Elogio a las fronteras en tiempos de globalización

Régis Debray, el intelectual francés que acompañó al Che Guevara en su intento por crear un foco guerrillero en Bolivia, denuncia lo que llama el "sinfronterismo", un absolutismo que, derribando murallas, llevará a "más mafia"

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En este nuevo ensayo, el hoy escritor y miembro del Consejo de Estado de Francia [organismo que asesora al gobierno en la redacción de leyes] busca demostrar -contra la idea en boga- el aporte fundamental de las fronteras al hombre y a la civilización y rebatir la imagen negativa que prevalece actualmente sobre los límites entre naciones. Y lo hace con contundencia: "Una idea tonta encanta a Occidente: la de que la Humanidad, que anda mal, estará mejor sin fronteras; así, todo lo que tenía fama en nuestro pequeño mundo -reporteros, médicos, futbolistas, banqueros, payasos, entrenadores, abogados de negocios y veterinarios- exhiben la etiqueta 'sin fronteras'". ¿Hay algo más chic que declararse miembro de alguna internacional?, se pregunta con ironía. Siempre que no sea obrera, aclara.

El resultado de esta moda es "un mundo sin exterior ni interior". Para él, las fronteras son "un tema intelectual y moral", un modo de organización profundamente humano, que nos diferencia de los otros animales. Debray se burla de "ese planeta liso", de "una tierra con lifting, con sus cicatrices borradas, en la cual el Mal habrá desaparecido milagrosamente".

El ensayista francés apela a la religión y a la historia para mostrar hasta qué punto la frontera está ligada a la civilización y a la humanidad, pero sin olvidar su dimensión ambivalente: "Inhibe la violencia y puede justificarla. Sella una paz, desata una guerra. Frustra y libera. Disocia y reúne". Pero también es "una forma intemporal en un tiempo volátil, algo sin precio, cuanto todo es merchandising".

La frontera no es un muro: regula y filtra el paso sin prohibirlo. Debray la compara con la piel, esa "capa aislante, cuyo rol no es prohibir, sino regular el intercambio entre un adentro y un afuera". La frontera transforma a una población en pueblo. "Una persona moral tiene un perímetro o no es tal". Por lo tanto, sostiene, el fin de las fronteras implica convertirnos "en cualquiera, o sea, en nadie".

Debray les habla a los nómades chic de estos tiempos, siempre ubicables en sus teléfonos portátiles de última generación. "El depredador detesta las murallas. La presa las ama".

Denuncia que "la frontera tiene mala prensa, (porque) defiende los contrapoderes". Y advierte: "No esperemos que esos pasadores de murallas que son los evasores fiscales, los miembros del jet-set, las estrellas del balón, los traficantes de mano de obra, los conferencistas a 50.000 dólares, (...) declaren su amor por algo que les ofrece resistencia".

"¿Qué es el sinfronterismo?", pregunta. Su respuesta: "Un economicismo" que "le pone disfraz de fraternidad a una multinacional"  y "avala menos Estado, enmascarando su corolario: más mafia".

El libro convoca, por lo tanto, a la reflexión sobre algo que hace a la esencia de la Humanidad y a la identidad de los pueblos y de las Naciones en la época presente, en la que no parece haber alternativa a una globalización que derriba fronteras.

[Eloge des frontières, Régis Debray, NRF, Gallimard, 2011]