Los votos no tienen dueño

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 Nicolás Stulberg 162
Nicolás Stulberg 162

"La elección se gana con el cincuenta por ciento más uno". La frase, a esta altura premonitoria, la dijo Horacio Rodríguez Larreta hace 48 horas, y confirma lo que era un secreto guardado entre cuatro paredes amarillas: la segunda vuelta electoral en la Capital estaba más pareja de lo que se suponía y de lo que las encuestas informaron públicamente.


Las apuestas electorales son de los audaces, y Martín Lousteau lo fue. El candidato de ECO era el único, hace quince días, que soñaba un escenario posible en el que Larreta creciera poco o nada, y él duplicara su propia performance.


La elección, última antes de las PASO de agosto, también cierra la primera etapa electoral 2015. Deja, como cada una de las que tuvieron lugar desde abril, varios significados.


Los votos no tienen dueños. A tono con el cambio de ciclo político que representa el alejamiento de la figura central del escenario de los últimos años, Cristina Kirchner, todo el tablero se convierte en inestable.


Es verdad que los oficialismos locales están ganando, pero no es un mecanismo automático ni hay cheques en blanco. Tienen que darse determinadas condiciones: una buena campaña, mensaje ordenado, adecuados candidatos y falta de un armado opositor. Donde las oposiciones lograron generar una oferta electoral competitiva la elección resultó pareja como Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, o derivó en una derrota del gobierno local, como en Mendoza y Tierra del Fuego.


Donde los oficialismos ganaron con holgura había figuras sólidas, como Urtubey en Salta y Weretilneck en Río Negro. Había aparatos políticos fuertes como el del peronismo chaqueño en las PASO provinciales.


Las encuestas definitivamente dejaron de ser el único instrumento con el que puede pronosticarse un resultado electoral. Ha habido elecciones en las que acertaron –como las PASO porteñas- pero los ejemplos de errores han sido demasiados.


A los resultados de la Capital, pueden sumarse la supuesta paridad en la elección de Mendoza que terminó con una clara victoria del candidato radical, o la exigua diferencia que se le adjudicó en las PASO salteñas a Juan Manuel Urtubey, que luego resultó mucho mayor.


También la falsa victoria por dos dígitos en favor de Juan Schiaretti en Córdoba, con un empate en el segundo lugar entre la alianza radical-PRO y el FPV que no existía, o la supuesta victoria de Miguel del Sel en Santa Fe como cosa juzgada.


Los argumentos de los encuestadores de que muchos votantes porteños mintieron sus verdaderas intenciones ocultando su preferencia por Lousteau o que el efecto "vacaciones de invierno" hizo que el PRO perdiera apoyos, resultan alarmantemente graves desde lo metodológico. Debieron haber previsto o advertido que, en virtud de que la cantidad de indecisos superaba la supuesta diferencia entre los candidatos, el resultado era incierto.


En virtud de que los votos no tienen dueños y que las encuestas dejaron de ser la gran herramienta de fiabilidad, el escenario de las PASO se torna más incierto que nunca. Anoche, en los campamentos sciolistas y massistas, había algarabía por lo cerca que estuvo Mauricio Macri de perder la Capital. Pero atención: nada asegura que tanto Scioli como Massa, o el propio Macri, se encuentren en la primera vuelta con un disgusto como el que ayer vivió el PRO.


En el macrismo no había todavía conciencia –otra vez la inexperiencia de un proyecto joven- de lo cerca que estuvieron de perder su distrito, y al mismo tiempo la importancia de haber ganado. Es posible que una sensación oculte a la otra, y viceversa.


Queda una lección final que deberán aprender tanto en el kirchnerismo como en el macrismo en las tres semanas que faltan para las PASO: hasta ahora, no hay magos ni apellidos que produzcan milagros en estas elecciones 2015. De vuelta, los votos no tienen dueños.