Es un mito que el poder desgasta: 90% de los presidentes son reelectos

En los últimos 25 años, 18 de los 20 mandatarios que se postularon nuevamente en América Latina vencieron y por más votos. Una competencia desigual

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Desde 1990 hasta hoy, 20 presidentes en ejercicio buscaron la reelección en los países de América Latina que la habilitan de forma consecutiva. Sólo dos fueron derrotados por candidatos de la oposición.

En Argentina, Carlos Menem reformó la Constitución en 1994 para acceder a un segundo mandato, y se impuso cómodamente en las elecciones de 1995. Cristina Kirchner, elegida por primera vez en 2007, mantuvo el poder con amplia ventaja en 2011.

Fernando Henrique Cardoso siguió en Brasil el ejemplo de Menem y habilitó la reelección consecutiva, que obtuvo en los comicios de 1998. Lo mismo hizo su sucesor, Lula da Silva, que llegó al poder en 2003 y consiguió un segundo mandato en 2007. Su hija política, Dilma Rousseff, podría seguir sus pasos si vence a Aécio Neves en el ballottage que se realizará en una semana.

Lo mismo hizo Alberto Fujimori en Perú, aunque luego de realizar un autogolpe en el que disolvió el Congreso e intervino el Poder Judicial. Fue reelecto en dos ocasiones, primero en 1995 y luego en el 2000.

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El que ostenta el récord de reelecciones es Hugo Chávez, que llegó a la presidencia de Venezuela en 1999. Tras sancionar su propia Constitución, ganó la primera reelección en 2000, la segunda en 2006 y la tercera en 2012.

En Bolivia fue Evo Morales quien modificó la Carta Magna para habilitar la reelección consecutiva, y la consiguió en dos oportunidades: primero en 2010 y hace días, en octubre de 2014.

Muy parecida es la trayectoria de Rafael Correa en Ecuador. Llegó al poder en las elecciones de 2006, accedió a su segundo mandato en las de 2009 y al tercero en las de 2013.

El que ostenta el récord de reelecciones es Hugo Chávez, que llegó al poder en 1999

Álvaro Uribe habilitó y consiguió la reelección en Colombia en 2006. Juan Manuel Santos, su sucesor, también fue reelecto, en 2014. Aunque ahora impulsó una reforma para inhabilitar la posibilidad de un segundo mandato seguido.

En 1990, Joaquín Balaguer, que había sido electo presidente de República Dominicana por tercera vez en 1986, consiguió acceder a un nuevo mandato consecutivo. Luego se eliminó la posibilidad de la reelección.

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Hipólito Mejía, que accedió a la presidencia en el 2000, impulsó su reinstauración e intentó reelegirse en 2004. Pero fue uno de los dos mandatarios latinoamericanos que perdieron. Sí tuvo éxito su vencedor, Leonel Fernández, que ganó un segundo mandato en 2008.

El otro mandatario que fracasó en el intento de mantener el poder fue Daniel Ortega, en Nicaragua. Siendo presidente, perdió en las elecciones de 1990. Sin embargo, tuvo revancha. Tras regresar a la presidencia en 2007, ganó cómodamente la reelección en 2011.

"En general, los presidentes que se postularon han ganado. De hecho, en varios países ellos mismos impulsaron reformas constitucionales para hacer posible la reelección. Entonces, hay una doble ventaja. Primero porque hacen los cambios para ellos, y segundo porque los partidos en el poder cuentan con más recursos", explica Javier Duque, magíster en estudios políticos y profesor de la Universidad del Valle, Colombia, consultado por Infobae.

"Es al contrario de lo que se ha pensado siempre, que el poder desgasta. Si fuera así, no se los reelegiría. El poder no desgasta, da más recursos. Y los que están en el Estado los utilizan para fortalecer sus posiciones", agrega.

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Una ventaja universal, pero acentuada en América Latina

"No es un fenómeno exclusivo de América Latina, es un fenómeno universal, que se da tanto a nivel ejecutivo como legislativo. El representante en funciones tiende a tener una ventaja con respecto a un candidato alternativo", dice a Infobae el politólogo Gabriel L. Negretto, miembro del Centro de Investigación y Docencia Económicas, de México.

Una prueba de que está presente en todo el mundo es que en Estados Unidos, entre 1789 y 2004, el 68% de los presidentes que se presentaron a una reelección tuvieron éxito. De todos modos, el porcentaje de efectividad es inferior al 90% que exhibieron los mandatarios de la región en los últimos 25 años.

"Los recursos políticos y económicos que controla le dan una ventaja anticipada"

"¿Por qué los presidentes tienen más probabilidades de ganar? -se pregunta Negretto-. Hay dos factores. El primero son los recursos administrativos, políticos y económicos que controla el mandatario en ejercicio, que le dan una ventaja anticipada con respecto a cualquier contrincante. Hay leyes que restringen la utilización sesgada de esos recursos, pero nunca son 100% efectivas".

