"Estoy en contra de la demagogia en la literatura"

Ezequiel Alemian, uno de los escritores argentinos más aclamados de los últimos años, habló con Infobae sobre su nuevo libro "Una introducción", que reúne nueve relatos originales y un viejo texto que gira en torno al mundial de Alemania

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Ezequiel Alemian trabajó como periodista especializado en temas financieros hasta que saltó a otro sector de las redacciones y se dedicó al periodismo cultural. Entre números, bonos y críticas construyó una carrera literaria que tuvo su momento clave en 2014 con la publicación de Una introducción (Mansalva), libro de relatos que resultó profusamente elogiado por críticos y escritores. Ese año también vio la luz el volumen que editó Editorial Excursiones, Impresiones, que reúne textos que tienen como guía la pregunta ¿Qué es hoy la literatura?


Una introducción está dividido en dos grandes partes, una primera compuesta por nueve relatos y una segunda en la que se reedita "Diario del Mundial de Alemania", cuya primera versión se publicó en la revista digital Éxito. Son textos disímiles que también tienen origen en lugares diversos, como una muestra de arte, una antología en alemán o un suplemento cultural. En los relatos subyace la convicción que Alemian expresa en esta entrevista, lo que define como "la desincorporación del género". En otras palabras, su desinterés por el debate acerca del género y la discusión entre ficción o no ficción. Lo que está claro es que a Alemian le interesan las palabras. Moldearlas y esculpirlas con la devoción de un escultor que sabe que debe trabajar y cuidar su materia para que el observador disfrute de su arte.


-Este libro no es el resultado de una intención suya, sino de una provocación del editor

Sí, todos los libros tienen una historia en cómo se van formando. El editor Francisco Garamona quería sacar el "Diario del Mundial" pero yo lo tenía comprometido con otra editorial y entonces le dije que no podía. Él me respondió: "Dejemos pasar un tiempo y después le agregamos otros cuentos y lo publicamos de nuevo que no va a haber ningún problema". Me parecía medio desprolijo pero pensé "voy escribiendo los cuentos y cuando llegue el momento de volver a discutirlo dejamos el Diario del Mundial afuera y publicamos los cuentos". Me puse a escribir como para hacer un libro distinto. Había un par de cuentos que tenía y otros que fui armando.


-Y al final se publicaron los cuentos y el "Diario del Mundial". ¿La unidad de estos relatos está dada por la diferencia entre ellos?

Puede ser, a mí me pasa algo y es que una vez que escribí algo de determinada manera no puedo escribir otra cosa de la misma manera. A veces pienso que podría mejorarlo pero el proceso de mejora está incluido en la versión final. No es una cosa pensada estratégicamente de decir "voy a hacer todas cosas diferentes", no me sale volver a hacerlo buscando por el mismo camino.


-¿Esto está vinculado con el proceso de corrección?

En este momento, probablemente. Hay algo que me pasa últimamente y es que escribo mucho y queda poco, me embarco en proyectos y trabajo cuatro o cinco relatos y después me queda medio relato. En otro momento hubiesen sido cuatro relatos.


-¿Se volvió más exigente?

Voy releyendo más, es como si el trabajo fuese más un trabajo de elaboración mental, más de pensar y de concebir el texto que de escritura. Hace unos meses quería laburar algo y lo que no quería era sentarme a escribir, como que la cuestión física de sentarme a escribir me parecía un plomazo. Tuve que inventar un método y un sistema que respondiera a otro tipo de vinculación con la escritura. Después hay un texto finalmente pero es como si el trabajo de escribir ya estuviera resuelto, no es que tenga que estar puliendo una estética determinada y tengo que estar trabajando el texto. Trabajo mucho sobre el texto pero es una cuestión más de corrección. Hay algo como performático de la escritura. La escritura es un momento único. El hecho que se vuelva algo rutinario conmigo no funciona, la escritura debería tener señales de convergencia, algo vitalista que me diga aquí se ve el momento de la escritura. Trato que sea un momento y no una rutina.


-¿Cómo convive en usted lo ficcional con los datos duros de la realidad que en estos textos aparecen?

La discusión ficción o no ficción no la registro mucho. Para mí son elementos para escribir. No es una cuestión que me preocupe. A veces me señalan la cuestión híbrida de los textos, que la reconozco y la pienso, pero la pienso posteriormente, no es que necesariamente esté queriendo trabajar con lo híbrido. Quiero trabajar sobre algo y me encuentro con esos elementos que me sirven para sostener la escritura. Me es indiferente si es un dato de la realidad, un sueño o una ficción. No importa si es un cuento o es un ensayo, para mí es inútil esa discusión: siempre hay algo más en los textos.


-¿No le interesa la discusión acerca del género?

