Punto final para la pesadilla más larga en la enorme historia de Independiente

Sin más ayudas que nuestra propia grandeza, se terminó la parte más nefasta de los 109 años de vida. Momento para comenzar la reconstrucción, con los ideales de nuestro club a flor de piel y sin dejarnos engañar. Hijo, volvió papá, preparate porque terminó nuestra angustia y reaparece la tuya...

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Desde aquel 15 de junio del 2013 (y antes también) cada noche que apoyábamos la cabeza en la almohada cerrábamos los ojos fuerte para que cualquier pesadilla que gire por nuestros sueños aparezca para alivianar la que estábamos viviendo en la vida real. Solamente entre hinchas, y con tan sólo mirarnos, podíamos entender el sufrimiento que padecimos.


No fue únicamente el descenso. Fueron los políticos ineptos y los carroñeros que convivieron en pos de destruirnos. Fue la nefasta Barra hundiéndonos un poco más. Las canchas en lugares inhóspitos. Jugadores sin el piné para vestir la camiseta del más grande. Perros colgados, hinchas encadenados, técnicos robados antes de asumir, futbolistas prestándole más atención a sus medias que al partido. Nos pasó de todo.


Aunque hay algo que no se puede borrar con el codo, ni con un pérdida de categoría: la grandeza. Cuando las piernas de los '11' no respondían. Cuando los rivales se transformában en Selecciones de nivel europeos para los nuestros. Cuando los errores infantiles eran trending topic. La enormidad de Independiente asustó a todos y transformó el caos en energía positiva. En actitud. Estábamos a un paso de quedarnos en la 'B', pero los Pastoriza, los Erico, los Bochini, los Milito, fueron más que los Tula, los Morel Rodríguez, los Vallés y los Fredes.


Le duela a quien le duela, no tuvimos más ayuda que el propio peso de nuestra historia. Aquel que les hizo hundir los cuerpos en arena de nuestros futbolistas (Patronato fue la última muestra), también los encendió en el momento justo. Los que competían con nosotros se asustaron ante el "Diablo" y el tridente se clavó bien fuerte. Con sufrimiento, con dolor, con más penas que sonrisas, pero con la frente siempre bien en alto.


El amor no cambió. Se potenció. Nos sirvió para que abramos los ojos. Comprendimos que, a pesar de los años de sequía, somos el más grande. Todos hablaron. Todos hicieron más fuerza por nuestra derrota, que por su propia victoria. Ajenos, pero también varios propios.


Ya habrá tiempo para analizar el plantel que vendrá y las decenas de jugadores que se tienen que ir por no dar la talla. Sientese. Agite el puño y festeje. No de alegría. O tal vez sí. De que esto se terminó. Un letargo repleto de pesadillas. De trenes fantasmas. Sólo usted y nosotros sabemos cuánto se sufrió.


Nos van a volver a ver de pie porque no pudieron noquearnos cuando estábamos de rodillas. Ni los mufas con sus camisetas en todas las canchas de la Primera B Nacional. Ni esos viejos sabios que bregaron porque el rojo de la camiseta se transforme en la sangre de un muerto. Hijo, volvió papá. Te preocupaste mucho y ahora que se terminó nuestra peor pesadilla, vuelve la tuya.


La grandeza no se manchó, ni se manchará. Hay que comenzar la reconstrucción, con los ideales que nos hicieron enormes como prioridad. Basta de espejitos de colores y parches temporales, Independiente, volverá a ser Independiente.