Del destierro a la triple corona, la dulce revancha de Luis Suárez

La FIFA lo excluyó del fútbol y en silencio soportó hasta que le aplicaran una cláusula antimordida. Al final, conquistó Europa, y quienes lo sancionaron quedaron envueltos en un escándalo de corrupción sin precedentes

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El gran sueño europeo de Luis Suárez comenzó a gestarse al mismo tiempo que vivía su peor pesadilla: fichar con el Barcelona. Ese deseo de "guri", de chiquito, de "purrete", cuando vestía la casaca de Nacional de Montevideo, se concretó tras la mordida a Giorgio Chiellini en Brasil 2014, la condena mundial y la rebaja del Liverpool a su precio por la idiosincrasia inglesa.

Un mes después de consagrarse como "Bota de Oro" de Europa y guiar al equipo de Anfield a pelear por el título de la Premier League hasta el final, el "Pistolero" ya no era intransferible y el Barça aprovechó para ficharlo por 81 millones de euros.

Sin embargo, la alegría no era completa para "Luisito", ya que ni siquiera podía acercarse a sus nuevos compañeros por la decisión que tomó la FIFA de "echarlo" del fútbol por cuatro meses. Lo desterraron, ni siquiera tenía permitido ver un partido de juveniles. Mucho menos entrenar en las instalaciones del club o compartir un momento con su equipo. Tenía que entrenarse por su cuenta.

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Lo hicieron abandonar la concentración de la selección uruguaya en Brasil como un delincuente, y su único refugio lo encontró en su familia. Su mujer, sus hijos y sus amigos fueron el sostén en medio de las múltiples clases de moralidad que daban periodistas y funcionarios ante el aval de la opinión pública. La prensa inglesa y la FIFA se encargaron de destrozar su imagen. Pocos lo defendieron, nadie como su DT Oscar Tabárez y la gente de su país.

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Pudo cumplir el sueño de jugar con el Barcelona oficialmente 123 días después. El 25 de octubre fue titular en el derby ante Real Madrid en el Santiago Bernabéu, y su entrenador Luis Enrique dejó en claro la preferencia por su juego. Defendió su actuación y nunca tuvo dudas sobre las alegrías que le daría al equipo culé pese a las dudas que el propio Suárez se generaba frente al arco rival.

El "Pistolero" no era el de Liverpool, ni el "depredador" ante el arco rival que se mostraba en la selección uruguaya. Cambiaba el egoísmo de goleador por asistencias. Neymar y Lionel Messi comenzaron a disfrutarlo, y el tridente empezó a funcionar a la perfección. El Barça corría detrás del Madrid y seguía echando de menos la época dorada de Pep Guardiola. Pero algo nuevo y excitante estaba asomando.

Desde la admiración y la lucidez, Suárez se ganó la amistad de Messi, se hizo "compinche" de Neymar, consiguió el respeto en el vestuario y nunca fue cuestionado por el DT ni por la afición. Los gritos "Suárez... Suárez... Suárez" y las pancartas a su favor no se hicieron esperan en Camp Nou ni tampoco desaparecieron ante la falta de gol. Su esfuerzo generaba ilusión, contagio, provocaba buenas sensaciones.

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No se conformaba con estar en el Barça, quería ganar títulos. La espina por perder la Liga Inglesa en la última fecha junto con el Liverpool no se la podía borrar y apuntaba a ganar los tres trofeos de la temporada. Se estaba gestando el gran equipo, y el tridente sudamericano daba alegrías a un barcelonismo algo descreído por las últimas temporadas y una tensa relación entre Messi y Luis Enrique tras la navidad y el comienzo del nuevo año.

El crack argentino fue vinculado con el PSG y Chelsea como nunca antes. Hasta se dudó con la continuidad del entrenador por un par de resultados inesperados y la falta de diálogo con "La Pulga", pero Suárez y Ney eran capaces de hacer divertir a Messi dentro y fuera del campo como nunca antes. No lo dejaron caer, al contrario, lo potenciaron.

Para "Luisito", ser parte de esta delantera se convirtió en la mejor terapia y en febrero se le comenzó a abrir el arco en partidos importantes. Doblete en Inglaterra ante el Manchester City, el gol de la victoria ante Real Madrid, en Camp Nou, dos anotaciones ante el PSG en el Parque de los Príncipes, 19 goles en 15 partidos y un ánimo por las nubes.


El trío de ataque en plenitud, se divertía, superaba los 100 goles, conquistó la Liga española y eliminó al Bayern Múnich en semifinales para sacar boleto a Berlín y jugar la gran final de la Champions League. Antes, la víctima sería el Athletic Club de Bilbao en la definición de la Copa del Rey. Fue 3-1 por dos goles de Messi, uno de otra dimensión, y Neymar. El segundo trofeo para "Lucho" como blaugrana mientras el "castillo de naipes" en la FIFA se derrumbaba.

Blatter era reelecto tras las detenciones del FBI a 14 directivos, funcionarios y empresarios relacionados a la máxima entidad del fútbol mundial por sobornos y actos de corrupción. La misma cúpula que hizo gala de sus valores éticos y "moralismo barato" para condenar a Suárez, quedaba salpicada por un escándalo sin precedentes. Paradojas de la vida, con "Luisito" disfrutando del mejor momento de su carrera.

El que ríe último ríe mejor, dice un dicho popular, y Suárez encontró su recompensa divina en el estadio Olímpico de Berlín, a donde no pudieron asistir ni Joseph Blatter ni sus discípulos por la derrota en la Justicia. A la cuál todavía tendrán que rendirle muchas cuentas.

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Luis quedó cara a cara frente a la gloria tras un disparo de Messi que desvió Buffon y empujó el balón al fondo de la red para desahogarse con el grito más importante de su vida, el que recorrió en pocos segundos todas las alegrías y el sufrimiento del último año. Una dulce revancha tras el destierro.

Un golpe al mentón de los directivos de "guantes blancos" que lo vapulearon tras su error. Un premio a la lucha, a la humildad y a la entrega de un gladiador que con hechos y en silencio se ganó el respeto. Con sus actos escapó a las difamaciones y por sus goles se ganó un lugar en la historia grande del fútbol mundial.

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