La renuncia de Benedicto XVI como síntoma político de la época

En El misterio del mal, el filósofo italiano Giorgio Agamben destaca "el coraje" del pontífice por su decisión. Por qué es ejemplo para las democracias en Occidente, poco después de un año de la dimisión

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La asunción de Jorge Bergoglio como obispo de Roma y la consiguiente "papamanía" ocultó uno de los sucesos más importantes que atravesó la Iglesia Católica de los últimos 500 años: la abdicación de Benedicto XVI. A poco más de un año de concretarse, resulta propicio recordar que no se trató de una decisión papal más. Por un lado, significó un cimbronazo que sacudió los fundamentos de la institución milenaria. Por el otro, expuso cómo hasta las jerarquías más antiguas, cuyos pilares se resisten a cambiar en virtud de la fe y la doctrina, no pueden obviar lo que pasa con el poder cuando sus fundamentos son erosionados y entran en decadencia.

Al menos esta es la opinión de Giorgio Agamben. En El misterio del mal. Benedicto XVI y el fin de los tiempos (editorial Adriana Hidalgo), el pensador italiano pone la renuncia de Joseph Ratzinger al vicariato de Cristo bajo la luz de dos conceptos centrales de la política moderna. Se trata de la legitimidad y de la legalidad, los dos lados de la maquinaria política. Es decir, los modos en los que se ejerce el poder (las leyes, las instituciones, las reglas), y el principio (el porqué, el para qué) que funda el poder.

Según el autor, ambos elementos transitan por carriles distintos y no deben oprimirse para que un régimen político pueda funcionar. Las instituciones sociales sobreviven si ambos principios nunca llegan a coincidir. Si la legitimidad hace caso omiso de la legalidad, como ha ocurrido con la Iglesia y los totalitarismos, la arbitrariedad se impone y el desenlace puede ser fatal. Si la legalidad de las democracias modernas solo se fundamentan en el momento del voto, la legitimidad corre el riesgo de desaparecer.

En el caso de Benedicto XVI, "el jefe de la institución que ostenta el más antiguo y pregnante título de legitimidad", con su "gesto histórico" "viene a poner en cuestión el sentido mismo de ese título", define el italiano. En otras palabras, la renuncia apunta a los basamentos de la Iglesia. Es sabido que el creyente católico no duda que el Papa es el máximo representante de la palabra de Cristo en la tierra. Su poder proviene de San Pedro, sobre cuya "piedra" se levanta la Iglesia, de acuerdo a las santas escrituras ("la ley"). De esa suerte de línea sucesoria es que desciende la gracia divina.

Para los que defienden esas posturas teológicas, razones como perder el "vigor del cuerpo"- palabras utilizadas por Benedicto XVI en su discurso de renuncia- no justifican un abandono de la autoridad eclesiástica. Es por ello que un grupo de cardenales católicos ultraconservadores -Ratzinger también lo era, su papado no se caracterizó por ser "moderno", abierto o plural- cuestionaron la abdicación con dureza, por "romper con la tradición" y "debilitar" a la institución.

Sin embargo, el filósofo italiano es de la opinión contraria. Rechaza esa postura religiosa y defiende el "coraje" del Papa emérito. "Frente a una curia que, olvidada por completo de su propia legitimidad, sigue obstinadamente las razones de la economía y el poder temporal, Benedicto XVI eligió usar solo el poder espiritual, de la única manera que lo halló posible, es decir, renunciando al ejercicio del vicariato de Cristo", sostiene en el texto. La mención recuerda a las cuestionamientos contra la Iglesia por su responsabilidad en los casos de abusos de menores, corrupción, y fraudes financieros, entre otros escándalos mundanos.

     

El libro de Agamben compila dos trabajos del autor. Una conferencia, celebrada cuando le  dieron el doctorado honoris causa en teología en la Universidad de Friburgo (Suiza), titulada como "Mysterium iniquitatis. La historia como misterio"; y un breve artículo sobre la decisión de Benedicto XVI ("El misterio de la Iglesia").

En estos cortos ensayos, el pensador intenta ubicar la renuncia de Ratzinger en el contexto temporal y teológico, o "eclesiológico", como él mismo define. Como en la mayoría de sus trabajos, abunda el tono académico y las referencias bíblicas. Continúa con su tesis inspirada en Carl Schmitt, que sostiene que el problema político se explica a partir de la secularización de la teología política. En otras palabras, la conversión de una legitimidad política basada en lo religioso a una "terrenal", laica.

Detrás del esfuerzo del autor está la búsqueda por desentrañar las bases de los regímenes políticos occidentales, hoy en franca crisis. Principalmente, cuestiona la sobrevaloración del derecho y de la economía, predominante en el pensamiento liberal, como razones suficientes que explican y mantienen el orden social. Alerta por un riesgo ya abordado por un sinfín de clásicos del pensamiento político: el predominio de lo jurídico, de lo técnico-económico y la utilidad por sobre lo político "en mayúsculas" cuando el conflicto y el antagonismo hacen su aparición.

"Los poderes y las instituciones no están hoy deslegitimados porque hayan caído en la ilegalidad. La ilegalidad está tan difundida y generalizada porque los poderes han perdido toda conciencia de su legitimidad. Por ello, es vano creer que se puede afrontar la crisis de nuestra sociedad mediante las acciones –ciertamente necesarias– del poder judicial. Una crisis que embiste la legitimidad no puede resolverse sólo en el plano del derecho", concluye Agamben en su más reciente publicación.

El caso de Benedicto XVI y la Iglesia, por lo tanto, recuerda la importancia de la invención política, independientemente de cuán anquilosada y tradicional sea una institución, para que pueda sobrevivir y perdurar. Cuando la crisis irrumpe y el "velo ideológico" -los valores e ideas que justifican un ejercicio de poder-, cae, reviste necesario encontrar nuevos principios sociales que legitimen las instituciones. Es una de las bases que permiten rearticular la adhesión y el consenso interno.

Por lo tanto, la "renovación" iniciada por el papa Francisco tuvo su preámbulo. Esto lo reconoció el propio vocero vaticano Federico Lombardi a fines del año pasado, al afirmar que la abdicación del alemán al papado "es una opción que ha marcado este año y que seguirá marcando también las próximas épocas de la Iglesia". "Es la apertura de un camino, digamos de una posibilidad, que, como bien decía Benedicto, justamente en sus motivaciones para la renuncia, está en conexión también con los tiempos que estamos viviendo. No tanto, pues, con una simple situación personal, sino con la adaptación a los tiempos, con la aceleración y la acumulación de los problemas que traen".

El autor

Giorgio Agamben nació en Roma en 1942. En su juventud se formó con los célebres seminarios de Martin Heidegger en Le Thor. Dictó cursos en diversas universidades europeas y fue director de programa en el Collège International de Philosophie de París. Actualmente, es profesor de Iconología en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia. Entre sus libros se destacan "El hombre sin contenido" (1970), "Estancias: la palabra y el fantasma en la cultura occidental" (1977), "El lenguaje y la muerte" (1982), "Idea de la prosa" (1985), "La comunidad que viene" (1990), "Homo sacer" (1995), "Medios sin fin" (1996), "Lo que queda de Auschwitz" (1998) y "El tiempo que resta" (2000).