Amor a la camiseta: radiografía del hincha argentino

¿Por qué los nervios, las promesas, los gritos, las lágrimas? La mayor fiesta del fútbol, la que nadie se quiere perder, puede llevar a tanto a la euforia como al sufrimiento. ¿Qué hay detrás de la pasión por un equipo?

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Una vez más, el país se paralizará, mientras la Selección Nacional juegue el pase a octavos del Mundial de Brasil. La 20ª edición de la Copa Mundial de Fútbol comenzó hace 10 días y no para de crecer la euforia de los miles de fanáticos de todo el mundo que llegaron a Brasil para alentar a sus equipos y de quienes no pudieron lograr el sueño mundialista pero, casaca en mano y bandera al cuello, lo miran por tevé.

Los argentinos que viajaron al país vecino hablan del "sueño cumplido", de los años de ahorro para poder estar en la meca de este deporte, que atrapa a hombres y mujeres, y a grandes y chicos, casi por igual. El amor a la camiseta y el despertar episódico de "patriotismo" se resume en una cosa: la Selección disputa un nuevo Mundial de Fútbol y renueva las esperanzas de todo un país que espera ver a Lionel Messi brillar como en el Barça y levantar la copa.

Sin dudas, la pasión futbolera se multiplica durante un Mundial pero ¿a qué se debe? ¿Es sólo el deseo de imponerse en una competencia deportiva o hay algo más? "El fanatismo es un exceso amoroso. Es un apasionamiento que implica un sufrimiento extra. Si en cualquier relación amorosa hay un grado ´razonable´ de padecimiento, en una relación pasional se sufre ´irracionalmente': este es el caso del fanático con su divisa. El hincha vive una relación de amor a la camiseta", explicó a Infobae el psicólogo Marcelo Halfon (MN:44395), miembro titular de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina).

El especialista aseguró que el fútbol conmueve las identidades y las pertenencias de las personas."Dicen 'soy de....', y eso supone una identificación con la camiseta y la posibilidad de sentirse parte de un conjunto determinado. El mundial exacerba los sentimientos identitarios y de pertenencia".

Por su parte, la psicóloga Adriana Guraieb, también miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, destacó que "podemos pensar a la pasión como una tendencia muy fuerte que anula la voluntad del apasionado que se siente arrasado por ella y, a diferencia de otros sentimientos, como el amor, la simpatía, etcétera, las pasiones son muy difíciles de dominar". "Sentimientos tales como el odio, la venganza y el amor pueden tomar características pasionales y allí la persona pierde autonomía y libertad para pensar. Hasta puede tener comportamientos que se oponen a su propia moral", agrega.

Será por esto que las victorias y derrotas deportivas "suponen poner en juego sentimientos de autoestima individual, relaciones de fraternidad y/o rivalidad y vivencias de pertenencia al conjunto social", dijo Halfon y explicó: "Hay veces en que jugarse el corazón en un partido de fútbol no es sólo una metáfora poética sino una manifestación concreta del intenso sufrimiento pasional llevado al compromiso visceral" "A veces jugarse el corazón en un partido no es sólo una metáfora sino una manifestación concreta de intenso sufrimiento pasional".

El fanatismo "cristaliza una forma narcisista de vínculo con el objeto o la creencia. Es esa forma primaria que tiene el niño en su primera infancia de sentir que todo le es propio, le pertenece o forma parte de él mismo. Sostenida a través del tiempo, esta particular relación con las personas, objetos, ideologías o ídolos somete al sujeto a un grado extremo de esclavitud", señaló el doctor Harry Campos Cervera, psiquiatra y psicoanalista.

Ese vínculo no siempre es favorable o "sano": "El fanatismo es siempre perjudicial, se empequeñece toda perspectiva; para sostenerlo, se odia, se excluye o se daña al diferente", concluyó Cervera.

Todos detrás de una pelota

En El fútbol arte de lo imprevisto, el periodista deportivo Dante Panzeri escribió: "El juego en sí es una representación, una dramatización de la vida misma, de nuestros triunfos y también de nuestras pérdidas, de nuestros logros y de los fracasos".

Los analistas de la mente y el comportamiento coinciden en que el juego "es un hacer que compromete lo corporal, con la finalidad de procurar placer y está al servicio de la realización de deseos (a la manera de los sueños)".

El objeto del deseo del deporte es el balón, la pelota detrás de la que hay que correr, defender, cuidar y golpear tan fuerte como sea posible cuando entre en zona de peligro para quien la protege. El psicoanalista y psicólogo social Enrique Pichon Riviere la definió como un instrumento que invita a "un ceremonial de juego y de descarga o catarsis emocional" que representa la forma perfecta, lo deseado y lo temido, el placer y el displacer, la tensión insoportable y la alegría exuberante. La incertidumbre juega un papel fundamental en la adrenalina, en la emoción palpitante y a veces insoportable, mientras se mira el juego.

Siguiendo el análisis de los expertos en comportamiento, "básicamente, el fútbol cumple con el rol primordial psicosocial de permitir a los seguidores, a los fanáticos, la descarga, la liberación de muchos disgustos, frustraciones y represiones, que en el diario vivir no les está permitido; salvo con algunos riesgos de perder trabajos, familias".

O sea que el fútbol es un facilitador de la expresión de emociones: fervor, gritos, amenazas y euforia son una descarga, que hasta puede hacerse en masa.

"Todo ello puede suceder, inclusive el desborde y la violencia. ¿Es acaso la cancha el ambiente productor, inductor de violencia a veces sin límites? ¿O son, quizás, los contextos sociales, económicos, de xenofobia, políticos, los que condicionan para que una cancha sea el ámbito propicio donde se manifiesten los síntomas de crisis en una sociedad?", finalizó Adriana Guraieb.