Interna gremial: fuerte enojo con Caló y Pignanelli por su "modus operandi" en el caso Gestamp

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 Télam 162
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El paro de abril hizo ruido, pero no trajo nueces. La marcha a Plaza de Mayo del mes pasado contra la inflación y la inseguridad ya es el recuerdo borroso de un esfuerzo que resultó inútil. El Gobierno se mantiene plantado en la línea de no ver, no escuchar ni sentir nada de lo que haga o promueva el sindicalismo peronista opositor que expresa el tándem Moyano-Barrionuevo.

Con expectativas más que recortadas entonces saldrán el martes que viene otra vez a transitar las calles las organizaciones que responden al camionero y al gastronómico. El aparato sindical se pondrá al servicio de una marcha de protesta de jubilados que tendrá a la sede central de la Anses como punto excluyente de quejas y lamentaciones.

Básicamente presentarán allí un petitorio exigiendo un aumento de emergencia para los jubilados, mejores servicios y una pronta normalización del PAMI, la obra social más numerosa del país. El sindicalismo opositor mete presión con el tema de normalizar las autoridades por la sencilla razón que eso implicaría la posibilidad de alzarse con alguna de las dos butacas que el directorio de esa entidad de salud reserva a la representación obrera.

Acto seguido de anunciada la marcha, Cristina salió azarosamente sincronizada con su anuncio por cadena de la moratoria para incluir a casi medio millón de nuevos jubilados. ¿Apenas un detalle?

Lo que está muy lejos de ser una insignificancia es la sensación de bronca en aumento que hay entre varios dirigentes con las figuras de Antonio Caló y de Ricardo Pignanelli, jefes de la UOM y del Smata, respectivamente. Les endilgan a ambos una actuación como mínimo indecorosa en el conflicto –irresuelto- de la empresa autopartista Gestamp; actuando deliberadamente en contra de los trabajadores sublevados.

Los insultos gratuitos a dirigentes opositores y la mirada discriminatoria sobre cualquier expresión de sindicalismo de izquierda como causa de todos los males sintetiza el modus operandi con el que vienen actuando en el caso Gestamp el jefe de la CGT y el robusto dirigente de los mecánicos.

"Son la falange de las patronales", dijo a Infobae un sindicalista de la primera línea moyanista. "Ellos con sus intervenciones mamarrachescas son los primeros en darle prensa a la izquierda", se apuntó otro, pero que juega con Barrionuevo.

Pero la cosa no queda ahí. Gerardo Martínez, jefe de la construcción y abanderado del sindicalismo K también evidenció su contrariedad por cómo se manejó en el asunto este curioso dúo metalmecánico, que no es de humor. Así, la UOCRA pegó ayer el faltazo a una reunión de la Federación de Gremios Industriales, a sabiendas de que le iban a pedir solidaridad.

Podría decirse en descargo de Caló y Pignanelli que ambos son escuderos de un Gobierno que los hace dormir a la intemperie justo cuando en sus sectores, la metalurgia y el automotor, parecen estar configurándose las condiciones para una tormenta perfecta. Puede por eso que actúen al borde de un ataque de nervios: suspensiones, despidos o cierre de plantas del metal o de automóviles son cosa de todos los días. Sea por caída en las ventas o por falta de rentabilidad.

En cualquier caso, Caló no deja de explorar otras comarcas. Así que fue a dar personalmente su puntada con hilo en la elección del sindicato de los Trabajadores del Anses, para asegurarse que ninguna acechanza de último momento apartaría del triunfo al kirchnerista Carlos Ortega, que buscaba su reelección. Ese pequeño pero estratégico gremio, como ya contó este medio, era apetecido por Moyano, que al final debió ponerle alitas a su ilusión de colocar allí un hombre de su riñón.

Junto a Caló, que actuó como "veedor político" de la elección (¿lo habilita para algo así el estatuto de la CGT?), se apersonó en el gremio del barrio de Constitución un elenco de fieles de la doctora Kirchner: Pablo Biró (Pilotos), Segio Sasia (Unión Ferroviaria), Norberto Di Próspero (Legislativos), Raúl Quiñones (Tabaco), Antonio Minucci (Jerárquicos Energía). Entre todos espantaron los fantasmas moyanistas.

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A Moyano quizás hasta le convenga haber perdido esa batalla: tiene otros frentes demasiado abiertos como para distraerse en gremios ajenos. Tiene la presión de cerrar la paritaria de los camioneros con un porcentaje superior al del resto que tanto criticó, además de sopesar hasta cuándo podrá estirar la cuerda con el bloqueo por despidos a las plantas de Siderar.

Este clima de tensiones, conflictos y acusaciones sordas transforman automáticamente en naif los testimonios sindicales que se ilusionan con la hipotética chance de unidad del sindicalismo que ofrecería la próxima Semana Social que organiza la Pastoral Social Nacional para el 27, 28 y 29 de este mes en Mar del Plata. Las jornadas de trabajo tendrán como leit motiv "El Papa Francisco y la cuestión social".

"Nosotros no vamos a propiciar que hagan esto o aquello para unirse. No corresponde además. Lo que sí haremos es tender la mesa para todos", precisaron a Infobae fuentes eclesiásticas en clave religiosa. La ronda de invitaciones de la Pastoral a las cinco centrales (las 3 CGT y las dos CTA) logró una efectividad del cien por ciento.

No se esperaba otro cosa del sindicalismo que se identifica con Perón, sea desde la ortodoxia o de la izquierda, ante una convocatoria de la Iglesia Católica.

Los que cifran esperanzas en la unidad arriesgan que una sola señal del Papa en esa dirección bastará para juntarlos a todos. En realidad, los sindicalistas que asiduamente concurren a Roma a visitar a Francisco dicen que el Pontífice les manifiesta su deseo de ver una sola CGT. Y rápido transforman en cuadro sus fotografías con el Papa.

"Hay mucha búsqueda de foto en la Argentina y son bastantes las personas que ahora son amigos de él cuando antes les molestaba la palabra de Bergoglio". Esto dice sin apuntar a nadie en particular el padre Adalberto Odstrcil, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.