"El segundo factor son las aptitudes que demostró mientras estuvo en el cargo. En contextos económicos y políticos inestables, tener un desempeño modestamente aceptable le da una ventaja enorme con respecto a cualquier otro, que plantea soluciones teóricas y futuras a problemas reales y actuales", agrega.

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Esto último se vincula con un rasgo distintivo del votante medio de cualquier país: la aversión al riesgo. Como dice el dicho popular, "mejor malo conocido que bueno por conocer". Un presidente tiene que dejar al país claramente peor que como lo recibió para que los ciudadanos se animen a cambiarlo por otro.

Por otro lado, por más famoso que sea el candidato opositor, nunca va a ser tan conocido como el presidente. "Todo el mundo lo reconoce por su visibilidad pública. Aparece continuamente en la televisión, en los diarios, etc. Y lo más importante para ganar una elección es ser conocido", explica Mario Serrafero, doctor en Sociología y Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid, en diálogo con Infobae.

"Después, el presidente despliega sus relaciones públicas en el país y en el exterior. Por eso los otros candidatos tienen casi necesariamente que hacer una gira internacional cuando pretenden instalarse", agrega.

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Brasil y Venezuela, dos extremos en la región

"En América Latina -dice Serrafero- el Ejecutivo tiene más poder. Eso le permite un uso más discrecional de los recursos, que incluso pueden llegar a cierta ilegalidad. Con la excepción del caso brasileño, las diferencias entre gobierno y oposición han sido enormes. Estadísticamente, el presidente gana por un mayor caudal electoral y aumenta la brecha con el segundo".

Cristina Kirchner llegó al poder en Argentina con el 45,3% de los votos en 2007, pero renovó su mandato con el 54,1% en 2011. En Bolivia, Evo Morales ganó en 2005 con el 53,7% y escaló hasta 64,2% en su primera reelección, en 2011. Pero el ejemplo más claro es el de Correa en Ecuador, que en la primera vuelta de los comicios de 2006 salió segundo con el 22,8%, pero logró ser reelegido en 2009 con el 52 por ciento.

"La medida de la competitividad es la diferencia entre el ganador y el segundo"

"La medida de la competitividad en un sistema electoral es la diferencia entre el ganador y el segundo", afirma Duque. Uno de los rasgos distintivos de la política latinoamericana del siglo XXI ha sido el debilitamiento de los partidos políticos en favor de los liderazgos populistas. Así se explican muchos de esos resultados, ya que sin partidos fuertes es muy difícil hacer política por fuera del Estado.

Pero hay excepciones, como Chile y Uruguay, que de hecho no permiten la reelección consecutiva. Entre los que sí la habilitan, la diferencia la marca Brasil.

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Lula accedió a la presidencia en 2002 tras obtener el 46,4% en la primera vuelta, con más de 20 puntos de ventaja sobre el segundo, y ganar luego el ballottage. En cambio, en 2006 obtuvo un 48,6% en la primera ronda -sólo dos puntos más que en la elección anterior- y su perseguidor tuvo un rendimiento muy superior al de cuatro años atrás, con un 41,6 por ciento.

A Rousseff le fue aún peor. Accedió al gobierno en 2010 con el 46,9% de los votos y 14 puntos de ventaja en la primera vuelta, pero en las elecciones del pasado 5 de octubre sacó el 41,5% y la ventaja con la oposición se achicó a 8 puntos.

"En Brasil ocurrió siempre: la brecha no es tan grande. Tiene que ver con el sistema de partidos. Es un país más extenso, con un poder político más difuminado y un régimen más federal. Esto evita que el poder sea tan concentrado en un solo partido, lo que habilita una mayor disputa", dice Serrafero.

"En Brasil la brecha no es tan grande. Tiene que ver con el sistema de partidos"

Venezuela es el caso opuesto. Esas ventajas que están presentes en todos los sistemas democráticos se agrandaron tanto que dieron lugar a una lucha tan desigual que hace impensable un triunfo opositor.

"La cancha nunca está completamente pareja, pero en ciertos regímenes denominados híbridos, que no son plenamente autoritarios, ni plenamente democráticos, se distorsiona la competencia electoral. Fruto del control que tiene un partido sobre el Estado, que está mucho más centralizado, y sobre los distintos resortes de control administrativo y judicial, logran volcar los recursos legales y económicos de forma mucho más evidente y alevosa en favor del candidato de gobierno", explica Negretto.

"

Es el caso típico de Venezuela

-continúa. Las elecciones son limpias el día de la votación, pero tras una

utilización muy abusiva de los recursos del Estado durante la campaña

. Por ejemplo, se usa a los empleados públicos para controlar las casillas de votación, y a punteros para movilizar a los electores y hacerlos votar por el candidato oficial".