Los jueces Piombo y Sal Llargués también beneficiaron al asesino de Kevin Sedano

En 2007, los magistrados que recientemente redujeron la pena de un violador, consideraron que Eduardo Sukiassian, condenado por atropellar al adolescente y luego huir, había cumplido el mínimo de su pena en su casa y podía recuperar su libertad

Compartir
Compartir articulo
El asesino de Kevin, durante el juicio  162
El asesino de Kevin, durante el juicio 162

Viviam Perrone, ex presidente de la ONG Madres del Dolor, recordó bien los nombres de Horacio Piombo y Benjamín Sal Llargués esta semana. Los magistrados de la Sala I del Tribunal de Casación Bonaerense, que atenuaron la pena de un acusado de violar a un chico de seis años por sus supuestas elecciones sexuales a temprana edad y antecedentes de abuso sexual familiar, fueron los mismos que dieron vía libre para que Eduardo Sukiassian, el asesino de su hijo, Kevin Sedano, logre la excarcelación con un mínimo de su pena cumplida, y de una forma al menos cómoda.

En mayo de 2002, Sukiassian, según determinó la Justicia, atropelló a Kevin, un adolescente que corría perseguido por una patota que quería robarle las zapatillas, sobre la avenida Libertador en Olivos. Sukiassian huyó sin siquiera asistirlo. Kevin estuvo una semana en coma, con una hemorragia cerebral masiva, y luego murió. Perrone, entonces, se convirtió en un motor clave para lograr justicia por su hijo. Sukiassian fue a juicio cinco años después del caso; un tribunal de San Isidro lo condenó por homicidio culposo agravado, con una pena de tres años. Hubo sucesivos pasos judiciales, hasta que llegó a la Sala I de Casación.

Viviam Perrone explica, en diálogo con Infobae: "Sukiassian había pasado solo dos meses de su detención en un penal, y otros seis en su casa, con una prisión domiciliaria que nosotros apelamos. Se trató del cómputo, el tiempo mínimo que le permitía a Sukiassian lograr la libertad condicional y para ser excarcelado. Como mínimo, eran 8 meses preso. Para Piombo y Sal Llargués, ese plazo estaba cumplido incluyendo el tiempo de cárcel domiciliaria".

En sí, Sukiassian, un joven de alto poder adquisitivo, solo había enfrentado los rigores de la cárcel que imponía su pena por una fracción ínfima de la misma: limpió pasillos en prisión, según su propio testimonio a Perfil, y agradeció que no le tocara ningún compañero de encierro "que tenga maldad". Luego, pasó a su casa familiar.

El fallo que lo benefició no fue unánime. El Tribunal, en ese entonces, estaba también integrado por el juez Carlos Natiello, que votó en disidencia de sus colegas; Natiello entendía que, de acuerdo a la ley, Sukiassian debía cumplir su tiempo mínimo de pena en una cárcel común. Para Piombo y Sal Llargués, no hacía falta. No fue la única vez que los magistrados beneficiarion a Sukiassian: en una decisión posterior, le redujeron una prohibición de manejar de diez años a ocho por considerarlo "una desmesura."

Claudio Mazaira, abogado patrocinante de Perrone, recuerda la interna de los tres jueces que quedó plasmada en el fallo: "El que cambia es Piombo. Sal Llargués siempre estuvo en contra; para él no tenía que cumplir efectiva pena, pero para Natiello sí. Piombo solo adhería, todos los fallos de Piombo son contradictorios en ese sentido. No fundamentando, sino adhiriendo a Sal Llargués, escribió tres renglones. No es que tenía su criterio formado. El que causó el desnivel en la causa es Piombo; nunca dijo 'para mí es blanco o para mí es negro', no lo justificaba. Era más fácil adherir al preopinante".

En 2011, Sukassian se convirtió en la primera persona con una carátula de homicidio culposo en llegar a la Corte Suprema: el máximo tribunal ordenó que cumpla efectivamente su condena. Para su defensa, nuevamente, la cuestión se reducía al computo de la pena, y a los argumentos de Piombo y Sal Llargués. Guillermo Campaña, abogado del joven en ese entonces, aseguró que una vuelta de su cliente a prisión para que complete el plazo de cárcel común "sería una barbaridad, porque sería una cuestión contra él. El 100% de los tribunales lo computan como pena. Si no lo hacen con él, ¿qué harán con los otros miles de casos mucho más graves?".

Lo cierto es que, según Perrone y Mazaira, Sukaissian nunca volvió a estar preso a pesar de la larga pelea judicial. Otras voces estiman que, dados los tiempos, la causa por la muerte de Kevin habría prescripto en 2012. Perrone dice, resignada: "Ni sé dónde está hoy. Puede estar en cualquier parte del mundo. Recuerdo que siempre pedía permiso judicial para viajar a Estados Unidos, a Europa, a Armenia...". Sukaissian encontró un camino fácil a la libertad y, ciertamente, hubo quienes lo ayudaron.