Vinos de la independencia

Esta bebida es parte de la cultura argentina y no es casual que aparezca en diversos hechos de la historia. El camino a lo largo de los años, según Fabricio Portelli

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Dicen que el buen vino es el reflejo de su terruño, pero también la expresión artística de un enólogo que juega con las uvas para crearlo; como el pintor que con su paleta de colores da vida a sus cuadros. Generalmente, esa libertad de expresión vínica está condicionada por el mercado. Pero surgió una manera de "zafar" y seguir siendo libres. Así nacieron los vinos de la independencia.

El vino es parte de la cultura argentina y de la del hombre en general ya que le viene siguiendo los pasos hace aproximadamente 8 mil años. Por eso no es casual que aparezca en los libros de historia recurrentemente en los hechos más significativos. En la época de los romanos, a los soldados que libraban las batallas para conquistar terrenos o liberarse del monarca de turno, les daban vino antes de luchar. En la edad media la nobleza celebraba sus banquetes con los mejores vinos mientras el pueblo se organizaba para rebelarse tomando los de más baja calidad. Napoleón Bonaparte fue uno de los más famosos promotores del Champagne mientras se gestaba la revolución francesa. Y la lista es interminable.

Hoy en día, donde los países celebran a la distancia la independencia de sus pueblos, lograda por antepasados lejanos con mucho sufrimiento, el vino es más protagonista que nunca, sobre todo de la vida cotidiana. Porque hoy es el compañero ideal de mesa de la mayoría, ya sean habitantes de países productores como no. Y los autores de esa gran masa de vino que circula por el mundo; alrededor de 25 mil millones de litros; son los enólogos.


Seres no tan libres

"Elaborar vinos para tomar una referencia contemporánea, tiene su lado negativo. Ya que si bien ninguna bodega, por más grande que sea, puede aspirar a llenar todas las copas, la idea de las empresas es vender la mayor cantidad posible. Así se han forjado las bodegas más grandes de nuestro país a lo largo de los últimos dos siglos", señala el sommelier especializado Fabricio Portelli.

En ese aspecto, señala que la revolución enológica que vive la Argentina desde los 90 ha permitido que se incorporen a la escena distintas bodegas de diversos formatos. Grandes, medianas, chicas y boutique. De familias, de empresarios, de inversores extranjeros, entre otras. Hoy en hay más de mil establecimientos autorizados para hacer vinos, y entre todos producen unos 1250 millones de litros anuales.

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"Sin embargo, el protagonismo está centrado en 300 bodegas como mucho, que son en definitiva las que el consumidor elige de las góndolas, las vinotecas y los restaurantes. Esos vinos que se disfrutan a diario tienen autores. Personas que trabajan día a día para brindar placer. Pero como cualquier otro trabajo incluye derechos y obligaciones. Y a la hora de ponerse a crear, esa libertad de expresión vínica no es tal, ya que suele estar coartada por el mercado", remarca el sommelier.

Se suele decir que el cliente tiene la razón, y es por eso que muchas veces los vinos se crean a partir de lo que pide la gente. Aunque en realidad, el consumidor termina sirviéndose lo que las bodegas le dan. Y así, la razón del éxito de cada vino tiene más que ver con la calidad del producto que con cuestiones 'de moda'. "Es decir, el Merlot puede estar desapareciendo, pero si el vino está bien logrado, el consumidor lo compra. El problema está en que el empresario no está dispuesto ni a esperar ni a arriesgarse y entonces manda a re-injertar las plantas con Malbec, y listo. Problema resuelto, aunque el enólogo esté en desacuerdo; porque el show debe continuar".

Cuando sale al mercado una etiqueta de alta gama se pone al enólogo a la misma altura que al vino, con todo lo que ello implica; terroir, calidad de uva, método de elaboración, historia y prestigio de la bodega. "Porque para justificar altos precios es necesario inflar la imagen del artista. Y en esos minutos de fama se los presenta en sociedad como los seres más libres y felices de la tierra. Claro que es una actividad regocijante, pero ello no implica que la libertad de expresión sea tal. Porque en su día a día hay muchas más obligaciones que la de crear un par de miles de botellas de precios altos con lo mejor de la bodega".

La obligación de vender millones de las otras botellas no cesa, y las presiones dominan su día a día. En definitiva, se les pide a ellos que creen el mejor vino posible, y se les brinda total apoyo. Pero incluso así, ellos sienten que no son libres del todo, y por eso se guardan un as en la manga.


La importancia de la independencia vínica

Seguramente muchos tienen el sueño del vino propio, pero aún más los enólogos, ya que su vida profesional y su pasión están atadas a la noble bebida. Y esas ansias de trascender son las que los llevan, tarde o temprano, a querer concebir su propio vino, con todas las letras. Porque por más que sean los autores materiales e intelectuales de los mejores vinos argentinos y de las bodegas más prestigiosas, no es lo mismo.

Dice Portelli: "Así nacieron los vinos de la independencia, los vinos propios de los enólogos más exitosos. Aprovechando que sus nombres ganaron fama a mano de las etiquetas de mayor prestigio, se animaron. Claro que para ello necesitaron la bendición del socio o del patrón de turno. Inteligentes aquellos que supieron leer el juego y los dejaron libres, sin perderlos. Esto no quiere decir que todos lo hayan logrado. Pero cuando haces mucho vino y de buena calidad, tu nombre gana un peso".

Hoy, es evidente que aquellos bodegueros que apostaron por dejar ser a sus enólogos han ganado, porque lejos de vender una botella menos a manos del vino de autor de su propio autor, ganaron con su prestigio y sobre todo con su lealtad.


