La nueva fase de Bitcoin, la moneda de la red

Luego de un 2014 plagado de malas noticias, la suerte de la polémica divisa virtual parecía echada. Pero la aparición de la tecnología Blockchain, que permite el registro de cada transacción de manera confiable, podría revertir su fortuna. Todos los detalles

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Cada tanto surgen tecnologías que son varios órdenes de magnitud superiores a las herramientas predecesoras. Es la distancia que existe entre usar una máquina de escribir versus el procesador de texto digital. La disrupción tecnológica implica que todo lo que se usaba antes para hacer una misma tarea queda obsoleto ante la aparición de un paradigma nuevo. Pero si uno se limita a describir una tecnología comparándola con lo que existía antes, corre el riesgo de cegarse en percibir el verdadero potencial de lo que tiene por delante.


Internet ha transformado la relación de la humanidad con el conocimiento. Uno puede comparar su impacto cultural con la imprenta de Gütenberg que supo generar una nueva conciencia renacentista en la Europa medieval. Pero la novedad respecto a la red no es solamente cultural. Un dato a considerar es que hasta el surgimiento de internet, el tipo de institución que procesaba el mayor nivel de información sobre una sociedad era el Estado. Y hoy ya no lo es más. La influencia de la red en nuestra concepción tanto política como económica del mundo se acrecienta cada día que decidimos informarnos por vía de las redes sociales antes que por cualquier medio tradicional.


No casualmente el desarrollo de la tecnología digital surgió por una necesidad pública: el primer cliente que tuvo IBM cuando dio sus primeros pasos en 1879 fue el gobierno de los Estados Unidos. Se usaron máquinas tabuladoras para procesar en menor tiempo la información del censo nacional y luego de las elecciones democráticas. Gracias a estas protocomputadoras se pudo reducir de 7 años el procesamiento de los datos de un censo a solamente 2. Pero hoy es imposible para cualquier Estado procesar el volumen de información que capta Internet. La red es una superestructura que responde a un grado de mayor trascendencia. Y a medida que nos adentramos en la sociedad de la información, la red empieza a ocupar roles que pertenecieron al Estado volviendo obsoletos a algunos de sus mecanismos históricos.


Si bien muchas veces se dice que Internet ha contribuido enormemente con la democratización del conocimiento, ha generado también nuevos centros de poder donde la maquinaria de empresas como Google, Facebook y Apple concentra un nivel de información inusitado. Estamos frente a una época transicional donde nos movemos del paradigma industrial basado en la generación de riqueza hacia uno digital enfocado en el acceso al conocimiento. Estas compañías son los puentes que supieron interpretar las necesidades del nuevo mundo aprovechando los recursos del viejo. Pero esto no tiene por qué sostenerse siempre así. La propia naturaleza de cómo funciona la red está en constante transformación.


Una de las novedades productivas más interesantes que trajo la era digital es el desarrollo de Software Libre: sin propiedad intelectual, incentivando la colaboración antes que la competencia y enfocando el valor económico en la oferta de servicios antes que productos. Las tres compañías mencionadas dependen ampliamente de los beneficios que genera el software libre: gran parte de su infraestructura usa librerías de código abierto desarrollada por una comunidad global de programadores que contribuye a diario con herramientas disponibles para cualquiera sin necesidad de pedir permiso para usarlas. Esto implica que casi todos los servidores de internet hoy en día corran usando Linux como sistema operativo antes que el cerrado Windows.


¿Cómo cambia el código abierto el desarrollo de tecnología? Veámoslo de la siguiente manera: en un mundo donde todos se guardan la receta, cualquier emprendedor está obligado a comenzar desde el principio el desarrollo de una nueva tecnología. Esto genera que muchas personas se encuentren "re-inventando la rueda" y deban competir entre sí hasta consolidar a un ganador en el mercado. La ineficiencia y consumo de recursos que esto genera es lo que ha desatado varios de los vicios visibles del capitalismo moderno. En cambio en un mundo donde todas las recetas deben ser públicas por default, un emprendedor no tiene por qué comenzar de cero: puede fijarse qué herramientas hay con su receta disponibles y empezar a construir aprovechando ese código obrando, tal como decía Newton: "sobre los hombros de gigantes para así poder ver más lejos". El espíritu de un contexto donde el conocimiento es compartido genera incentivos más altruistas también. Quien abre su código anhela que otros lo usen y lo modifiquen en pos de tener la certeza que su contribución es una que aporta sentido a la comunidad. Y el programador de software libre al saber que su trabajo no fue en vano termina ganando en reputación. El verdadero capital humano.


