De la guerra al deporte: la historia detrás del baloncesto inclusivo en Nicaragua

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Managua, 18 may (EFE).- Un grupo de excombatientes de la guerra civil que se libró en Nicaragua en la década de los ochenta, todos ellos con discapacidad como consecuencia de las heridas que sufrieron, cambió las armas por el baloncesto.

Ahora su campo de batalla es una cancha de baloncesto. Allí, en un principio, se reunían para compartir sus testimonios como soldados y pasar el tiempo, mientras desde sus sillas de ruedas lanzaban el balón hacia el aro.

Los supervivientes de la guerra civil en Nicaragua, sin proponérselo, hacían terapia y deporte, y encontraban un nuevo objetivo en sus vidas.

Tomás Alvarado es uno de ellos. Cuenta a EFE que, con el fin del conflicto bélico en Nicaragua, "un grupo de compañeros, lisiados de guerra, como una forma de rehabilitación, como una forma de reencontrarse, de intercambiar experiencias y de platicar", comenzaron a jugar al baloncesto en la calle.

La mayoría de esos excombatientes lisiados eran jóvenes que en ese entonces se aferraron al baloncesto como una vía de escape, una forma de encontrar sentido y entendimiento en medio de la adversidad, explica Alvarado, uno de los líderes de ese grupo que ahora preside la Asociación Nicaragüense de Deporte sobre Sillas de Ruedas.

Y lo que comenzó como un informal encuentro de excombatientes que mataban el tiempo con sus historias en las montañas, se convirtió en una hermandad de basquetbolistas que hallaron en ese deporte una nueva razón para seguir adelante.

Se organizaron y así surgió el Campeonato Nacional de Baloncesto Sobre Sillas de Ruedas, que acoge a cinco equipos con un total de 70 deportistas.

Cuatro equipos representan a Managua y uno al departamento (provincia) norteño de Estelí, mostrando la expansión y el alcance de ese movimiento inclusivo.

Ese torneo, que promueve el empoderamiento, la independencia y el desarrollo mental, se convirtió en una forma de demostrar que los veteranos de guerra, con sus secuelas físicas, son un "sector de la sociedad normal, como cualquier otro", indica Alvarado, también jugador activo del campeonato.

Ahora ya no solo participan aquellos marcados por la guerra, sino también los afectados por accidentes de tránsito, por las pandillas o la delincuencia, o por enfermedades u otros infortunios.

Todos tienen como denominador común el hecho de que han encontrado en el baloncesto un refugio, una hermandad y una oportunidad de crecimiento personal.

 La competencia es feroz y equitativa. Como regla, todos los equipos deben incluir en su nómina al menos a dos mujeres y una de ellas debe estar dentro de la cancha en un período de juego, asegurando así la participación de todos.

En cada salto, en cada pase, en cada canasta, estos jugadores desafían las expectativas y rompen barreras, "recordando a todos que el verdadero poder reside en la determinación y la voluntad de superar cualquier obstáculo", explica Alvarado.

Las reglas del juego son las mismas establecidas por la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), solo que presenta modificaciones por el uso de las sillas de ruedas. El balón, las medidas de la cancha y el aro son iguales que en el baloncesto tradicional.

Las sillas de ruedas deportivas, que tienen mayor estabilidad y velocidad que las clínicas, son suministradas por el Instituto Nicaragüense de Deportes. Cada silla puede costar unos 2.000 dólares.

Según Alvarado, las autoridades nicaragüenses aprueban una partida presupuestaria anual para desarrollar no solo el torneo, sino también para clínicas y participar en eventos internacionales.

"Todo eso motiva más y realza un poco el esfuerzo", destaca el dirigente.

A pesar de los obstáculos y las limitaciones físicas, los basquetbolistas en sillas de ruedas demuestran que el espíritu humano es indestructible, pues dejan el alma en la cancha para poder ganar cada juego, donde son alentados por familiares y amigos.

De acuerdo con Alvarado, a través del baloncesto en silla de ruedas la sociedad nicaragüense reconoce y celebra la diversidad, entendiendo que la discapacidad no es un impedimento para alcanzar sus logros.

“El deporte es una forma de educación directa, tanto para el deportista como para la sociedad”, señala el excombatiente.

Celebra que ese tipo de torneos contribuye a que la sociedad visibilice de manera palpable que las personas con algún tipo de discapacidad gozan y les apasiona el baloncesto que les ha permitido superar las secuelas de la guerra y encontrar una nueva forma de vida.

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