Los dos rostros del descubrimiento

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De todos los países que había en esta tierra en el siglo XVI, le tocó en suerte a España descubrir, explorar y colonizar un vasto continente que hasta entonces estaba oculto a los ojos del mundo.


Los historiadores únicamente nos concentramos (también lo hice en mi libro La lanza del destino) en lo que significa el 12 de octubre de 1492 en términos de exterminio de la civilización india.


Sólo recordamos que en cierta playa un día aparecieron tres barcos de los que bajaron unos hombres raros que traían cruz y espada, y que este acto, al parecer tan elemental e inocente, desencadenó una guerra que duró siglos y terminó con el sometimiento o la muerte de los pueblos originarios de esta parte del mundo.


No vamos más allá. O, si se quiere, pasamos a un segundo plano el hecho de que el honor de dar América al mundo pertenece a España. No solamente el honor del descubrimiento, sino también el de una exploración que duró siglos. Una exploración que hasta hoy ninguna otra nación ha podido igualar.


Hasta esa mañana de octubre de 1492, solamente había un Viejo Mundo, grande y civilizado. De pronto, apareció uno nuevo.


Aunque se trataba del más pasmoso e importante descubrimiento que registraban los anales de la humanidad, increíblemente no conmovió la inteligencia de las naciones civilizadas. Excepto a España.

Ningún otro país se lanzó con empeño a sacar provecho de lo mucho que tan trascendental hallazgo podría aportar a la especie humana.


El espíritu de empresa de todo el viejo continente se concentró en una sola nación: España. Que no era ni el más rico ni el más fuerte de Europa. Pero le cupo la gloria de descubrir y explorar América, de cambiar las nociones geográficas del mundo y de acaparar los conocimientos y los negocios durante más de ciento cincuenta años.


Siempre España

Aunque el descubridor de América era genovés, vino en calidad de español. Salió de un puerto de España por obra de la fe y del dinero de los españoles, cruzó los mares en buques españoles conducidos por marineros españoles que de todas y cada una las tierras descubiertas tomaron posesión en nombre de España.


Esto ocurrió mucho antes de que los ingleses se despertaran y se dieran cuenta de que existía un nuevo mundo. Durante todo un siglo en que sus rivales dormían, España concretaba asombrosas hazañas exploradoras a lo largo y ancho del nuevo continente.


Era la única nación de Europa que no descansaba. Mientras las otras estaban ausentes, sus exploradores recorrían México y Perú para apoderarse de las incalculables riquezas y convertir a dichos imperios en partes integrantes de su reino.


Hernán Cortés, con un puñado de hombres, conquistó y colonizó el Imperio azteca, doce veces más grande que Inglaterra. Lo mismo hizo en el sur Francisco Pizarro con los incas. El primer europeo que contempló el Gran Cañón del Colorado fue García López de Cárdenas. Este teniente español, con solamente veinte soldados, atravesó un peligroso desierto hasta llegar a al Cañón, que es una de las grandes maravillas naturales de América y del mundo. Lo hizo tres siglos antes de que ojos norteamericanos comenzaran a mirarlo.


El primero en llegar al cabo de Hornos, cincuenta años antes que el pirata inglés Francis Drake, fue el español García Jofre de Loaísa. El temerario Vasco Núñez de Balboa fue, tras una terrible expedición por el istmo, el primer europeo en llegar al océano más grande del mundo y en construir en sus playas los primeros buques hechos en América para surcar el mar desconocido. Otro español, Fernando de Magallanes, llamó "Pacífico" a ese enorme océano.


Un día de Pascua, el español Juan Ponce de León fundó Florida, hoy Estados Unidos, y en 1542 otros españoles exploraron California, cuya existencia ignoraban las otras potencias europeas. Medio siglo antes de la aparición de los primeros ingleses, Álvar Núñez Cabeza de Vaca hizo a pie un incomparable y fantástico recorrido a través del continente, desde Florida hasta el golfo de California.


El espíritu explorador de los españoles parecía definitivamente sobrehumano. Tal espíritu los convirtió en dueños de un territorio sin horizontes. Mucho antes de que en 1607 la primera población inglesa llegara a la actual Jamestown, los hispanos ya habían descubierto, conquistado y colonizado la mitad de los Estados Unidos, México, Yucatán, América Central, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Paraguay, Perú, Chile y Colombia.


Casi todo el continente era español. Brasil, también descubierto por un español, hubiera sido de España de no haberse interpuesto en su camino el Tratado de Tordesillas. Si de exploración se trata, realmente no hay palabras para expresar la enorme superioridad de la España de aquellos tiempos sobre las otras naciones.


Un siglo antes de que otras potencias europeas se dieran cuenta de que había un Nuevo Mundo, España ya estaba realizando asombrosas hazañas en este continente, que, por una ridícula ignorancia, lleva el nombre del cartógrafo florentino Américo Vespucio.


Obra civilizadora

Los historiadores americanos pintamos a España como una nación cruel con los indios. Efectivamente, se cometieron en perjuicio de los originarios numerosos excesos y actos de innegable crueldad.


Ello, sin embargo, no debe llevarnos a desconocer y quitar legitimidad al otro lado de la moneda. Debemos reconocer, de la misma manera, que los españoles no solamente descubrieron y colonizaron América, sino que también la civilizaron.


Construyeron las primeras ciudades, abrieron las primeras iglesias, escuelas y universidades; montaron las primeras imprentas y publicaron los primeros libros. Escribieron los primeros diccionarios, historias y geografías, y trajeron los primeros misioneros. Mucho antes de que en el actual Estados Unidos hubiese un periódico, en el siglo XVII ellos ya habían hecho un primer ensayo en México.


La legislación hispana referente a los indios era más extensa, comprensiva y humanitaria que la de Inglaterra, la de las colonias y, después, la de los Estados Unidos, todas juntas.


En la América hispana, en 1524 se inauguró una escuela para indios y en 1575, un siglo antes de verse una imprenta en la América inglesa, en México ya imprimían libros en doce diferentes dialectos indios. La historia norteamericana sólo presenta la Biblia de John Eliot, la historia de la América hispana, varias.


Tres universidades españolas tenían ya casi cien años cuando se fundó la Universidad de Harvard.

A no olvidar la triste suerte que corrieron los vencidos indios. Pero a 523 años del descubrimiento de América tampoco es bueno, ni justo, olvidar otras cosas.