En los últimos años, la comunidad que desarrolla software libre comenzó a dar pasos en pos de tecnologías que ya no se limitan a mejorar el funcionamiento de una computadora sino que contemplan la forma en que opera una sociedad. El surgimiento de Bitcoin es tal vez la innovación más trascendente surgida por parte de este movimiento. Se trata de la primera criptomoneda que permite resolver cómo transferir valor de forma segura usando internet. Hasta el surgimiento de Bitcoin si una persona quería enviar apenas 1 centavo de dólar a otro, era prácticamente imposible hacerlo con computadoras (el costo de una comisión bancaria vuelve absurdo tal movimiento). Gracias a este protocolo libre creado con la colaboración de cientos de programadores distribuidos por el mundo, Bitcoin ha generado la primera forma de dinero programable contribuyendo enormemente al potencial que ofrece la red para mediar en la vida económica de cualquier persona.


Pero la innovación más importante que vino con Bitcoin no es de orden económico sino político: se trata de una moneda que funciona sin intermediarios. No hay bancos, no hay Estado, no hay corporaciones, no hay ninguna institución que concentre poder de forma piramidal para controlar su funcionamiento. Y esto se logró gracias a la innovación subyacente que hace posible el funcionamiento de Bitcoin: el Blockchain. Toda moneda es una tecnología que viene a resolver puntualmente un problema: cómo lograr que dos desconocidos confíen entre sí para poder realizar una transacción económica. Consolidar valor y confianza, nada más. Cuando una persona le da un billete a otra, ambas pueden desconfiar entre sí pero saben reconocer qué sellos y firmas debe tener el billete para poder asegurar la validez de la transacción. Ese billete está emitido por una institución: usualmente un Banco Central (o la Reserva Federal tal como ocurre en los Estados Unidos). Esto quiere decir que estas instituciones lo que hacen fundamentalmente es arbitrar confianza en la sociedad. Siempre en toda transacción económica, las dos partes involucradas están confiando tácitamente en un tercero: la institución. Gran hermano.


Estas instituciones han sido creadas porque hasta la fecha no hubo forma tecnológica posible para garantizar confianza entre pares sin arbitraje centralizado. Para asegurar su rol en la sociedad suelen monopolizar su mercado (prohibiendo el uso de otras monedas) y operativamente se enfocan en realizar dos tareas: por un lado verifican que no haya billetes falsos (distinguir información verdadera de falsa, algo que en informática se describe como "procesamiento de información"); y al mismo tiempo atesoran metales preciosos u otras monedas que garanticen un respaldo al circulante de billetes que haya en la economía ("almacenar información"). De algún modo podemos considerar a los Bancos Centrales como computadoras primitivas que funcionan con mecanismos basados en la imprenta y su forma nativa de software es el contrato (o billete).


Pero el gran bug que estas organizaciones tienen es que al final del día la autoridad que certifica los eventos ocurridos suele ser una sola cabeza: un presidente cuya firma es la que determina tanto la veracidad de los hechos registrados como las reglas de juego planteadas para una economía. Si esta persona no está capacitada o carece de la información suficiente como para tomar decisiones acertadas, las consecuencias para una sociedad pueden (y suelen) ser devastadoras. Las sistemáticas crisis que han golpeado tanto a países desarrollados como a naciones emergentes pueden encontrar en la raíz de su falla esta cuestión: la del ego en la cima de toda jerarquía. En países como Argentina esta falla se evidencia en la existencia de personajes políticos como Amando Boudou (autoridad responsable en firmar los pesos argentinos). Un ministro de economía que quiso apropiarse de la imprenta privada de billetes y fue condecorado por ello como vicepresidente del país.


