Uganda: una vida a la sombra del líder rebelde Kony

La pesadilla no tiene fin: acosados por la presión de las autoridades, los milicianos del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) se repliegan. Pero pese a ello, los desplazados no se atreven a regresar a sus pueblos

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Peter Kinyera no sabe decir exactamente cuántos amigos y familiares perdió asesinados por el LRA. Simplemente, demasiados, cuenta el hombre de 41 años.

Una noche de 1998 los rebeldes asaltaron su pueblo. Su hermano James fue tiroteado cuando intentaba huir. "A mi otro hermano, John, lo mataron. Sólo sobreviví yo porque me escondí en un arbusto". Ahora vive, como otros miles de refugiados, en un barrio marginal de la capital ugandesa, Kampala. Y las atrocidades les persiguen hasta hoy.

Durante décadas, el líder del LRA, Joseph Kony, y sus combatientes sembraron el terror en el centro y este de África. Más de dos millones de personas huyeron de los rebeldes, que luchaban por un Estado cristiano. Miles fueron asesinados, mutilados, secuestrados, violados o convertidos en niños soldados.

Ahora la red en torno a Kony está cada vez más acorralada. Con ayuda de la Unión Africana y de los asesores del Ejército estadounidense, las tropas ugandesas persiguen al líder rebelde. Y el Tribunal Penal Internacional de La Haya lo busca por crímenes contra la humanidad.

En las últimas semanas fue encarcelado en la vecina República Centroafricana un comandante del LRA de alto rango. Y se cree que Kony también se encuentra ahí. Se estima que la cifra de sus fieles se redujo a unos 150 combatientes.

Para víctimas como Peter Kinyera es, sin embargo, un consuelo escaso. Ni siquiera contempla volver a su pueblo natal ante la falta no sólo de medios materiales, sino también por el miedo profundamente arraigado. "No puedo estar seguro de que el Ejército rebelde esté totalmente desmantelado. Mientras Kony no sea detenido, no puedo volver", cuenta el padre de seis hijos.

El Gobierno cerró el campamento de refugiados en el norte del país en el que vivían cientos de miles de desplazados. El campamento está casi vacío, afirman miembros de organizaciones humanitarias.

Pero los desplazados siguen prefiriendo albergues provisionales antes de volver a sus pueblos. Quieren estar seguros de que Kony y su ejército no podrán hacerles más daño.

"Donde quiera que vaya la guerra me persigue en mi pensamiento", cuenta Kinyera. "El recuerdo de mi hermano y de familiares muertos me persigue".

Cuando Kony sea encarcelado habrá un proceso. "No deberían matarlo, sino dejar ver a la gente qué tipo de persona es. Los muertos no revivirán si lo matan".