Cadenas de TV: el arma favorita de los regímenes autoritarios

Países como Venezuela, Irán, Rusia y China expanden señales estatales creadas, casi todas, en la última década. Desde allí propagan su discurso beligerante contra las democracias occidentales

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Estos auténticos imperios mediáticos, construidos con fondos públicos, suelen presentarse al resto del planeta como una alternativa al predominio del mensaje occidental, y también como una vía para llevar sus ideas al debate global y consolidar mercados.

Sin embargo, algunos expertos consideran que estas cadenas televisivas fueron levantadas como parte de la artillería pesada gubernamental para contrarrestar los avances democráticos que se están produciendo en el mundo.

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Uno de estos ejemplos es el de Telesur, un canal de televisión venezolano dirigido a América Latina que fue creado en 2005 con la lógica del entonces presidente Hugo Chávez. El plan consistió en asignar fondos de la renta petrolera del país para crear una señal transnacional que difundiera la supuesta "cosmovisión" del Gobierno.

La intención, más allá del declarado propósito de dar a conocer la agenda oficial de los países sudamericanos, era la de ser un contrapeso a las cadenas internacionales de noticias, pero especialmente a CNN en español, con quien Chávez mantuvo grandes polémicas.

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Nueve años después, Telesur mantiene el esfuerzo de presentar una programación que responde a la visión geopolítica de los gobiernos socios de Caracas, según publica el periódico El País, de España.

Algunos ejemplos ilustran esta postura: durante el Mundial de Fútbol realizado en Brasil transmitieron el programa De Zurda, que mezclaba el fútbol y la política, conducido por Diego Maradona y el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales. El histórico futbolista argentino se regodeaba en su amistad con el presidente Nicolás Maduro y con Fidel Castro, y demonizaba a los Estados Unidos. Y las noticias sobre Venezuela siempre prefieren mostrar el lado épico que Maduro ha tratado de darle a su empeño de rebajar la inflación y la escasez endureciendo los controles a la economía.

Luego de estudiar los contenidos de Telesur, el investigador Marcelino Bisbal, de la Universidad Católica Andrés Bello, encontró un patrón común: al igual que los medios oficiales venezolanos, más de la mitad de la oferta de la señal internacional está destinada a transmitir noticias que complacen los intereses de los gobiernos accionistas (Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela). En 2014, Telesur inauguró un canal en inglés, que se emite desde Quito, con el objetivo de entrar por satélite en el territorio de su "enemigo" Estados Unidos.

La iraní Press TV le da espacio a quienes niegan el Holocausto

El modelo iraní

Otro canal de cuestionable presencia es el satelital iraní PressTV, que insólitamente no puede verse en su país de origen porque allí están prohibidas las antenas parabólicas. Lanzado en 2007, desde sus comienzos la cadena ha sido acusada de antisemita, de darle espacio a quienes niegan o cuestionan el Holocausto y de hacerse eco de todas las teorías conspirativas contra los gobiernos occidentales.

Por estos motivos, la Liga Antidifamación y otras entidades hicieron una serie de denuncias que provocaron que varios satélites europeos y americanos dejaran de transmitir la señal del régimen teocrático.

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Financiada por el Estado, su presupuesto anual era de 250.000 millones de riales (el equivalente a casi siete millones de dólares) en 2009, el año en que se publicó el último dato. A su director general lo nombra el líder supremo, el ayatollah Alí Khamenei, y todas las noticias deben pasar una revisión ideológica antes de ser emitidas.

La "prueba de fuego" de la cadena fueron las protestas luego de la reelección de Mahmoud Ahmadinejad en 2009. A partir de ese momento, PressTV perdió toda credibilidad al alinearse sin el menor cuestionamiento con la versión oficial que calificó a los manifestantes pacíficos como "sediciosos al servicio de potencias extranjeras".

Los medios rusos se encuentran entre los más activos y beligerantes

El bloque ruso-chino

En la batalla global informativa, los medios rusos se encuentran entre los más activos y beligerantes. El conflicto con Ucrania ha llevado la guerra propagandística del Kremlin contra Occidente hasta niveles sin precedentes, y en este sentido, Moscú acaba de impulsar una macroplataforma informativa en el exterior, llamada Sputnik, mientras el canal de televisión Russia Today sigue en expansión.

La ofensiva tiene cara: Dmitri Kiselev, un popular presentador de TV conocido por sus ataques contra Occidente y los homosexuales, y por describir a Ucrania como un país dirigido por fascistas. El locutor, que se ha ganado el apodo de "propagandista jefe del Kremlin", está al frente de Rossiya Segodnya (Russia Today) un conglomerado de medios "anti CNN" impulsado en 2013 por Moscú.

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Su último lanzamiento es el mencionado Sputnik, un servicio de noticias en radio e internet para el mercado internacional en cuya web se destacaban esta semana, entre otras cosas, aspectos positivos de la caída del precio del petróleo, aunque en realidad suponga un golpe para la economía rusa.

El objetivo real de estos medios es lanzar una estrategia de desinformación para dividir a Occidente, afirman el periodista británico Michael Weiss y el productor de televisión ruso Peter Pomerantsev, quien vive en Londres. Ambos ponen como ejemplo un reportaje de RT en el que se aseguraba que había judíos huyendo del antisemitismo de Ucrania, o lanzando teorías conspirativas sobre el accidente del vuelo MH17 de Maylasia Airlines que fue derribado en julio pasado en Ucrania.

CCTV busca "que personas de otros países conozcan el mundo desde una perspectiva china"

La televisión estatal china CCTV es uno de los principales instrumentos para expandir la diseminar la propaganda del Partido Comunista. La expansión internacional del ente, que se define como "un vocero importante del partido, el gobierno y el pueblo chinos", comenzó en 2001, y en la actualidad cuenta con departamentos que gestionan las versiones en inglés, castellano, francés, ruso, coreano y árabe, y tres grandes redacciones en Pekín, Nairobi y Washington.

El objetivo es "que personas de otros países conozcan el mundo desde una perspectiva china", describe Chen Yongqing, del Departamento de Difusión y Desarrollo en el Extranjero de la televisión. No obstante, la cobertura de asuntos considerados delicados repite la línea oficial, como ocurre con la violencia en Xinjiang o el panorama en el Tíbet. Y otros asuntos, como los aniversarios de la matanza de Tiananmen, directamente se ignoran.

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La línea editorial con la que se presentan las noticias está centrada en destacar la iniciativa de Pekín en temas por los que el Gobierno suele ser criticado en los foros internacionales, como por ejemplo la contaminación. La programación para el consumo doméstico tampoco se libra de las críticas. Un grupo de intelectuales chino ha acusado a los responsables televisivos de utilizar sus programas de ficción e informativos para "lavar el cerebro" de la audiencia.

La

falta de libertad de criterio

queda demostrada en el hecho de que los trabajadores de

CCTV

en China están sujetos a un

fuerte control gubernamental

y a la

censura.

Mientras que en las ediciones en otros idiomas, los trabajadores raramente tienen espacio para la producción propia y en muchos casos se limitan a traducir y editar las noticias que llegan desde el canal en inglés.