Surgen temores en el peronismo de perder en el 2015

El impulso que toman las candidaturas presidenciales de Scioli y Massa siembran dudas entre propios y extraños: ¿pueden repartirse los votos y perder ante un tercer candidato? Dirigentes ya trabajan para reunirlos. El rol del kirchnerismo puro

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La Argentina política vive una nueva paradoja. Mientras las mayorías parecen estar convencidas de que estas tierras salvajes sólo pueden ser gobernadas por el peronismo, los viejos zorros  del movimiento fundado por Perón temen una derrota por primera vez en 15 años, desde 1999, si Daniel Scioli y Sergio Massa insisten en candidatearse -ambos- a presidente.

Uno en particular, el ex ministro del Interior Carlos Corach, se toma seriamente el trabajo de alertar aquí y allá, realiza permanentes "llamados a la cordura" y proclama: "No estemos tranquilos de que la oposición al peronismo no se unirá, porque eso nos aseguró taxativamente Raúl Alfonsín y después armaron la Alianza, que habrá terminado mal, pero nos sacó de juego".

No es el único. Lo reconoce entre compañeros el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, aunque -claro- está convencido de que la fortuna seguirá derramando bienaventuranzas sobre el inflamable gobernador bonaerense y, así, finalmente, llegará al Sillón para el que se viene preparando hace años. A Jorge Telerman, responsable de la cultura bonaerense, se le escuchó decir: "Lo racional es que Massa sea el gobernador del presidente Scioli, pero es verdad que pocas veces suceden cosas racionales en la Argentina".

Los temores a una derrota peronista en el 2015 están basados en algunas realidades claras. El FpV cayó duramente derrotado en las  legislativas del año pasado en los cinco principales distritos del país, o sea, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Capital Federal, que representan casi el 75 por ciento de la media histórica de votos válidos. Además, perdió en Catamarca, Chubut, Corrientes, Santa Cruz, ganó por céntimas en Jujuy y La Rioja y hubo un avance fenomenal de la oposición en casi todos los distritos, salvo en Río Negro, San Juan y Santiago del Estero.

El razonamiento de los que saben es sencillo: si bien se trató de una  legislativa, el descontento social parece ampliarse al compás del ajuste ortodoxo, perjudicando a cualquiera que cuente con el aval del Gobierno, lo que obliga al candidato más competitivo del oficialismo a pactar sí o sí con Massa, que ya se extirpó el riñón kirchnerista.

Cómo bajar las expectativas presidenciales de quien lidera las prematuras encuestas -Massa está entre 5 y 8 por ciento por encima de Scioli- es el quid que se debate en las mesas de los peronistas, gente extraña que siempre quiere ganar, y no importa como sea y a qué precio, algo en lo que definitivamente no se parecen a sus primos radicales.

Pero Massa no es el único problema que tienen los peronistas. Un sector del kirchnerismo está cada día más convencido de concurrir a las elecciones con un candidato de la "fuerza propia", que represente a los K que no iban a entregar las banderas, pero fueron obligados a devaluar. A saber, La Cámpora, el Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella, Luis D'Elía y otras joyas del kircherismo explícito, que incluye a artistas, intelectuales y militantes varios, nucleados bajo el paraguas de una convicción que puede resumirse así: "No llegamos hasta acá para terminar votando al único gobernador que jamás dejó de ponerle avisos a Clarín".

Estos K que tuvieron en la última década muchas razones para ser optimistas, creen que ese colectivo puede alcanzar el 20 por ciento del respaldo. Lo escribió Horacio Verbitsky en Página/12. Los peronistas, aun los peronistas-kirchneristas como Gabriel Mariotto o "Chino" Navarro, no pueden evitar sonreírse: 5 por ciento es un porcentaje por el que deberían sentirse satisfechos. Parece poco, pero un eventual candidato testimonial también perjudica la candidatura del que salga elegido en las PASO peronistas, o sea, más probablemente, Scioli.

Obviamente, el peronismo que no se fue con Massa, o sea casi todo el peronismo, está seguro de que la sangre no llegará al río. Ninguno se imagina alejado de las alfombras del poder del que son parte (¿cómplices?)  y que, a un tiempo, los somete. Esperan que los melones se acomoden mientras el camión avanza, como decía Perón.

Aunque hay algo que empezó a inquietarlos.

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En el 2015 el calendario electoral empieza en marzo, con las elecciones a gobernador en Salta y Formosa, y se sucederán a lo largo del año en todo el país, en forma independiente a las elecciones presidenciales. Hasta ahora, el único distrito que tiene ambas elecciones unificadas es la provincia de Buenos Aires. En Capital Federal siempre fueron separadas, pero Mauricio Macri medita qué es lo que le conviene en esta circunstancia.

En este escenario de elecciones desdobladas, algunos viejos zorros del mar peronista comenzaron a caer en la cuenta de que ya en las legislativas hubo alianzas distritales entre la UCR y el PRO que facilitaron la victoria o aumentaron el caudal electoral, como el caso de Santa Cruz y Catamarca, por dar un par de ejemplos. En La Pampa, donde el PRO ganó General Pico, la segunda ciudad de la provincia, la UCR debate seriamente una alianza para el 2015.

Peor. El Frente Renovador de Massa analiza también respaldar a candidatos que no sean propios, pero tengan posibilidades de ganar. Ejemplo, José Cano, en Tucumán, que podría hacerse de la gobernación con el respaldo de la UCR, su partido, y el socialismo, pero también el PRO y el FR. En Río Negro, donde Miguel Pichetto domina la escena, Martín Soria -intendente de General Roca e hijo del malogrado Carlos - no descarta ser candidato de una coalición opositora.

Las elecciones desdobladas le brindan tanto a Massa como a Macri o a  cualquier otro candidato del espacio UNEN la posibilidad de construir sus respectivas candidaturas a nivel nacional, viajar a las provincias, caminar los barrios, salir en los medios locales, sin que sea imprescindible contar con estructuras capaces de ganar en forma distrital. Pueden respaldar al candidato opositor más competitivo y posicionarse hacia su objetivo presidencial.

"En muchos distritos se van a concretar coaliciones muy amplias, de corte multipartidario", asegura el analista político Carlos Fara. Y agrega: "Nadie se va a privar de estar en espacios ganadores, que suponen menos dinero, menos esfuerzo y más libertad para captar electorado diverso, que hoy no está necesariamente representado partidariamente, sino que sigue a figuras relevantes o agendas pendientes".

Mientras tanto, está claro que ningún gobernador va a sacar los pies del plato kirchnerista antes de tiempo. La prioridad de cada uno es ganar su propio territorio, y dejar que los que quieran ser presidentes hagan su trabajo. Esta evidencia preanuncia el poco esfuerzo que harán por sostener a cualquier candidato, aunque está claro que los gobernadores que no se anotaron en la disputa presidencial, caso el sanjuanino Gioja o el chubutense Buzzi, prefieren que sea el hoy gobernador de Buenos Aires quien llegue a la Casa Rosada.

Pero como ninguno tiene la vaca atada, en el sentido de que ni Scioli ni Massa  están en condiciones de ganar en primera vuelta, con una diferencia mayor de 10 puntos sobre el segundo, los viejos zorros temen que una fuerza no peronista se cuele en el ballotage y trastoque sus planes de permanecer en el gobierno.

Carlos Fara va más allá. "Con el escenario de hoy, o es Massa o es el que ponga el frente radical/progresista. Porque de lo único que estoy seguro, es que el FpV no va a poner al próximo Presidente".