santo Padre pone en el centro de su ministerio la defensa de un valor de carácter universal que supera cualquier diferencia cultural, étnica, política o religiosa: la dignidad del ser humano.

Reafirmando este valor el Papa Francisco ha logrado construir puentes y derribar muros no sólo entre los pueblos de las diversas naciones, sino también entre los diversos componentes de la sociedad.

"Hacer de la dignidad humana, el principio, sujeto y fin de las instituciones y de la economía en general", como ha pedido el Santo Padre el pasado 7 de noviembre a los trabajadores del Instituto Nacional de Previsión Social Italiano (INPS), implica contrastar la cultura de la indiferencia y del descarte del mundo actual.

"Sostener a los más débiles" y "exigir para cada uno de ellos respeto, acogida y un trabajo digno", les manifestó a los trabajadores de Prato. Y eso, "para que a nadie le falte la dignidad y la libertad de vivir una vida verdaderamente humana''.

En el Encuentro Eclesial Nacional que tuvo lugar en Florencia aquel martes 10 de noviembre, el Papa Francisco aclaró que esta idea del hombre está en la base del humanismo cristiano, que tiene su centro en los sentimientos de Jesucristo: la humildad, el desinterés y la "bienaventuranza que conoce la riqueza de la solidaridad y del compartir."

Esta debe ser la conducta del cristiano, porque "la inclusión social de los pobres tiene un lugar privilegiado en el pueblo de Dios", así como "la capacidad de encuentro y de diálogo para promover la amistad social de cara al Bien Común".

Además, el cristiano debe poseer una particular capacidad del diálogo- indicó el Pontífice – "la de construir juntos, la de hacer proyectos: no sólo entre los católicos, sino con todos aquellos que tienen buena voluntad''.

"Nuestro deber es trabajar para hacer de este mundo un lugar mejor y luchar. Nuestra fe es revolucionaria por un impulso que viene del Espíritu Santo'', afirmó el Papa Francisco, quien luego, convocó a toda la Iglesia y en particular a los jóvenes a "comprometerse, sumergidos en el amplio diálogo social y político".

"Involucrarse en la política es una obligación para un cristiano", había dicho el Pontífice en junio de 2013, cuando hablando a los alumnos y ex alumnos de los colegios jesuitas de Italia y Albania les explicó que "la política es una de las formas más alta de Caridad, porque busca el Bien Común."

La política es la única forma en la que vamos a conseguir las tres "t": "Techo, Tierra y Trabajo" que, como subrayó el Papa en su histórico discurso en Santa Cruz de la Sierra el pasado 9 de julio, "todos tienen derecho a tener".

En Florencia, como ya hizo durante la Jornada de la Juventud en Rio de Janeiro en 2013, pidió a las nuevas generaciones que hagan lio, porque " nuestro tiempo nos llama a vivir los problemas como retos, no como obstáculos: el Señor está activo y trabaja en el mundo."

Una vez más les pidió el Papa:"Estén donde estén, no construyan nunca muros ni fronteras, sino plazas y hospitales de campaña''.

Esto es el legado del Papa que viene del fin del mundo: la necesidad de una "revolución antropológica" a nivel global.

En este sentido, su mensaje puede revitalizar a la política ofreciéndole una nueva carga ideal que deriva de los valores de la Doctrina Social de la Iglesia. Como dijo el Papa Francisco en su discurso al Parlamento de Estrasburgo, el pasado 25 de noviembre, se trata de volver a poner el hombre al centro del proyecto político, económico y social y eso, no tanto como "ciudadano" o como "sujeto económico", sino como "persona dotada de una dignidad trascendente".

Eduardo Félix Valdés es Embajador de la República Argentina ante la Santa Sede