El estadio Mineirao fue el escenario de la primera semifinal de la Copa del Mundo. En un partido cargado de historia, Brasil y Alemania buscaron el boleto al choque decisivo en Belo Horizonte. Con la lamentable ausencia de Neymar en el local, los de Luiz Felipe Scolari salieron al campo de juego con un esquema más defensivo, ya que Oscar fue el reemplazante del hombre del Barcelona. En cambio, Joachim Löw mantuvo la misma base que empleó durante todo el certamen.
Con una actitud agresiva y el apoyo ensordecedor de su público, el pentacampeón inició el pleito de un modo vertiginoso. El disparo de larga distancia de Marcelo, que se fue desviado, y el desborde de Hulk a la espalda de Philipp Lahm ejemplificaron la idea principal del entrenador local.
Sin embargo, el anfitrión mostró serios inconvenientes en su defensa, y ello se debió a la suspensión que debió cumplir Thiago Silva. Un error del lateral del Real Madrid derivó en un tiro de esquina, que bien pudo capitalizar el combinado europeo. La precisa pegada de Toni Kroos le permitió a Thomas Müller anotar el 1 a 0. Totalmente ajeno de su marca, el atacante del Bayern Munich dejó sin posibilidades a Julio César y sorprendió con el prematuro festejo. El temor al fracaso comenzó a percibirse a los 11 minutos.
El golpe recibido dejó al "Scratch" de rodillas. El desconcierto por la conquista del adversario y el silencio de sus seguidores fueron algunos de los motivos que generaron la elevación anímica de los germanos. Un pase entre líneas del exquisito volante del elenco bávaro, un taco de Müller y una oportuna definición de Miroslav Klose fueron las herramientas para que la visita estire la diferencia. Además, el hombre de la Lazio se transformó en el máximo goleador de la historia de los mundiales.
La decepcionante mirada de Scolari reflejó la catástrofe que se avecinaba. Una punzante proyección de Lahm volvió a descontrolar al vulnerable sector defensivo, mientras que Toni Kroos convirtió la victoria en goleada. Desde afuera del área, una de las figuras de la tarde festejó el 3 a 0 para que los hinchas comiencen a abandonar las instalaciones. El sabor amargo de la humillación derrumbó una fiesta que empezaban a celebrar unos pocos.
Sesenta segundos más tarde, una mala salida de Fernandinho significó un clavo más en el ataúd que estaba armando el combinado de Joachim Löw. La futura incorporación "Merengue" anticipó al mediocampista del Manchester City y construyó una pared con Sami Khedira para sellar el 4 a 0. Las lágrimas de los fanáticos y los festejos de los europeos sentenciaron el destino de Brasil.
Antes de llegar a la media hora del primer tiempo, Julio César volvió a buscar el balón dentro de su arco. La delicadeza en los pases representó la melodía del baile que sufría el dueño de casa, y el monólogo alemán terminó con el sueño brasileño. El fantasma de 1950 sobrevoló el cielo de Belo Horizonte y fue testigo de la tragedia. La acción protagonizada por Mesut Ozil y Khedira completó el 5 a 0. La peor noticia para "Felipao" era que todavía quedaba por jugarse el complemento.
Con la poca vergüenza que le quedaba, Brasil intentó descontar en el segundo capítulo, pero los inútiles intentos de Bernard, Ramires y Paulinho murieron en los guantes de Manuel Neuer. En tanto, Alemania tuvo la oportunidad de seguir celebrando, pero las tapadas del arquero del Toronto evitaron las conquistas buscadas por Müller y Bastian Schweinsteiger. De todos modos, cuando los germanos volvieron a apretar el acelerador llegaron al sexto. Tras una excelente combinación ofensiva, André Schürrle, quien había ingresado por Klose, remató el 6 a 0. Ante la sorprendente caída, Scolari envió el mensaje de la resignación: retener el balón para evitar más goles adversos.
Cuando parecía que ya no había tiempo para más, los de Löw demostraron que la piedad es un factor desconocido. Bajo los aplausos del público local y el grito de "Ole", André Schürrle le apuntó al ángulo superior derecho de Julio César y conquistó el 7 a 0.
El tanto de Oscar simplemente sirvió para decorar un resultado que permanecerá en la memoria de todos los amantes del fútbol. Como si se tratara de un encuentro de la década del 30, los ocho goles se observaron en el 2014 en la Copa del Mundo que aparentaba ser para el "Scratch". Del mismo modo que le ocurrió en 1950 con Uruguay (aquella vez fue un 2 a 1 adverso), Brasil volvió a caer ante su gente, aunque en este caso la humillación fue superior. En el "Maracanazo" hubo hinchas que decidieron quitarse la vida; en el Mineirao, los brasileños aplaudieron a su rival y silbaron a sus jugadores. La idea de ir por el bronce parece ser una motivación muy escasa para un país que se ilusionaba con su sexta estrella.
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