"Chile dista de ser lo que los políticos dicen que es"

En "El botón de nácar", Patricio Guzmán presenta dos historias controversiales: el exterminio de los indígenas fueguinos y las víctimas de la dictadura. De paso en Buenos Aires, donde participó del BAFICI, dialogó con Infobae sobre derechos humanos en su país

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-Gabriela, ¿tú te sientes chilena?

-No, kawésqar

La respuesta la pronuncia una señora morena, con el rostro lleno de arrugas, casi como un símbolo del paso del tiempo ancestral. Los kawésqar eran uno de los pueblos del sur de la Patagonia chilena, que fueron exterminados durante la colonización de las tierras. La historia de Chile, como la de América Latina, está manchada de tragedias. En El botón de nácar, el cineasta Patricio Guzmán narra dos de aquellos sucesos que marcaron con sangre a su país. Por un lado, la desaparición de los indígenas fueguinos. Por el otro, las desapariciones durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.

"Esta película reitera la acumulación de impunidad que ha habido siempre", asegura el director en diálogo con Infobae tras la presentación del documental, en el marco de la 17ª edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI). "Primero los españoles eliminan a los fueguinos porque los consideran animales. Pero fundamentalmente son los chilenos quienes los expulsan para poner ovejas y los matan. El gobierno represor lanzó al mar a 1.400 personas y cometió muchos otros crímenes", indica el autor de la trilogía La batalla de Chile.

Según Guzmán, su película hace una metáfora de la historia de Chile. Tras haber abordado el norte del país en su trabajo anterior, Nostalgia de la luz, decidió está vez irse al sur para hablar de los fueguinos, pero también de las víctimas de los años de plomo. Distintos elementos se entrecruzan entre ambos relatos. Por ejemplo, el agua. Los fueguinos eran excelentes navegadores de los fiordos e islotes de la Patagonia. En esas mismas aguas del océano Pacífico, fueron arrojados los cuerpos de los muertos en la dictadura.

Pero el cruce más simbólico está representado por un botón. O, mejor dicho, dos. Guzmán presenta a Jimmy Button, un indígena que aceptó irse con Robert Fitz Roy a la Inglaterra de mediados del siglo XIX a ser "civilizado". Lo hizo a cambio de un botón de nácar. "Viajó cientos de años desde la edad de piedra hasta la Revolución Industrial", dice el cineasta. Esa historia se roza con el hallazgo de un botón que pertenecía a un desaparecido y que quedó pegado al riel con el que su cuerpo fue hundido en el mar. De esta forma, queda trazado un paralelismo sobre el que se construye el documental.

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-¿Cómo llegaron esas historias a usted?

-Sabía que los indios habían sido masacrados, pero no sabía cómo y empecé a estudiar la historia de seis tribus. Conocí a algunos y eran buenos, sobre todo Gabriela. Pero faltaba un contrapunto. En el museo de la ex prisión Villa Grimaldi había doce rieles y uno de ellos tenía un botón. En ese mismo tiempo leí la historia de Jimmy Button. A Fitz Roy se le ocurrió la idea absurda de llevarse indígenas para civilizarlos. Uno se llamaba Button porque por un botón aceptó irse. Tenía 14 años y entró al barco pacíficamente. No estaba encadenado y le pareció bien irse y volver. Ahí la historia se completó. Encontré una narración con un desarrollo que no se interrumpe hasta casi el final. Lo combiné un poco con mi vida personal y seguí utilizando la astronomía como tema unificador a través de las antenas de ALMA, de la supernova que estalló justo cuando gobernaba Pinochet, y el agua, que es el principal soporte narrativo.

Guzmán también reflexiona sobre la "absurda" geografía de Chile, un país extenso y delgado, rodeado por la cordillera y el mar, "un país para enrollar". El director remarca que, pese a sus más de 6.000 kilómetros de costa, el país vive a espaldas del océano y con la cordillera queda aislado del continente: "Viví seis años en Cuba y allí he tenido menos sensación de estar en una isla que en Chile", subraya. Los Andes son el tema de su próxima película, con la que cerrará una nueva trilogía, aunque admite que todavía no sabe si la realizará. "Porque no soy muy joven y porque es difícil. Tengo la idea apalabrada. Me atrae porque la cordillera es el muro que aísla al país", explica.

