Los 50 héroes que Fukushima dejó en el olvido

La prensa cubrió de elogios a los trabajadores que, tras el tsunami y la explosión de los reactores, fueron expuestos a la radiación de la planta para limpiarla. Sin embargo, un año después, siguen en el anonimato

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Ignoran cuál es su verdadero estado de salud o hasta qué grado estuvieron expuestos a la radiación. Y, contra la imagen que se difundió, trabajaron con escasísima seguridad y no fueron debidamente informados de los riesgos que iban a correr.

Un año después de la triple tragedia de Japón (terremoto, tsunami y accidente nuclear), mientras sigue el debate sobre los riesgos de la energía atómica y la responsabilidad de Tepco (Tokyo Electric Power Co), la compañía que operaba la planta, los "50 de Fukushima" siguen en el anonimato, según informa The Daily Beast.

 

No sólo no se conocen sus nombres ni sus rostros, sino que tampoco se escuchan sus voces porque temen ser asociados a una empresa destestada si relatan lo que allí sucedió. Seis de ellos hablaron con la revista Newsweek pero a condición de que ésta preservara su anonimato. Allí describieron las condiciones de extremo riesgo en las cuales trabajaron en los primeros días posteriores al accidente nuclear.

De su relato surge que no todos los que se quedaron a limpiar la planta eran voluntarios. Algunos trabajadores -incluso externos a la central- fueron tentados con aumentos de salarios o directamente presionados. La empresa hasta llegó a contratar a miembros de la yakuza, la mafia japonesa.

"Antes del accidente era obligatorio chequear estrictamente las identidades de los trabajadores de la planta, pero luego del accidente el control se aflojó, no sabíamos quiénes eran algunos de esos hombres ni cuántas personas estaban trabajado aquí", dijo Jiro Kimura (nombre de ficción), uno de los trabajadores de Tepco.

Koichi Nakagawa recuerda que estaba en la planta de Fukushima aquel 11 de marzo cuando la tierra empezó a sacudirse y ondular, las paredes y ventanas temblaron y el personal inició la evacuación.

Cuarenta minutos después, vio fascinado cómo olas de casi 15 metros inundaban la central de seis reactores y el lugar quedaba en la oscuridad. En ese momento, pensó que su puesto -subonctratista de mantenimiento e inspecciones- podía correr peligro si lo abandonaba. "No pude decirles que no, dado mi futuro en la compañía", recuerda.

Pero además, él y sus compañeros ignoraban el estado de deterioro en el cual se encontraban los reactores. Y no fueron debidamente informados en las horas y días que siguieron al terremoto. Fue por un reportero que se enteró del nivel de radiación al que estaba sometido.

Pero Nakagawa tampoco quería ser tildado de cobarde. Así fue como terminó siendo parte de "los 50 de Fukushima", según los bautizó la prensa.

"Como los bomberos que corrieron al World Trade Center el 11 de septiembre de 2001, los trabajadores fueron llamados héroes del triple desastre del año pasado. Los medios internacionales rápidamente los enzalzaron como los 'héroes sin rostro' (pero ) hoy en Japón estos hombres han sido mayormente olvidados", dice The Daily Beast.

Durante las 24 horas que siguieron al tsunami, Nakagawa y sus compañeros limpiaron los escombros e hicieron lugar a los bomberos de Tokio que tenían por misión enfriar los reactores. El lugar parecía un campo de batalla. No todos los trabajadores tenían trajes de protección. Nakagawa sólo vestía su ropa de trabajo de algodón gris.

Entre tanto, el reactor 1 explotó porque no habían logrado enfriarlo a tiempo -estaban usando agua de mar ya que la falta de energía de la planta impedía usar los mecanismos normales de enfriamiento. "Pensé que este país estaba terminado", dice Jiro Kimura.

En ese momento, Nakagawa recibió un llamado de su jefe inmediato que en un rapto de sinceridad le preguntó: "¿Qué demonios están haciendo? ¡Salgan de allí!". El aprovechó un momento de distracción de sus camaradas para obedecer callladamente la orden. Pero fue sólo para llegar a un pueblo fantasma. Su familia y sus vecinos ya habían sido evacuados. Entonces su jefe lo volvió a llamar para pedirle que regresara a la planta ofreciéndole multiplicar su salario por diez.

Volvió y fue testigo de la segunda explosión, la del reactor 3. Nakagawa seguía vistiendo ropa de algodón.

Makoto Inada es un ingeniero que había trabajado en varias otras plantas y fue convocado por su jefe unas semanas después del tsunami. Este le pidió que se sumase a las tareas en Fukushima asegurándole que no correría riesgos y que sólo debía hacer trabajos auxiliares. Pero apenas ingresó al lugar fue llevado al cuarto de control para arreglar paneles computarizados. "Cuando me quejé, me duplicó la paga. Mi jefe siempre me trató bien y también pensé que alguien tenía que hacer el trabajo", dijo a Newsweek.

"Estaban deseperados por trabajadores, y amenazaban a algunas empresas diciéndoles que nunca más podrían hacer negocios en Fukushima", cuenta Kenji Yamamoto, copropietario de una empresa de ingeniería eléctrica. La economía del lugar es muy dependiente de la actividad de Tepco. "No tenemos aquí otra industria aparte de la planta nuclear, y tengo que mantener a mi familia. No tuve otra opción".

Cuando finalmente en abril le dieron a Nakagawa un traje de protección y un monitor de radiación, ya era tarde. Al dejar la planta en agosto, su cuerpo había estado expuesto a cantidades masivas de radiación. Recién entonces el gobierno empezó a controlar el estado de salud de muchos de ellos.

Junji Tomita, un trabajador que llegó a Fukushima después del accidente, cuenta que nunca fue informado de que la ley establece que cada miembro del personal debe llevar un control de su exposición a la radiación en una libreta. "Yo nunca había estado en una planta nuclear, y nadie me dijo nada de esa libreta hasta junio. Me sentí tratado como un trabajador desechable".

En diciembre, el gobierno afirmó que Fukushima Daiichi estaba bajo control y se invitó a la prensa a recorrer la planta. Pero para los expertos la crisis está lejos de haber sido totalmente superada y desmantelar la central llevará décadas.

"Nos dijeron que la descontaminación llevaría 3 años. Es una mentira total. Pasará mucho más tiempo antes de que la gente se sienta lo suficientemente segura para volver... Y ese día puede no llegar nunca", dijo Takeshi Nomura, uno de los 50 de Fukushima.