¿Por qué los europeos se suicidan más que los latinoamericanos?

A pesar de que la calidad de vida es muy superior, en promedio se quitan la vida 23,2 personas cada 100.000 habitantes, mientras que en la región el número baja a 10,3

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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Lituania es el país que tiene la tasa de suicidios más alta del mundo, considerando la población masculina (los varones se matan en una proporción muy superior a las mujeres en todos los países). El promedio es de 61,3 cada 100.000 habitantes.

En segundo lugar aparece Rusia con 53,9; y tercero, Bielorrusia con 48,7. Un poco más abajo, Kazajistán con 43, Hungría y Letonia con 40, y Ucrania con 37,8.

Lituania es el país con la tasa de suicidios más alta del mundo

Así,

siete de los primeros diez pertenecen a Europa del Este

. Completan la decena tres asiáticos: Corea del Sur, Japón y Sri Lanka.

"Cada año mueren en el mundo cerca de 55 millones de personas. El suicidio (del latín, matarse a sí mismo) cobra cada año alrededor de un millón de muertes, correspondiendo a un 1,5 a 2% del total de decesos", dice a Infobae el psiquiatra Juan Carlos Martínez Aguayo, Profesor Asociado de la Universidad de Valparaíso y Director de la Sociedad Chilena de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía.

"De 100 causas de muerte por violencia, 50 son por suicidio, un tercio por homicidio y un 20% por acciones bélicas o actos terroristas. En el mundo hay un suicidio cada 38 segundos, un homicidio cada 60 segundos y una muerte por actos terroristas o bélicos cada 100 segundos . Sin embargo, para el 2020 habrá un suicidio cada 20 segundos", agrega.

Como los países de Europa Occidental tienen índices más bajos, la media europea es de 23,2 suicidios cada 100.000 habitantes (siempre considerando la población masculina).

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Muy lejos de esa realidad están las naciones latinoamericanas, que promedian 10,3. A excepción de Uruguay, Cuba y Chile, que tienen tasas similares a las europeas (de 26, 19 y 18 respectivamente), el resto está por debajo de los 13 suicidios.

Los casos extremos son Paraguay, que tiene 5,1; República Dominicana, con 3,9; y Perú, con 1,9.

El problema de vivir en un mundo cada vez más individualista

"La cohesión social ha ido disminuyendo en Europa a lo largo de las últimas décadas. Hemos entrado a un modelo social muy individualista, donde cada sujeto busca prosperar por su cuenta y donde, si acude a otros, es para prosperar más, pero no solidariamente. Lo que vemos en la clínica es que en este tiempo la vivencia de la soledad ha ido incrementándose considerablemente", explica el psiquiatra y psicoanalista Josep Moya, coordinador del Observatorio de Salud Mental de Cataluña, en diálogo con Infobae.

Una de las expresiones más importantes de la nueva modernidad que atraviesa gran parte del mundo occidental es el declive de la familia, que ya no tiene un lugar tan omnipresente en la vida de las personas. Un buen soporte familiar o, en su defecto, social -como las amistades-, permiten que los individuos se sientan contenidos, y tengan en qué apoyarse en los momentos de inestabilidad emocional.

"Alguien que atraviesa por una situación muy difícil -dice Moya-, con un cuadro melancólico, si no tiene un buen soporte sociofamiliar enfrenta un riesgo mayor de pasar al acto suicida. Por ejemplo, en los casos de suicidio asociados al acoso laboral, suelen producirse en personas que se sienten solas y que ven a todo su entorno en contra suya".

"Muchas personas viven en absoluta soledad"

"En cambio, cuando se tiene un buen sostén familiar, por más difícil que sea la situación clínica o laboral, se está en mejores condiciones de afrontarla. Por citar un caso, ayer un señor de 45 años que está en paro nos decía que pasaba por momentos bajos, pero que tenía presente que contaba con el apoyo de su esposa y de sus hijos", agrega.

Pero en Europa esto parece ser cada vez menos frecuente, por el debilitamiento de los vínculos familiares y afectivos."Vemos muchas personas que viven en absoluta soledad y que cuando se encuentran ante problemas económicos o de salud -continúa el psicoanalista-, sus conocidos les viran la espalda. Los vínculos están actualmente muy condicionados por la palabra éxito, hay que gozar, producir y tener, y si uno no puede queda excluido".

No casualmente, los países económica y socialmente más desarrollados están entre aquellos con mayores índices de suicidio. Por más que resulte paradójico, muchas de las naciones que han alcanzado los mayores estándares de vida del mundo -y probablemente de la historia de la humanidad- lo hicieron a través de un modelo de sociedad que deteriora los vínculos primarios, característicos de las sociedades del pasado, como la familia y la comunidad local.

Es cierto que las naciones de Europa Oriental no están entre las más avanzadas y son las que encabezan la lista, pero desde el décimo puesto en adelante, aparecen los de Europa Occidental y otros países desarrollados no europeos. Entre ellos, Estados Unidos, que tiene un índice de 17,7 cada 100.000 habitantes, y Canadá (17,3). Incluso si miramos dentro de América Latina, entre los países con más suicidios están Chile (18,2) y Uruguay (26), que son los que alcanzaron estándares de vida más cercanos a los europeos.

