Detrás del personaje que captura titulares y debates en redes sociales, Esperanza Gómez construyó silenciosamente una faceta que pocos asocian de inmediato con su nombre, la de empresaria. La actriz y modelo colombiana, reconocida por su trabajo en la industria del entretenimiento para adultos, lleva más de una década explorando otros escenarios que van desde los bienes raíces hasta el diseño de ropa y lencería, pasando por colaboraciones con marcas de moda. Esa mezcla de negocios le permitió reunir un portafolio que no depende exclusivamente de su notoriedad mediática.
Su incursión en el mundo corporativo no es improvisada. Gómez aseguró que, desde sus primeros ingresos, entendió que la estabilidad económica no podía descansar sobre lo que mostrara en público. Esa convicción, cuenta, le sirvió para enfrentar una realidad que suele pasar desapercibida para quienes se inician en proyectos propios, los lujos tempranos pueden convertirse en una trampa. “Si recibes diez dólares, debes pensar en los impuestos, en el pago a tus empleados, en todo lo que implica sostener la operación de una empresa”, explicó en diálogo con Portafolio.
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La actriz recalcó que el error frecuente entre emprendedores consiste en “gastar como se gana”, alimentando en redes una ilusión de riqueza que no siempre corresponde con los números. Por eso insistió en planificar antes de exhibir triunfos. Para ella, la regla es clara, primero hay que consolidar la base del negocio, diseñar un presupuesto realista y, solo entonces, decidir cuánto destinar a gustos personales. No significa vivir con excesiva austeridad, aclara, sino evitar que un carro o una casa de lujo comprometan la capacidad de reinvertir en lo que mantiene a flote la empresa.
Su filosofía sobre el dinero tiene origen en aprendizajes acumulados a partir de aciertos y tropiezos. Entre estos últimos, reconoció uno que la marcó con fuerza, confiar en personas equivocadas para asociarse. La experiencia le enseñó que una mala sociedad puede poner en riesgo años de trabajo, retrasar planes o incluso abrir puertas a engaños. “Hay socios buenos, claro, pero en mi experiencia han sido más los problemas que los beneficios”, admitió en esa misma conversación.
Hoy, con varias iniciativas en marcha, Gómez opta por llevar el timón de manera individual. Afirmó que así mantiene la transparencia y el control, dos valores que considera fundamentales en cualquier aventura empresarial. Esa determinación no implica descartar el trabajo en equipo, pero sí ser cuidadosa con los acuerdos que puedan afectar su independencia o la estabilidad de sus marcas.
Su mensaje para quienes sueñan con emprender es directo, el éxito no depende solo del talento o la visibilidad, sino de una administración responsable. Recomendó conocer a fondo los costos de operación, prever impuestos, salarios y gastos ocultos, y resistir la tentación de asumir compromisos financieros que superen la liquidez real. Para ella, la prosperidad está menos en lo que entra cada mes que en cómo se organiza y se protege para sostenerse en el tiempo.
Esa perspectiva no la aleja de su imagen pública, pero sí redefine la manera en que la proyecta. Gómez sabe que su nombre despierta curiosidad por su carrera en el entretenimiento, aunque procura que su trabajo como empresaria tenga vida propia y no dependa únicamente del impacto de su figura mediática. Con los años, dijo, aprendió que el verdadero respaldo de un negocio sólido proviene de decisiones prudentes, paciencia y constancia.
Al final, su historia sugiere que la prevención frente a la bancarrota comienza mucho antes de un problema financiero visible. Empieza, según su experiencia, con la disposición a separar las apariencias del balance real y a priorizar la sostenibilidad sobre la inmediatez. Esa es la ruta que, asegura, le permite crecer más allá de los reflectores y construir una carrera que combina pasión, cálculo y disciplina.