Los vinos de la independencia

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Roberto de la Mota es, sin duda, uno de los máximos referentes del vino argentino. Hijo de Don Raúl, quien fuera considerado el padre de la enología, supo levantar la bodega Terrazas de los Andes, para luego emigrar a un proyecto más pequeño, más a su medida. Mendel nació en 2004, un joint venture que lo tuvo como socio desde el vamos. Y si bien la bodega y el enólogo superaron las expectativas, en 2014 lanzó sus propios vinos. Todos elaborados bajo el mismo techo de la bodega en Mayor Drummond, donde día a día elabora los vinos de Mendel. Pero acá, las decisiones son 100% de Roberto y de su familia. Así nacieron los Revancha, una línea de vinos de alta gama que el enólogo concibe con su hijo mayor. La marca tiene mucho que ver con la nueva oportunidad que le dio la vida luego de un importante accidente automovilístico. Los nombres de cada vino y el diseño de las etiquetas son consensuados en familia.

El caso de Edy Delpopolo y David Bonomi es similar. Hasta hace muy poco ambos eran ingeniero agrónomo y enólogo respectivamente de una importante bodega argentina de capitales chilenos. Pero sus ambiciones de realización personal, pesaron más que sus necesidades, a la hora de tomar la decisión y cambiar de rumbo. Hoy, uno está en Dominio del Plata y el otro es la flamante incorporación de Norton; y en ambas bodegas saben que PerSe no se negocia. PerSe es un proyecto que nace desde el interior de estas dos personas.

Tradicional, cofermentando Malbec con Cabernet Franc. Y con esa, simple pero contundente, fórmula crearon Jubileus, La Craie y Francesa, cuya primer añada fue 2012.

Alejandro Vigil es quizás el enólogo más famoso por ser el responsable desde hace más de diez años de los vinos de Catena Zapata. Su creatividad y sensibilidad lo llevaron a donde está hoy, y a la bodega a obtener los máximos puntajes. Una auténtica estrella es difícil de retener, como un gran futbolista. Por eso, el Dr. Catena le ofreció asociarlo a su hija menor Adrianna, para dar rienda suelta a sus ideas vínicas. Sin límites. Así nace la bodega Aleanna (combinación de Alejandro y Adrianna) y El Enemigo. Una marca que rápidamente tuvo éxito. Porque a partir de un viñedo excepcional, como es el de Adrianna Vineyards de donde salen muchos de las grandes vinos de Catena, Alejandro creó un vino que alcanzó los 97 puntos, y llegó a ser el mejor calificado del país; sin usar Malbec. Él apostó al Cabernet Franc y sin querer queriendo lo puso de moda.

Daniel Pi, hace varios años lidera Trapiche, con todo lo que ello significa. La gran bodega argentina que, incluso cambiando de manos, sigue confiando en este gran hacedor de vinos. Daniel sabe que todo vino que él haga debe gustar al consumidor. Pero por más millones de litros de vino que elaboraba anualmente, no era suficiente. Él necesitaba hacer un vino en el cual poder mostrarse libremente. Así nacen Imperfecto y Tres 14, con sus hijos y bajo el concepto de vinos de garaje, ya que los elabora en su casa. Imperfecto es un vino pretencioso, con dos años de crianza en barricas y con uvas de Gualtallary. Mientras que Tres 14 es un Malbec más liviano, para disfrutar más seguido. La clave del éxito no solo radica en las manos del hacedor sino que además estos vinos recorren el mundo aprovechando la sinergia que le ofrece Trapiche.

Otro caso resonante es el de Sebastián Zuccardi. Que si bien es propietario y con su visión está cambiando los vinos de la bodega familiar, nunca puede dejar de lado las responsabilidades que demanda semejante negocio. Por eso no dudó, cuando conoció a un par de jóvenes entusiastas del vino afincados en Barreal; un paraíso escondido de San Juan a más de 1200 metros de altura; en sumarse en forma personal. Y así Cara Sur hoy, a poco más de un año de salir al ruedo, ya está en boca de todos. Porque el apoyo de Sebastián con su visión, sus huevos de cemento y sus contactos comerciales se complementaron con el terroir y la visión de Pancho Bugallo y su mujer. Ellos querían hacer vinos del lugar. Por eso apostaron a la uva Criolla. Sí, la más común de todas pero concebida desde la calidad. Y también al Bonarda, otra cepa bien argentina. Son vinos livianos pero con carácter, refrescante y con texturas nuevas, que brindan una nueva sensación.

Marcelo Pelleriti es otro de los enólogos que siempre quiso hacer sus propios vinos. El primero en llegar al Clos de Los Siete y ponerse alas órdenes de Michel Rolland. Y desde la bodega Monteviejo sorprende con sus vinos de Vista Flores desde 2002. Hoy, se lo reconoce como uno de los referentes del Malbec, con su Lindaflor y La Violeta, ha marcado tendencia. Además, Catherine Peré-Vergé siempre lo tuvo como su enólogo de cabecera en sus bodegas francesas. Y por lo tanto fue el único enólogo local que elabora vinos en el Nuevo y en el Viejo Mundo todos los años. Y justamente con uno de sus vinos de Pomerol alcanzó los 100 puntos. Eso también lo potenció y le dio más ganas de salir con su propia marca. Hoy los Marcelo Pelleriti se hacen en Monteviejo y se venden al mundo a través de los mismos canales, porque en la bodega entendieron que para retenerlo para siempre, había que dejarlo libre, y apoyarlo en todo.

Por Fabricio Portelli

@fabriportelli