Autos, barreras, identificaciones, policías, caminos secretos y mucho misterio. Ése fue el recorrido que realizó el médico brasileño Liacyr Ribeiro cuando fue "invitado" a operar al dictador libio Muammar Khadafi en 1994.
El prestigioso cirujano plástico participó de un encuentro mundial sobre la materia que estaba desarrollándose en Trípoli. Se trataba del Congreso Árabe de Cirugía Plástica, en la cual el brasileño sería uno de los principales expositores. Sin embargo, en el segundo día, el organizador del evento le pidió un favor: "¿Podría atender a un amigo?". Por supuesto, respondió Ribeiro. No sabía quién era ese "amigo".
Fue allí cuando emprendió un viaje largo en auto. Le llamó la atención que el conductor de ese coche fuera nada menos que el ministro de Salud de Libia. Luego de interminables minutos, llegaron a destino y le presentaron a su paciente: Khadafi lo estaba esperando.
"Usted me tiene que operar", le dijo el dictador a Ribeiro, que estaba sorprendido ante la figura que tenía en frente. "Tenía mucha prisa. Y yo no sabía qué me iba a pasar", reveló el médico en una entrevista reproducida por el diario El País, de España. "¡Era el dueño del país! ¡Podían hacer conmigo lo que quisiera!". El brasileño temía por su vida, mientras que el libio sólo quería "rejuvenecer".
Una de las cosas que más impresionó al prestigioso cirujano era el absoluto conocimiento que el dictador libio tenía sobre su especialidad. Y también la velocidad con que quería ser intervenido, de ser posible en ese mismo momento. Fue allí cuando Ribeiro recurrió a su sabiduría e hizo valer su papel de médico jefe de la situación. Lo convenció a Khadafi de la inconveniencia de hacer todo a las apuradas y permitirle trabajar con parte de su equipo profesional. "Las cosas no se hacen así", le dijo. El jefe de la revolución de 1969 accedió al pedido.
"Había algo desagradable en operar a alguien así. Si algo sale mal: ¿saldré vivo de aquí?", manifestó el médico. Y agregó: "Existen varias historias sobre cirujanos de reyes a los que han matado después de la operación, para que no trascienda". Ribeiro recordó el pulcro lugar donde finalmente operó a Khadafi: "Era mejor que muchos de los que yo he conocido por el mundo". Era un hospital secreto y subterráneo en el mismo lugar donde vivía el líder libio. Y el equipo que lo asistía estaba compuesto por profesionales de todas partes del mundo.
Ribeiro también reveló un temor del dictador: quedar a merced de algún traidor en la mesa de operaciones y que fuera apartado de la realidad. Fue por eso que pidió que la anestesia que usaran sobre su cuerpo fuera local y no general. "Khadafi tenía pánico a quedar dormido y que lo desconectaran".
Todo salió bien en ese único quirófano libio. Y la paga fue abundante y en francos suizos. Con el dinero, pudo comprarse un auto de lujo. El dictador estaba contento con el trabajo realizado. Años atrás, a Ribeiro lo volvieron a llamar. Fue en 2010, cuando la crisis en Libia ya se hacía sentir y el cansancio de la gente con el dictador ya era manifiesta. Sin embargo, el prestigioso cirujano encontró en esa oportunidad una excusa para no asistir. "Ya no tenía ganas".
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