Mónica Gutiérrez: "Yo esperaba otra cosa de Cristina"

En una entrevista íntima con Santiago Del Moro, la conductora del noticiero de América analizó la situación política del país, habló sobre sus comienzos en el periodismo, sobre su familia y sobre la maternidad

Compartir
Compartir articulo

A veces tengo el corazón helado, sé poner el corazón helado frente a ciertas cosas; y otras, me abro a toda la sensibilidad, porque a mí me parece que uno transmite lo que siente. No podés transmitir cosas que no te pasan por el cuerpo, por el alma, que no te atraviesan. Entonces, frente a ciertas situaciones yo prefiero despojarme totalmente, abrir toda mi sensibilidad y entregarme a que la situación me invada. Hay momentos en que te tenés que poner helado, porque si no, no podés. Y sé administrar eso, porque hago esto desde muy chica, supongo.

Yo empecé a trabajar en televisión a los 19 recién cumplidos.

Muy chica, sí.

En realidad nunca hice otra cosa. Cuando estaba terminando la secundaria comprendí que mi vocación pasaba por el periodismo, pero yo siempre pensaba que iba a escribir, que iba a dedicarme toda la vida a escribir porque realmente me gustaba. De hecho, escribía y hasta gané un premio de poesía en aquellos años, pero se fue dando que me empezaron a convocar de la tele. Pasé la primera prueba. Hubo una pruebita que no pasé, cuentan, porque tenía un defecto de dicción. Ceceaba.

Yo ceceaba, pero hasta los 18 era un encanto. Después de los 18... (risas). Inmediatemente hice un tratamiento foniátrico que me corrigió inmediatamente, empecé a trabajar mi voz, y después vino una prueba en tele, otra... Pero yo estudiaba ciencias de la comunicación –yo soy licenciada en comunicación social–, y a la vez estudiaba derecho. Pero yo estudiaba para escribir.

Yo tengo una familia tremendamente diferente. Mi vieja tenía tres títulos universitarios, fue directora de extensión universitaria, profesora de filosofía, doctora en letras, y tenía un séquito de discípulos que la adoraban. Mi papá apenas había terminado la primaria.

Sí. Una pareja muy sui generis la de mis padres. Los dos adorables, cada uno a su manera. Mi viejo era un tipo de una sensibilidad poco común. Y mamá era vanguardia para su tiempo. Era una mujer que era muy dueña de sí misma, imponente, y a la vez por momentos era una nena. Me enseñó desde muy chica que yo no tenía que tener una vida sexista. Que tenía que primero percibirme como un ser en el mundo y después, si me quedaba tiempo, acordarme de que además era mujer. Mi viejo era de una nobleza poco común, que tenía un sentido profundamente sensible de la vida. Era pura sensualidad, todo lo que le pasaba cerca lo captaba desde los sentidos. Recuerdo mucho sus ojos... Mis padres murieron jóvenes. Tenía unos ojos que se le humedecían frente a las emociones y eso sí lo saqué. Viste que yo lloriqueo mucho, y todo el mundo cree que lloro, y es probable que a veces sean lágrimas de lo que convencionalmente se entiende por llanto. Pero creo que la humedad de los ojos expresa emociones que no puedo disimular. Nada más que eso.

Me despego poco. Yo salí de casa de mis padres, me dieron una educación exigida en algún punto, pero yo nunca había visto sangre, nunca había visto un muerto, nunca había visto un montón de cosas de cerca. Y salí siendo como una nenita de mamá en un punto, a pesar de que había pasado por la universidad y todo. Y esta profesión te foguea, te hace muy dura y te hace vivir un montón de circunstancias, y te hace enfrentar otras tantas... Uno lo va llevando en la vida. Hay momentos en que digo: "Uy, debería haber sido bailarina clásica". Me hubiera encantado, hubiera sido otra vida, otra cosa. Pero no, bueno... hay una vocación que es más fuerte que cualquier otra cosa. Yo creo que cuando uno se deja llevar por algo que es muy vocacional, va sorteando, va saltando...

Muchas veces he llorado. Otra veces he postergado el llanto, y otras veces que salí del canal como si nada y de golpe me han agarrado crisis de llanto tremendas sin que hubiera un disparador directo.

Sí.

Porque no quería ser madre en cualquier circunstancia. Primero que yo salí de mi casa pensando que lo que menos quería era ser madre. Lejos de ser una Susanita, pero ni ahí. Me espeluznaba la idea, me parecía espeluznante el tener un chiquito entre mis 20 y mis 30, que compitiera con todos mis proyectos y mis cosas. Soy como un paradigma de mi generación, en un punto. Después, estaba casada y la verdad es que no creía que ese era el contexto para tener hijos. Yo siempre dije: voy a tener hijos cuando tenga un profundo deseo de tenerlos, tenga tiempo para dedicarles a full... No a full, digamos: para incluirlos dentro de mi cosas y además cuando tenga un papá que merezca ser tenido como padre. Yo siento que la maternidad es la cosa más mágica que me pasó en la vida. Yo entro a los quirófanos como quien entra a un spa. Me había preparado mucho psíquicamente, y estaba muy relajada, muy divertida con la idea de que iba a ser mamá y todo lo demás. Así que para mí las tres cesáreas –probablemente creas que exagero– fueron una fiesta.

Yo esperaba otra cosa. No esperaba este punto de tensión, de confrontación, de polarización supuestamente ideológica, de medidas tan extremas que se tomaron. Yo esperaba otra cosa de Cristina. Obviamente, como mujer, casi contemporánea, y todas estas razones, y por una cuestión hasta de simpatía –pensá que yo la he entrevistado muchas veces a Cristina en los 90–, y después en este último tramo, tenía muchas fichas puestas, como congénere, de que ella saliera de una presidencia dejándonos a todas muy bien paradas. Y bueno, la verdad es que es una pena: este gobierno va a dejar muchas cosas importantes cuando se vaya y va a dejar otras que la verdad yo preferiría olvidar o superar.

Es muy difícil ponerse en el lugar de la historia cuando lo estamos viviendo...

Yo creo que va a ser un capítulo que va a analizar mucha gente por mucho tiempo, no es un capítulo más. Ellos estuvieron al frente del poder y no sabemos si van a seguir estando como kirchnerismo unos cuantos años más. Pero del 2003 hasta acá tenemos 11 años. Yo creo que esta concentración del poder, esta toma de decisiones cerrada, esta estigmatización de la prensa o del que piensa diferente, que todo eso cuando se vea a la distancia va a ser duramente juzgado por la historia. Después, bueno... Desde 2011 hasta acá, muy especialmente, se toman decisiones económicas que no sé muy bien a dónde nos llevan.

Por lo pronto, me gustaría vivir como para conocer a mis nietos. Yo tuve una abuela que llegó hasta los 106... No creo, no creo (risas). Mi mamá murió muy joven. Me gustaría poder tener algún tiempo libre como para viajar a como dé lugar.

A cualquier parte. Sin itinerario. Pero si me preguntás, es un tiempo sin reloj, en el que poder escribir, cocinar o hacer lo que sea sin mirar el reloj. Porque vos sabés mejor que yo que esto es puro reloj. Que no podés llegar un minuto tarde. Vos sabés que yo tenía un sueño recurrente en toda mi vida, entre muchos otros. Uno de mis sueños recurrentes que tenía es que llegaba tarde al noticiero. Entonces me veo corriendo por las calles, pasando semáforos, y llegando 30 segundos después.