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Derechos humanos en Chile

A sus 73 años, Guzmán es uno de los máximos referentes de la izquierda intelectual chilena. Exiliado en Francia tras el golpe de Pinochet, dedicó buena parte de su trabajo a defender el derrocado gobierno de Salvador Allende. "Siempre se ha dicho que Allende era una minoría y que no tenía derecho de hacer las reformas que hizo, pero en las elecciones parlamentarias de 1973 obtuvo el 43,4% de los votos, y Angela Merkel en Alemania, el 42% y a nadie se le ocurre decir que su gobierno es una minoría", apunta a Infobae.

"Mi única esperanza está en el movimiento estudiantil, que es enorme, fuerte y valiente"

En ese sentido, no duda en acusar a ciertos sectores de la derecha de haber "inventado una historia de Chile que es falsa", a la vez que muestra su descreimiento con todo el arco político, incluido el gobierno de la socialista Michelle Bachelet. Critica, además, el sistema de educación y de salud y la "desigualdad social espectacular". "Mi única esperanza está en el movimiento estudiantil, que es enorme, fuerte y valiente. Son los únicos que me gustan porque el resto del país se ha vuelto arrogante", señala y sentencia: "Chile dista mucho de ser lo que los políticos dicen que es".

-¿Qué piensa de las reformas políticas que está llevando a cabo el gobierno de Bachelet?

-Creo que Bachelet hace lo que puede y es una persona con buenas intenciones, pero no se puede negar que está profundamente comprometida con una clase política que ha fracasado. No sé hasta qué punto ella pueda desprenderse de esa inercia, de esa trayectoria política. A lo mejor le sale bien, pero hasta ahora no ha podido llegar muy lejos. El 60% de los casos de violaciones a los derechos humanos no ha sido juzgado aún. ¿Por qué en 25 años no ha sido posible? Hay un pacto de no hablar. Bachelet es hija de un militar asesinado y recién ahora fue esclarecido quiénes fueron los responsables.

-Si compara, por ejemplo, con lo que ha sucedido en la Argentina con los juicios a los represores, ¿cómo calificaría la política de derechos humanos en Chile?

-El gran ejemplo de Argentina fue que se hizo por fin una memoria al estilo europeo, se destapó la olla, se descolocó el cuadro de la Escuela Mecánica, se los humilló como corresponde a los criminales. Lamentablemente es el único ejemplo de América Latina. Cuando los civiles tomaron el poder y Pinochet se fue, hubo un pacto. Algo parecido a lo que hizo Felipe González con la transición española. Se permitió la prensa libre, la presencia de partidos de izquierda, se permitió una vida democrática amplia, pero sin escarbar. Así es hasta el día de hoy.

"Se permitió la prensa libre, la presencia de partidos de izquierda, pero sin escarbar"

-En Argentina, los juicios no fueron de inmediato, ¿no cree que puede pasar igual en Chile?

-Hay mucha gente, sobre todo los jóvenes, que quieren saber lo que pasó, porque los profesores no han dicho nada, los padres no han dicho nada, los textos del colegio tampoco. Esa es la voz colectiva que existe y es muy esperanzadora.

-En el último tiempo, se convirtieron centros de detención en centros culturales, en la prensa hubo una amplia cobertura en el aniversario de los 40 años del golpe, ¿hay un cambio?

-Hay un archipiélago de la memoria. Cuando fue el golpe, hubo una política de onomástico que duró un mes, y después de ese mes ya se olvidó todo, como si la memoria fuera una cuestión de calendario y no un fenómeno que hay que cultivar todos los días para aprender de ella, para abrirnos hacia el futuro, porque sin memoria no hay futuro alguno. En Europa por ejemplo hay una política de recordar constantemente, de poner placas, monumentos. No es que uno pueda vivir de placas y de estatuas, pero la vida en general se hace con la arqueología, con la geología, con la astronomía. A partir de ahí la ciencia construye lo que vamos a tener en el futuro.