Quedan unos pocos días para actuar, se nos viene la noche

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Me voy a tomar algún minuto más que lo habitual. Quizá por varias razones. Y aviso que es cero original lo que voy a decir. Tampoco se trata de ser original. Lo que se quiera que haya pasado, ya pasó. El tema es determinar cuánto de la interpretación de lo sucedido sirve para entender mejor lo que puede venir y cuánto es absolutamente inútil si se trata de aceptar que lo que quedó en juego es dramático. Dramático.

Hay lugares para muchos y para muchas cosas hasta el 22 de noviembre, salvo para los tibios, los pusilánimes, los 'no sé', los 'voy a ver', los 'tengo que pensarlo'. Esta columna, este arranque editorial, como en otras pocas oportunidades y justamente por entender que estamos ante una encrucijada de carácter histórico -otro lugar común, que también es cierto- va prescindir de algunas formalidades del rigor periodístico. Es decir, va dicha y escrita desde un compromiso sentimental e ideológico que cuidará menos que lo habitual el resguardo por las distancias analíticas, de forma, de construcción raciológica. Menos, no del todo.

Si fuera por lo más directo que sale de las entrañas, uno caería en irresponsabilidades porque anda enojado. En alguna medida absorto y queriendo entender con éxito desparejo qué fue lo que nadie vio venir. Pero ante eso sí prevalece la obligación de un analista porque los arrebatos tienen un límite cuando se dispone de un espacio público de opinión profesional.

Ni se entiende, ni se arregla, ni se construye nada desde el resentimiento. Nada positivo. Entendámonos porque destruir sí que se puede. Y cómo.

Ellos están de fiesta y nosotros de shock. Igualmente cuidado, la fiesta de ellos también involucra sorpresa e incertidumbre. El ellos no remite centralmente a quienes los votaron, que es gente cuyas razones deben interpretarse de modo cabal y ahí sí, metiendo la cuña de todo lo mal que hizo o habría hecho el kirchnerismo y todo lo bueno realizado por quienes quedaron cerca del cabeza a cabeza.

El ellos aplica a los grupos de poder que de la noche a la mañana se sienten en perspectivas de volver a gobernar el país y a la administración política que los representaría. Eso es el ellos.

El domingo a la noche, Macri tuvo dificultades más serias que las acostumbradas para coordinar oraciones potentes o gramaticalmente armónicas porque estaba tan anonadado como el resto de sus acompañantes. Podían esperar punto más o punto menos en la lucha por entrar a la segunda vuelta, pero ni en la fantasía más afiebrada soñaban con ganar la provincia de Buenos Aires y ahora se preguntan cómo sigue. Cómo, no qué.

Van a llenar los casilleros y el club de devaluadores compulsivos, sus socios de agronegocios y finanzas y unos cuantos de esos técnicos que a la derecha le sobran, ocuparán el organigrama por propia fuerza inercial.

Pero hasta el domingo a la madrugada, esto era para ellos, una experiencia de laboratorio. Y ahora saltaron de partido exclusivamente porteño, que vaya si lo sigue siendo en su armado porque no tiene una sola figura o figurita federal, a otro que se encontró con tener que gobernar la provincia y quizá el país.

Lo cual a su vez, le golpeó el probable gabinete a Rodríguez Larreta que en parte o en todo debería mudarse a territorio bonaerense, para a la vez de la vez, dejar cojo al que Macri pudiera tener pensado para Casa Rosada. Insistamos, nada que no puedan resolver. Pero, ellos también están en shock porque no es lo mismo elucubrar desde esos recintos y consultoras que le hacen ganar plata a los ricos en los papeles y en las operatorias financieras, que tener que lidiar con docentes, policías, empelados públicos, movimientos sociales, intendentes y las yapas de mafias varias como el narcotráfico, que según el discurso de Massa y de Macri, en esto por omisión, se arreglan recurriendo a militares, que ni quieren saber nada con retomar e involucrarse en la política ni tienen fuerza operativa ni preparación, ni claro de dónde saldrían los fondos para pagarles afectando a quiénes.

Atención entonces porque por el momento, todo suena a que van a comandar una playstation de las que el principal operador de prensa de la oposición se las endilga a Máximo Kirchner. Los serios problemas en que quedaron el gobierno y la opción que ofrece para continuar con sus grandes líneas, son antes de capital, provisoriamente simbólico que de números concretos, aunque por supuesto corresponde integrar a las cifras.

El shock hace perder de vista un enorme volumen electoral de casi 37% de los votos, superando al segundo, a favor de un oficialismo que gobierna hace 12 años y los últimos cuatro en medio de yerros propios, condiciones internacionales adversas y una ofensiva tremenda de algunos de los grupos más concentrados del poder económico y mediático Epa!.

Obviamente si se confía en ganar una final con comodidad para terminar yendo al tercer partido, el que perdió por muchísimo menos de lo que se pensaba, va envalentonado. Todos se convierten en directores técnicos de lo que falló. Todos.

Es tan lógico como saber medir que todavía falta el match decisivo. Con la diferencia de que tampoco es lo mismo centrarse en los lamentos que convencerse de que hay las armas para ganar el último. Incluyendo mucho kirchnerismo, aparecieron los sabios del diario del lunes. Y hay que aceptarles sus razones en un montón de aspectos. Nadie dice lo contrario.

No haberse preocupado en preparar un candidato mejo que Scioli. La gestión de Scioli en la Provincia. Las idas y vueltas con Randazzo, mas no haber previsto que su despecho también lo apartaría como candidato bonaerense. Una campaña vegetariana que no se arrimó a la gente, contra adversarios que sí lo hicieron y por favor la traición de tantos y cuántos clásicos capataces del Conurbano que activaron en contra.

