Grave descenso del espacio verde en la Ciudad de Buenos Aires

Según datos oficiales, entre 2007 y 2014 se perdieron 44.5 hectáreas de parques, 36 ha de canteros y 10 ha de plazoletas. Sin embargo, aumentó la superficie de plazas y jardines. El arbolado, en crítico estado

Compartir
Compartir articulo
  162
162

Se considera que Domingo Faustino Sarmiento fue un pionero en impulsar y apoyar la actividad forestal en nuestro país. Pero fue durante la presidencia de Julio A. Roca, en base a una iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, que el Consejo Nacional de Educación institucionalizó el día del árbol que se celebra todos los 29 de agosto. Los árboles son componentes estructurales de los ecosistemas naturales de nuestro país como bosques o selvas.


El arbolado urbano, a su vez, cumple funciones relevantes en las ciudades: brindar sombra, refrescar el aire circundante, producir oxígeno, regular la humedad ambiente, disminuir ruidos, atenuar los vientos y retener el agua de lluvia.


La Dirección General de Estadística y Censos del Ministerio de Hacienda porteño publicó recientemente un atlas de la ciudad donde hay un capítulo sobre espacios verdes del que se pueden extraer datos interesantes para evaluar la gestión macrista y compararla con las anteriores para entender un poco el estado actual de nuestra ciudad. Algunos datos sobre los espacios verdes no son alentadores: entre 2007 y 2014 se perdieron 44.5 hectáreas de parques, 36 ha de canteros y 10 ha de plazoletas.


Otros tipo de espacios verdes ganaron superficie: 66 ha nuevas de plazas y 8.5 ha de jardines. Si vemos la historia desde 1995 hasta 2014 se ve que respecto de los parques hay dos momentos de gran crecimiento en el número de hectáreas: entre 1995-1996 y entre 2001-2005. Luego se ve también un pequeño aumento entre 2010-2011 y a partir de ahí se produce un descenso brusco.


Los datos oficiales acerca del arbolado porteño provenientes del Ministerio de Espacio Público dan cuenta de la presencia de 425 mil árboles en nuestra ciudad. Si se toman los datos satelitales sobre la cantidad de árboles que hay en el planeta y se los divide por el número total de habitantes se llega a una estimación de 61 árboles por persona.


Obviamente nadie espera esta relación en una ciudad tan poblada. Pero podemos tomar en cuenta datos basados en la cantidad de oxígeno que consume una persona y la cantidad que produce un árbol (con la gran variabilidad existente según la especie de que se trate y su tamaño) y proponer un mínimo saludable de 1 árbol cada 3 personas que se toma, por ejemplo, en países como México para planificar la reforestación. Cabe aclarar que se trata de una proporción sumamente conservadora y escasa que igualmente los porteños estamos lejos de cumplir.


Entre 2007 y 2014 se perdieron 44.5 hectáreas de parques, 36 ha de canteros y 10 ha de plazoletas

La CABA, con 3 millones de habitantes, debería tener entonces 1 millón de árboles, por lo que todavía le faltan 575 mil ejemplares para tener un mínimo razonable. Si miramos con más en detalle los números oficiales sobre el arbolado urbano vemos que los mismos reflejan no sólo la falta y pérdida de espacios verdes en la ciudad sino también una distribución sumamente desigual de los mismos entre comunas. La comuna más arbolada es la 9 (38728 árboles) y la menos arbolada es la comuna 2 (8127 árboles) ¿Será igual la incidencia de enfermedades respiratorias en los vecinos de ambas comunas?


La relación del arbolado urbano con la salud humana fue evidenciada de manera contundente a partir de un estudio publicado el año pasado en la revista Environmental Pollution. Ese trabajo demostró que en Estados Unidos la eliminación de la contaminación por parte de los árboles salva 850 vidas y previene 670 mil casos de síntomas respiratorios agudos cada año. La investigación se basó en el efecto beneficioso que tienen los árboles sobre la reducción de la contaminación del aire.


Los árboles son capaces de disminuir la cantidad de partículas pequeñas en suspensión y son capaces de absorber gases contaminantes (dióxido de nitrógeno, ozono, dióxido de azufre) a través de sus hojas. Todas estas partículas y gases que circulan por las ciudades afectan nuestra tráquea, nuestros bronquios y nuestros pulmones facilitando posteriores infecciones respiratorias por virus y bacterias. Sería sumamente interesante saber cómo impacta la desigual distribución del escaso arbolado urbano en la salud de los porteños según la comuna en la que vivan.