Tres bares notables porteños desde adentro

Forman parte de la historia argentina y fueron escenario de diversos hechos culturales. Por sus mesas pasaron personalidades como Jorge Luis Borges y Carlos Gardel, entre otros. Infobae recorrió algunos de los más emblemáticos, donde la tradición y el aroma a café nunca se apagan

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Generalmente en distintas ciudades del mundo un bar suele ser un punto de encuentro muy habitual, pero en Argentina, el sentimiento de ir a tomar un "cafecito" es mucho más fuerte por el significado que tienen estos lugares, siendo protagonistas de todo tipo de historias.

Son la salida obligada de aquellos que visitan por primera vez Buenos Aires, pero también un ritual placentero de quienes viven en ella. En total son 84 los cafés y bares porteños considerados "notables". Se los llama así porque gracias a su arquitectura, antigüedad, y relevancia histórica forman parte oficial del patrimonio cultural de la Ciudad.

Estos lugares legendarios han sobrevivido al avance de las cadenas de confitarías sobre los lugares más tradicionales. Algunos de los bares que Infobae muestra en esta recorrida fueron cerrados y reabiertos como es el caso de la Confitería las Violetas y Los Angelitos. Otros, como el Café Tortoni, siempre mantuvieron abiertas sus puertas resistiendo al paso del tiempo. Por todo ello, son una huella imborrable en la historia de nuestro país. Esto devela algo muy importante: el espíritu de recuperar y conservar 'lo nuestro'.

No se puede dejar de lado las personalidades del ámbito de la cultura, el deporte y de la política que visitaban esas mesas. Carlos Gardel, Roberto Goyeneche, Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges, Tita Merello, fueron tan sólo algunos de los que formaron parte de la fisonomía de estos bares, en dónde quedarán plasmadas sus historias por siempre.

Confiterías Las Violetas

Fue creada en 1884 en Almagro, más precisamente en la esquina de Medrano y Rivadavia. Su arquitectura al mejor estilo francés era digna de admirar. Poseía suntuosas arañas, mesas de mármol y vitrales que aún se conservan luego de una minuciosa restauración. Alrededor de ella los comercios poco a poco fueron surgiendo y copando el lugar para así conformar el actual barrio tal y como se lo conoce.

Según recuerda Luciano Correa, uno de sus mozos, por esa época predominaban las casas quinta de grandes jardines con plantas de violetas, razón por la cual la confitería adquirió su nombre.

El lugar cuenta con grandes anécdotas. Por ejemplo se decía que muchas de las mujeres que iban jamás conseguían novio por estar abocadas a su trabajo como maestras. Entre los personajes más destacados que por allí desfilaron está la escritora Alfonsina Storni que siempre pedía té mientras leía o escribía.

Las Violetas al igual que muchos bares porteños fue cerrada luego de que su dueño huyera a España. Posteriormente una cooperativa de empleados intentó mantenerla pero no fue posible. Estuvo abandonada por un tiempo, pero 1998, fue nombrada área de protección histórica de la Ciudad de Buenos Aires y luego, gracias al esfuerzo de un grupo de gastronómicos, recuperada. Las tortas, los sándwiches de pavita, sus facturas y confituras son aquellas cosas que no deben dejar de probarse.

Café de Los Angelitos

El café fue inaugurado en 1890 por el italiano Batista Fazio bajo el nombre de Bar Rivadavia en el barrio de Balvanera. El lugar inicialmente funcionó con instalaciones precarias y piso de tierra. Rápidamente fue mejorando su aspecto y se convirtió en uno de los centros de payada más importantes. Tiempo después, en 1920, el español Carlos Salgueiro compró el local.

Jorge Tejada, gerente comercial del "Café los Angelitos" cuenta que el nombre fue producto de una frase irónica del comisario de Balvanera que vigilaba el bar, el cual era frecuentado por compadritos y malandras . Cuando se le informaba que allí había disturbios, decía: "Vamos para el café, a ver en qué andan los angelitos", por eso, dejó de llamarse Bar Rivadavia, para adoptar el nombre con el que actualmente se lo conoce.

En la época dorada del tango, Carlos Gardel, era habitué del lugar. Junto al cantante y compositor uruguayo José Razzano siempre ocupaban la misma mesa a la cual concurrían junto a todos sus amigos. También se dice que allí el "zorzal criollo" firmó su primer contrato con el director del sello Odeón, para grabar su primer disco

En 1992, luego de más de 100 años de existencia y de varias crisis económicas sus dueños decidieron cerrarlo. El sitio fue abandonado y comenzó a deteriorarse poco a poco, situación que llevó a ordenar su demolición. En 2006 fue reconstruido y en 2007 reinaugurado.

La comida del lugar tiene una gran variedad en su menú, pero el puchero es uno de los platos más pedidos.

Café Tortoni

Ángel Sosa, mozo de "Café Tortoni", explica que de los orígenes del lugar se sabe muy poco: "Se dice que un inmigrante francés de apellido Touan decidió inaugurarlo a fines de 1858, siendo la más antigua de todas las cafeterías del país. También se dice que el nombre procede del célebre Café Tortoni de París, lugar donde se reunía toda la cultura parisina del siglo XIX". A fines del 1900, el lugar fue comprado por un empresario francés llamado Celestino Curutchet.

Al bar ubicado en Avenida de Mayo concurrían pintores, escritores, periodistas y músicos que formaban la Agrupación de Gente de Artes y Letras, liderada por Benito Quinquela Martin. En 1926 forman La Peña y por ese motivo le piden autorización a Curutchet para que les permita utilizar la bodega ubicada en el subsuelo. De inmediato acepta ya que esos artistas a pesar de "gastar poco" le daban fama al café. Además de ser un lugar de reflexión de ese grupo también se realizaban conciertos y espectáculos musicales.

Al final del edificio funcionaba una peluquería, llamada actualmente salón "César tiempo". Allí uno podía pedirse un café y luego esperar a que lo atiendan o viceversa. Lo interesante es que aquella barbería funciona actualmente como una especie de pequeño museo para que los visitantes puedan conocer un poco más de la historia del Tortoni. Por eso, conserva la arquitectura original, una biblioteca y muchos de los elementos, como sillones y espejos, que se utilizaban en aquella época.

En cuanto a la gastronomía, el paladar podrá ser testigo de los famosos churros que se degustan junto a un chocolate caliente. De hecho cuando Hillary Clinton pasó por allí no quiso dejar de probarlo, situación repetida por muchos turistas.