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Y no se trata de un mal que afecta sólo a los adultos. Los jóvenes son en muchos casos las primeras víctimas de los problemas sociales de esta época.

"En los últimos 40 a 50 años, pese al avance la medicina, la mortalidad en adolescentes se ha incrementado en un 19 por ciento. Las primeras tres causas de muerte son los accidentes no intencionales, el homicidio y el suicidio. Éste último ocupa el tercer lugar en el grupo etario de 15 a 24 años y el segundo, desplazando a los homicidios, en el grupo de adultos jóvenes entre 25 y 34 años", cuenta Martínez Aguayo.

"La tentación suicida aparece como salida a la frustración"

"Durante el transcurso de la infancia y la adolescencia, la ideación suicida puede afectar entre el 15 y el 25% de los niños y adolescentes. Las tasas de suicidio a nivel mundial son de 8,0 a 9,5 cada 100.000 habitantes entre jóvenes de 15 a 19 años, y de 0,6 entre niños de 5 a 14", agrega.

Es que uno de los efectos más nocivos del debilitamiento de las redes sociales y familiares de contención es la ausencia de ejemplos y de límites que ayuden a los niños a hacer su tránsito desde la infancia a la adultez.

"En un mundo exigente, cargado de estrés, donde lo material supera a lo espiritual, donde la familia está desmenuzada, donde los jóvenes no saben tolerar un no ni experimentar frustraciones, donde todo ha perdido valor siendo la era de lo desechable, hasta la vida pierde valor. Ante cualquier cosa aparece la tentación suicida como salida a la frustración, como una forma de apagarse", dice Martínez Aguayo.


Barreras de contención contra el suicidio

Pero viendo el panorama latinoamericano, la situación no es tan crítica. Al menos en lo que respecta a los suicidios. ¿Qué protege a estas sociedades contra el deseo de matarse?

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"Cuando organizamos grupos de personas en situación de paro -dice Moya- participa gente de América Latina. Por un lado, vemos que muchas ya pasaron por situaciones muy difíciles, como crisis económicas y políticas, lo que les da cierto entrenamiento. Pero por por otro lado, la mayoría tiene un buen soporte sociofamiliar, que les da mayores recursos personales para hacer frente a los contextos angustiantes".

"Quienes profesan una fe están en mejores condiciones para afrontar las crisis"

La hipótesis más fuerte es que como las formas de relacionarse propias de la última modernidad, caracterizadas por criterios más utilitarios que afectivos, no penetraron tanto en las sociedades latinoamericanas, muchas expresiones comunitarias perviven. Así, los vínculos emocionales ocupan un lugar más importante en la vida de los latinoamericanos, ofreciéndoles una mayor contención y blindándolos contra la soledad.

"Hay otro elemento a tener en cuenta que son las creencias religiosas. Quienes profesan una fe y piensan que dios no los ha abandonado también se encuentran en mejores condiciones para afrontar las crisis", dice Moya.

Al ofrecer algo en qué creer, a qué aferrarse a pesar de todo, encuentran un importante incentivo para seguir viviendo, ya que no caen en la desesperanza de alguien que sólo vive para el trabajo y que, en caso de perderlo, se queda sin nada ni nadie. Además, cultivar una religión permite vincularse con otras personas, y no para perseguir fines utilitarios, sino por el placer de compartir.

Las estadísticas muestran que, a pesar de su declive mundial, el fervor religioso es muy superior en América Latina que en Europa. Pero en otras regiones es aún mayor.

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Si se revisan los índices de suicidio europeos, uno de los países con niveles más bajos es Albania, con 4,7. Se trata de una nación que cuenta con una importante proporción de musulmanes, una de las creencias que mejor ha sobrevivido al vendaval secularizador de la modernidad.

Si bien la OMS no cuenta con estadísticas confiables de muchos países dominados por el Islam, en aquellos que hay información los números son elocuentes. Por ejemplo, en Egipto, la tasa es de apenas 0,1 suicidios cada 100.000 habitantes. En Jordania es de 0,2. Mientras que en Siria e Irán -donde la información está lamentablemente muy desactualizada- los suicidios son 0,2 y 0,3.

Es decir que en estos países prácticamente se podría decir que las personas no se quitan la vida. La única excepción parece ser Kazajistán, que tiene una tasa muy elevada, de 43. De todos modos, allí no es tan fuerte el Islam como en los otros países.

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Esta descripción no pretende insinuar que se vive mejor en las sociedades musulmanas o latinoamericanas que en las europeas, donde los logros sociales alcanzados por muchas naciones son innegables y envidiables para otras regiones del mundo.

Pero así como los países latinoamericanos pueden aprender de muchas de las exitosas formas de organización social desarrolladas en Europa,

los europeos podrían empezar a revalorizar el lugar irreemplazable que tienen en la vida los vínculos afectivos

, las relaciones comunitarias, las amistades y, sobre todo, la familia.