Desertando el debate

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El eje de todo debate es la disputa. Por definición, lo que se debate es una controversia. No puede debatirse sobre lo que ya se ha consensuado. Por eso, en el fondo, es una contienda. No necesariamente una pelea, pero sí dos o más puntos de vista contrapuestos, que buscan modificar la percepción de quien escucha y le dan herramientas de decisión. Por eso, la discusión es un acto democrático.

Los ecos del primer debate presidencial de la historia argentina todavía se hacen oír: los balances, las conclusiones, los análisis. Todos coincidimos en la relevancia del encuentro de los candidatos presidenciales. En este caso, el hecho en sí es más relevante que los resultados que produjo.

Pero ese no es el eje de la discusión, a algunos les fue mejor, a otros peor. A unos les faltó alguna palabra, y otros pudieron decir alguna de más. No importa. El punto central es que casi todos entendieron que hay que debatir siempre, en todos lados.

Y hay que hacerlo porque uno llega al debate con una convicción previa, no la construye en función de ese compromiso. Es más, confronta con sus rivales políticos porque tiene unas ideas por las que disputar. Por supuesto que a las ideas hay que pulirlas, asesorarse sobre la mejor forma de comunicarlas, prestar atención a los detalles de la imagen y el discurso. Pero hay convencimientos que preceden al debate y a los asesores, y deben poder contrastarse, ponerse a prueba.

En Argentina Debate el protocolo fue muy estricto y necesario: las reglas marcaron el punto de igualdad de posibilidades. Todas las ideas se escucharon, en el mismo tiempo y con los mismos criterios. Tal vez le quitó espontaneidad y hasta fuerza a las argumentaciones. Tan sólo dos minutos, sin repreguntas, sin interrupciones.

Todos respetaron lo acordado. Entonces, ¿puede el gobernador Daniel Scioli argumentar que no estaban dadas las condiciones para debatir? ¿Puede un candidato a la primera magistratura del Estado no animarse a sostener un discurso durante 120 segundos por cada tema? ¿Puede un candidato negar la posibilidad de que la gente escuche apenas una síntesis de lo que tiene para proponer? ¿Es posible que esa situación le provoque miedo? ¿Puede ese miedo, o la especulación electoral, estar por encima del derecho de los ciudadanos?

Debatir es disputar. Es tener ideas previas que defender. No hacerlo es temer a que alguien se dé cuenta de que detrás del eslogan no hay convicciones, ni doctrinas, ni democracia, ni política.


Concejal del Partido de Gral. Pueyrredón y candidato a diputado provincial por Cambiemos