En 2009, un anónimo bajo el nombre Satoshi Nakamoto encontró la forma de evitar la necesidad de un tercero a la hora de arbitrar confianza presentando un sencillo paper académico de 9 páginas. La legitimidad de su teoría se sustenta precisamente en el anonimato de su autor. No se ha podido identificar el ego detrás de una teoría económica con serias posibilidades de alcanzar un Premio Nobel. Su tesis dice algo así:


La tecnología con la que operan los bancos de todo tipo consiste esencialmente del libro contable. Un registro donde se ingresa cuanto dinero entra y sale de las arcas del banco. Y el Blockchain es como un gran libro contable donde se lleva registro de cada transacción realizada con Bitcoins en la red. Pero el Blockchain en lugar de estar albergado en un supernodo de la red, se encuentra en todos los nodos que se conectan a la red sin excepción. Todas las máquinas que operan con Bitcoin tienen una copia del Blockchain y se sincronizan para tener la última versión siempre disponible entre todas.


Al igual que las filas de los libros contables, el Blockchain es una estructura de datos que consiste de bloques donde cada uno contiene los datos de una cantidad determinada de transacciones hecha ("X bitcoins fueron de la dirección A a la dirección B"). Y adicionalmente cada bloque apunta a la dirección del bloque que lo precede, por eso son bloques que se "encadenan" (de ahí chain). Gracias a este modelo de encadenamiento es que se pueden ordenar los eventos en el tiempo bajo el Blockchain, dado que es una estructura de datos que tiene que sostenerse en una red donde ocurren millones de eventos de forma asincrónica. Matemáticamente este problema se describe como el de los Generales Bizantinos: ¿cómo se logra que varios generales distribuidos en diferentes lugares reciban la misma orden en un campo de batalla caótico? Internet es ese campo de batalla y cada computadora conectada un general.


 AFP 162
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Si existiera una transacción fraudulenta con Bitcoins esto quiere decir que habría dos bloques generados que apuntan a un mismo bloque previo. ¿Cómo logra el protocolo del Blockchain resolver cuál bloque es el verdadero? Aquí es donde entra en juego la criptografía. Todos los bloques nuevos que se generan cada vez que hay una transacción con Bitcoins, se generan guardando transacciones encriptadas. Para resolver su contenido hay mineros que se dedican a usar su poder de procesamiento para validar que las transacciones en los bloques generados fueron efectivamente encriptadas en el tiempo computacional registrado. El primer bloque en ser resuelto por la mayoría de las máquinas conectadas a la red, registra sus transacciones como validas y termina por encadenarse a la cadena más larga que exista en el Blockchain (pueden existir cadenas paralelas, pero la más larga es la que se legitima como universalmente aceptada). Y los mineros que contribuyeron con su cómputo reciben una recompensa en Bitcoin por cada bloque resuelto acorde a la emisión predeterminada por el software (tendiente a un total de 21 millones de Bitcoins con 8 posiciones decimales cada unidad para el año 2140).


Al poder arbitrar confianza entre dos personas sin necesidad de una institución centralizada, lo que el Blockchain provee a la red es de una burocracia que puede volver obsoleta a todas las formas burocráticas pre-existentes. El surgimiento de profesiones como contadores, escribanos o banqueros fue un "mal necesario" para poder sostener el funcionamiento del Estado como tecnología social que permitiera a las personas organizarse bajo un marco jurídico confiable. Pero bajo el Blockchain, ninguna de estas profesiones tiene razón de ser: desde cualquier lugar del mundo y sin necesidad de permisos especiales, cualquier persona puede registrar un evento y garantizar con seguridad (gracias al trabajo computacional involucrado para encadenar el evento) que ese hecho ocurrió en el tiempo (timestamp) indicado. En términos políticos, el Blockchain es una burocracia universal y una jurisprudencia global donde es posible dejar registro de acontecimientos económicos y políticos de todo tipo y tamaño. Y al no tener una autoridad central, rompe con todo lo conocido en materia de instituciones: nadie intermedia por nadie.


La intermediación es la explotación del hombre por el hombre. Ya sea por vía del acceso al capital o del acceso a derechos, las instituciones humanas coercitivamente fuerzan a las mayorías a realizar tareas mientras unos pocos gozan de los beneficios generados. Por eso el rol del trabajo usualmente implica ser un engranaje en la máquina, como el personaje encarnado por Charlie Chaplin en la película Tiempos Modernos, la intermediación es una consecuencia del modelo de producción industrial. Y lo que la red propone es un paradigma basado en la información. Al contrario de la industria que depende de la materia, la información no es un bien escaso sino abundante. Y en un contexto de abundancia, el verticalismo y la eficiencia son irrelevantes: empieza a primar la horizontalidad y la búsqueda de sentido entre tanto ruido. Por eso la naturaleza de las organizaciones puede cambiar bajo el paradigma digital.