No, y por otro lado hay gente que lee los textos y le parece ese el punto central: discutir los géneros. Es medio paradójico pero es algo que ya tengo incorporado, no tiene sentido respetar un género pero porque hice todo un trabajo para desincorporarlo.


-¿Esto implica una mayor libertad en el momento de escribir?

Venía de escribir una docena de novelas que tengo ahí, todas novelas malas diría, y malas también porque no las disfrutaba cuando las escribía. Escribiendo Una introducción me divertí muchísimo, la pasé muy bien. Tenía ganas de sentarme a escribir y trabajar los textos. Eso finalmente es un parámetro.


-¿Si se divierte el autor, se divierte el lector?

Sí, pero también tiene que ver con lo que uno hace. Cuando te decía que me paso varios meses trabajando textos y después me doy cuenta que no queda nada, no me mortifico, porque cuando voy leyendo digo "esto no me divierte, mejor que desaparezca". Si el texto me divierte, está bien.


-Imagino una enorme autoexigencia

Sí, pero en un sentido negativo, no esa autoexigencia de tenés que escribir un gran libro, cuando me di cuenta que no iba a escribir un gran libro me salieron los cuentos de "Una introducción". Ya tengo 45 años y voy a escribir lo que se me cante.


-Pero "Una introducción" fue recibido como un gran libro. Ha sido leído y elogiado por la crítica y por otros escritores. ¿Lo sorprendió la repercusión que tuvo?

No me sorprendió porque leo los comentarios, los retengo unos minutos y después los dejo pasar. No me enrollo mucho. Por supuesto que me gusta que salgan y me siento halagado, pero los leo con atención pero no en afán de discutirlos. Algunas cosas me quedan resonando más, otras no me quedan, leo con respeto y nunca me enojo.


-En algunos cuentos hay diálogos fallidos. ¿Esto se relaciona con una mirada crítica a una época con falta de escucha? ¿Con un momento en que todo el mundo quiere hablar de sí mismo y nadie escuchar a su interlocutor?

No sé qué vínculo tengo con la época. No puedo pensarlo de una manera muy clara por dónde pasa la relación con la época. Pensándolo ahora, los diálogos tienen que ver con una idea de separar elementos. En los diálogos de "¿Qué quiere decir con esto?", son cosas que están juntas y, al mismo tiempo, están separadas. Esa cosa de la separación y el espacio entre los elementos me gusta. Ahí hay algo que me interesa. Como si el relato estuviese en la separación, en la discontinuidad de los elementos, ahí es donde pasa algo con el relato. En donde está el relato es como si el relato no estuviese. El relato está donde está ese salto de la discontinuidad entre un elemento y otro. Ahí es donde hay algo. Es una enseñanza que tomo del surrealismo.


-¿Esa discontinuidad tiene que ver con lo lúdico?

Sí, tiene que ver con lo lúdico. Me gusta dejar en suspenso ciertas cosas, no me gustan los efectos, no me gusta lo indiscutible y efectivo, me gusta más que la cosa quede pendiente, flotante, suspendida. No me gusta Salinger, por ejemplo, sobre todo sus cuentos. Esos tipos que arman tan bien los cuentos que la frase última es un knock out. Esas cosas no me gustan para nada, es como otra moral de la literatura y la vida, son demagogos, estoy en contra de eso. Eso sí es consciente, trato de laburar en contra de esas cuestiones y pararme en los lugares débiles de los relatos y no subrayar, es como la inestabilidad del texto pero se arma otra cosa.


-¿Por eso le interesa reflexionar sobre la anécdota, que lo ha planteado en otros textos y también en Una introducción?

Sí, la anécdota me interesa. Es muy interesante la anécdota. El otro día leía un ensayo de una investigadora, Alejandra Ledesma. Hablaba de Aira y de una novela de Alan Pauls y -por ahí la estoy desdiciendo- decía que no se pueden leer esas novelas en términos anecdóticos, de lo que sucede textualmente, porque no alcanzan a crear un sentido de alguna manera. Como la anécdota que te cuentan y que significa algo. En un punto sí me parece que hay algo contemporáneo, como si eso se hubiese disuelto, pero por otro lado me pregunto si uno tuviese que decir la anécdota contemporánea. Yo puse la de los surrealistas y mucha gente ha trabajado sobre aquella de "Preferiría no hacerlo", el no hacer como el hacer, es una anécdota que es mínima pero que por ahí eso define mucho del siglo XX, casi como si fuese una representación. Me preguntaba si hay posibilidad de encontrarse con una anécdota de nuestra contemporaneidad. ¿Cuál sería? Habría que ver si hay una anécdota de tipo argumental que te sintetice un momento histórico. Es como un pensamiento para provocar otros pensamientos.