Agréguese cuanto dé la gana y el razonamiento, pero resulta que Macri puede ser Presidente y para atrás se acabó la discusión muchachos. Se acabó. Argentina puede haber quedado al borde de una restauración conservadora que en el muy mejor de los casos se presentará dietética al inicio del primer tiempo y después será igual o más feroz que aquello que terminó con la clases medias gritando que entre piquete y cacerola la lucha es una sola.

Uno tiene la sensación -en verdad, son muchas las sensaciones porque todavía está procesándose lo ocurrido- de que mucha gente votó con la certeza de que hay conquistas sin marcha atrás. Derechos sociales adquiridos para siempre y en consecuencia, ánimo para ver qué pasa con otros administradores.

Bueno, diría Adelina Dalesio de Viola, una dirigente del menemato mediáiitco de los 90: "conquistas irreversibles las pelotas". Van a devaluar a lo pavote para recomponer la maximización de la renta agropecuaria exportadora, van a satisfacer a una burguesía que es local, no nacional. Van a bajar la demanda por vía fiscal y monetaria. Van desregular el mercado cambiario y van a producir la caída del salario real. Van a destruir las pequeñas y medianas empresas. Van a aumentar el desempleo y el trabajo informal. Y al final de la película, que ya vimos quichicientas veces, van a reprimir. Y se fugarán en helicóptero con su plata bien pipona.

Los científicos volverán a lavar los platos. A los pobres les mantendrán la Asignación Universal por Hijo pero la cobrarán el día del arquero porque van a desfinanciar al Estado como motor del consumo. Los sectores medios se encantarán con ese comienzo de dólar para todos, para más tarde o más temprano ir a reventar las puertas de los bancos. Las empleadas domésticas pobres tendrán que ir a cantarle a Gardel en el reclamo de sus derechos adquiridos. Los que tienen una pyme de producción quedarán en la lona por invasión de importados y los que la tienen de servicios sufrirán porque no les pueden pagar la cuota de lo que sea porque la gente se quedó sin laburo.

Eso sí, la inflación descenderá, y en entonces habrá de preguntarse créase o no para qué sirve que baje si no hay ni salario real ni empleo. Habrá ese periodo inicial de espejitos de colores porque seguro aparecerán los dólares que tienen guardados en la silobolsas, y grandemente probable los que provengan de un nuevo endeudamiento internacional para engordar reservas. No es tan sencillo como lo estamos diciendo, porque hay reservas que no son monetarias, sino sociales. Y aun cuando ganaran en las urnas tendrán delante una potencia movilizadora nada despreciable. Pero el rumbo es ese el de Macri.

¿Sería tan distinto con Scioli? En algunas cosas no. Pongámosle que no en las bajas de subsidios que habrá en las tarifas de servicios públicos para los sectores de mayor consumo, con su consecuente impacto en la inflación, que Macri no reprimirá por ahí, sino por el vehículo de aumentar las ganancias de las grandes empresas a través de achicar sus costos laborales en dólares. Eso es. Pero si es por el resto, hay alguna garantía, o alguna mucho mejor que la de Macri respecto de no ser brutal a corto y mediano plazo. Porque tendría el recorte que le impone un programa de Gobierno que queda cercado por el perfil mercado interno. Y si no, porque es Macri, chau Pro.Cre.Ar, chau el tibio desarrollismo industrial impulsado por las políticas públicas proactivas. Chau al Estado poniéndole límites al salvajismo del mercado libre donde compite el tigre con las gacelas.

No está en juego -o sí, pero nos interesa a unos poquitos que vivimos el microclima progre- si se acaba el Fútbol para Todos, si el reconocimiento gremial a músicos y actores, 678, los satélites argentinos, canal Encuentro y el personaje de Zamba será Mickey, los juicios a los genocidas, el matrimonio igualitario, lo programas de radio Nacional, la Ley de Medios. Está en juego el laburo, los trabajadores, las paritarias; los jubilados que mal que mal cobran con reajuste semestral y todos los que se jubilaron gracias a que el Estado les reparó los años que los patrones no les aportaron.

Está en juego todo eso y algunos pelotudean con que si a Scioli le gusta Montaner, con que se cargue el equipo al hombro y ponga lo que debe ponerse, como si tuviera el carisma de la Presidenta. Con que en 20 días enfrente a las corporaciones con un discurso que nunca le salió ni le va a salir porque él no es así, más allá de las convicciones que tenga. Ojalá lo intentara. Y hasta le saldría bien porque el contrincante no resiste archivo. Pero no es justo pedirle que tenga la estatura emocional de Cristina.

Perdón por la pedantería de la sentencia pero lo que hay que hacer es militarla, cada quien desde su lugar, advirtiendo a los que se pueda y deba que se nos viene la noche, que esto no es chiste ni probar qué onda. Que se está dispuesto a admitir todos los errores pero no el más inmenso de todos, que sería volver a confiar en un conservador de los más jodidos y en los globos de paz y amor.

Hace 5 años que se murió Kirchner, que al margen de cualquier versión ideológica supo leer su tiempo y jugar para adelante cuando se las vio negras, como en 2009. Qué miedo ni soberbia ni ocho cuartos. Las personalidades y la capacidad de liderazgo no se reproducen, pero la mística de evitar al menos el mal mayor es una utopía conquistada.

Esta vez sí es cierto que la lucha que se pierde es la que se abandona. Hay que dejar atrás la calentura y convertirla en empuje. Ya fue la sorpresa y el enojo por no poder creer que una parte de la sociedad, gruesa, se disponga a jugar con fuego. Ya fue. Quedan unos pocos días para actuar y saber si quienes no están dispuestos a semejante riesgo somos capaces como sea de intentar evitarlo.

*Columna emitida el sábado 31 de octubre en el programa Marca de Radio en AM La Red