En un mundo donde no hay intermediación cambia la relación del hombre con su capacidad creadora. Su trabajo deja de estar al servicio de una autoridad y comienza volcarse a inevitablemente a su entorno directo, entre pares. Con el surgimiento del Blockchain vamos a comenzar a ver novedosas formas de organización humana que trascienden las limitaciones de los modelos históricos de institucionalidad. Bitcoin es de hecho la primera Organización Autónoma Distribuida sin una autoridad central y que ha generado un valor económico que supera los miles de millones de dólares en pocos años. Este modelo de organización sin cabeza no es comparable a las corporaciones o el Estado, sino que consiste de una novedad en sí misma.


Y así como el Bitcoin reemplaza en sus funciones al dinero, se puede implementar sobre el Blockchain también nuevas aplicaciones de índole burocrática. Una de las más interesantes podría ser una aplicación que ayude a validar identidad de forma descentralizada. Una suerte de pasaporte digital que abre las puertas a una nueva forma de ciudadanía global, donde la red podría comenzar a constituirse como un espacio trasnacional que gane cada vez mayor soberanía y legitimación por parte de sus integrantes. Y lo mejor de todo es que la red como nación no es una que pueda frenar a sus inmigrantes en la frontera: internet, al operar usando computadoras y software libre, es la primera red que no exige permisos tanto para usar las herramientas que ofrece como para implementar nuevas innovaciones en su estructura. Es la puerta a nuestra evolución como especie.


Frente a este potencial muchas veces se señala que el Estado aún tiene potestad sobre un elemento contundente: el monopolio de la fuerza. Pero sobre esto también la red generada por Bitcoin presenta una alternativa que merece consideración: su capacidad de cómputo supera a las mil supercomputadoras más potentes del mundo (y combinadas entre sí). Para ilustrar la relevancia de esto, se puede rescatar uno de los episodios más importantes de la historia del siglo XX: en la Segunda Guerra Mundial fue precisamente el poder de procesamiento de las protocomputadoras diseñadas por Alan Turing lo que le dio una ventaja estratégica a los Aliados por sobre los Nazis, logrando acelerar la desencriptación del mecanismo central en la máquina Engima. La inteligencia como elemento geopolítico y militar es de una enorme trascendencia y saber que la máquina de encriptación/desencriptación más poderosa del mundo contemporáneo ya no pertenece a ningún gobierno hace también al Blockchain una fuerza emancipadora de los mecanismos de control tradicionales que se sustentan en la fuerza física.


Si la posibilidad de progreso en la especie humana es un destino real, entonces debemos aseverar que la función precede a la forma, que el código gobierna al hardware, y que las ideas se imponen en la realidad. El Blockchain es ante todo una idea expresada en software y su impacto ya está transformando la dinámica sobre la que opera tanto internet como las finanzas internacionales. La maduración de estas tecnologías puede llevar su tiempo pero su inevitabilidad se intuye rápido para quien esté atento y receptivo. Y frente a las decisiones que uno toma todos los días considero que la mejor forma de cambiar al mundo para bien es optando por aquellas herramientas que nos acercan más al mundo que deseamos vivir versus las que perpetúan el fraude del mundo heredado.


Nunca estuvo tan al alcance de la mano de cualquier ciudadano la posibilidad de gestar un cambio tan profundo en el mundo. La red siempre ha sido un símbolo de progreso y tecnología. Siglos atrás era la tecnología del pescador con la que lograba multiplicar su fruto en beneficio de todos. Para el emprendedor contemporáneo es hoy un nuevo espacio capaz de romper cualquier muro, conectando nuestras conciencias a una escala global inspirando a la humanidad a realmente plantearse la posibilidad de algo que sea una superación de toda su historia. Está en cada uno de nosotros la posibilidad de construir esa nueva realidad.


El autor es un emprendedor, tecnólogo y autor. Co-fundador del Partido de la Red.