Entre la confrontación y la moderación, el sindicalismo define estrategias de cara a las paritarias

Mientras el acercamiento en los gremios de Hugo Moyano y Luis Barrionuevo parece no avanzar, Antonio Caló dio muestras de fidelidad del Gobierno. Los docentes, punta de lanza de los reclamos. El rol del Papa y la OIT

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 Télam 162
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Los próximos días determinarán si la relación entre Hugo Moyano y Luis Barrionuevo ingresó en  zona de arenas movedizas o si la realidad les impone un cuarto intermedio. Lo que se puede decir por ahora es que ambos dirigentes resolvieron suspender el plenario conjunto que iba a realizarse antes de fin de mes con los gremios fieles de uno y otro para alzar la voz contra la actual política económica. Caído el acto, un dolor de cabeza menos para la administración de Cristina Kirchner.

Si se trata de un cortocircuito hay que buscarlo directamente en las distintas actualidades del camionero y el gastronómico. Moyano está muy consustanciado en el papel de dirigente social  que va estrechando lazos con distintas expresiones del espinel político y económico no afines al kirchnerismo. Emplea un lenguaje duro para referirse al Gobierno, muestra los dientes, se saca fotos a las risas con Macri, Binner y De la Sota, pero no rompe todos los puentes. Ha dicho sin ir más lejos que sus gremios amigos, al final, negociarán paritarias por un año, como piden Cristina y compañía.

Barrionuevo, en cambio, está en pie de guerra total. Se ha enredado con el Gobierno en un intercambio de chicanas que con los días va subiendo de voltaje. El jefe de la Azul y Blanca imaginaba que el plenario suspendido resultaría una caja de resonancia desbordante de reproches de todo tipo al Gobierno, y que de allí no podía surgir otra cosa que una medida de fuerza.

Pero entre los gremios moyanistas consultados por Infobae no hay quórum para dar por ahora un paso así. "Hay que tener iniciativas más serias que un paro en este momento... Nadie nos va a acusar de querer desestabilizar al Gobierno", confió un hombre de confianza de Moyano, que dicho sea de paso jamás se prendió en las ironías de Barrionuevo sobre que "se terminan yendo los que dicen que no se van a ir". Mientras los inspiradores de la movida sindical del verano barajan y dan de nuevo, la CGT oficial tuvo por fin su ansiada reunión con la Presidenta en Olivos. Costó cara, eso sí: meses de ninguneo con el plus de un sopapo en público al metalúrgico Antonio Caló. A la reducida comitiva cegetista, Cristina pidió defender los puestos de trabajo y  negociar aumentos de sueldo por un año "con moderación". No habrá techo en las paritarias -prometió Cristina- ni trabas desde el Gobierno a que empresas y gremios acuerden sumas de adelanto a cuenta de futuros aumentos. Ordenó además a la titular de la Superintendencia de Salud Liliana Korenfeld que atendiera los reclamos sindicales por la monumental deuda que se tiene con las obras sociales sindicales. Hasta acá nada que la CGT oficial ya no haya visto o escuchado. La mayor novedad es que el Gobierno ahora toleraría bien hasta un 25 por ciento de incremento para los sectores asalariados; cuando arrancó el año hablaba del 18 por ciento como número fetiche.

Lo cierto es que Caló concluyó ese encuentro más disciplinado que nunca. Al ingresar a la reunión de comisión directiva de ayer de su CGT, en la sede del Smata, el titular de la UOM salió a expresar con algo de retroactividad su reconocimiento de que "acá hubo un golpe económico, que es como un golpe de Estado". Y avisó que por eso instruirá a su tropa para salir a "inspeccionar precios".

Completamente en otra están los docentes de la Ctera (el gremio más numeroso del sector), que se han puesto en alerta porque las semanas pasan inexorables rumbo a marzo y ni noticias de una convocatoria formal del Gobierno a la paritaria federal que establece la pauta salarial para el sector y condiciona las negociaciones en las provincias.

Los docentes ya han avisado a través de los medios que no aceptarán topes, sumas fijas, aumentos por decreto o en negro, ni tampoco el incremento salarial sugerido del 25 por ciento. Todos los líderes sindicales del sector coinciden en que el inicio de las clases está hoy en la cuerda floja.

La curiosidad de la semana fue la rápidamente desmentida convocatoria del Papa a funcionarios, empresarios y sindicalistas para inaugurar una especie de diálogo social argentino a metros de los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Así quedó tapado el dato real: Francisco será invitado formalmente a inaugurar en su condición de jefe de un Estado la próxima conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a fines de mayo.

"Sería importantísima la presencia de Francisco para resituar al trabajo en un momento en que el empleo se hace añicos en todo el mundo". El Pontífice ya escuchó algo parecido hace un tiempo en boca del actual  titular de la OIT, el sindicalista inglés Guy Ryder, que no se llevó del Vaticano ni un sí ni un no.

Pues volverán a hacerle el convite los tres representantes titulares de la Argentina en ese organismo tripartito: el ministro Carlos Tomada, el empresario Daniel Funes de Rioja y el constructor Gerardo Martínez, metido hoy en la dificultosa tarea de juntarle la cabeza a todo el gremialismo para consensuar los ejes de una reforma que genere mayor libertad sindical en la Argentina.

Según se informó, el Papa argentino viajará a Tierra Santa entre el 24 y el 26 de mayo. El viaje, el único previsto hasta acá para este año, incluirá a Israel, Cisjordania y Jordania. Demasiado pegado con la reunión de la OIT, pero como sea la última palabra la tendrá naturalmente Jorge Bergoglio, que no se cansa de recibir en Roma a las más variadas delegaciones sindicales. ¿Habrá humo blanco frente al Lago Leman de Ginebra?