“Perdí 2,5 litros de sangre, mi cuerpo tiene 4 litros, entonces perdí más de la mitad”. Con esta frase, Valentina Gilabert expuso la gravedad de las lesiones sufridas durante el ataque perpetrado por Marianne Gonzaga en la Ciudad de México.
La joven modelo, de 19 años, relató en entrevista con Shanik Berman el proceso de recuperación física y emocional tras el episodio de violencia que la dejó con secuelas permanentes y que, meses después, sigue generando debate público y judicial.
La noticia principal, confirmada por la propia Gilabert en la conversación con Berman y recogida por diversos medios, es que mantiene una relación sentimental con José Said, expareja de Marianne Gonzaga y padre de la hija de la influencer.
La confirmación llega tras meses de especulaciones y rumores, especialmente después de que ambos fueran vistos juntos en una comida familiar, donde incluso se les observó llevando en una carriola a la hija de Gonzaga.
Gilabert, al ser consultada sobre la posibilidad de casarse con Said, respondió: “Ay, no lo sé (si me casaría con él), llevo 6 meses (con él), tengo 19 años”. La modelo subrayó que la relación le ha aportado tranquilidad y felicidad, a pesar de los ataques recibidos por parte de Gonzaga: “La verdad es que me siento muy tranquila, estoy muy feliz (con él)”.
El caso de Valentina Gilabert y Marianne Gonzaga se viralizó en redes sociales tras el ataque ocurrido en febrero. La agresión, motivada por una situación personal —la relación de Gilabert con el exnovio y padre de la hija de Gonzaga—, derivó en un estallido de celos que terminó en violencia física.
Gilabert recibió más de 14 puñaladas en distintas partes del cuerpo, incluyendo manos, pulmón, tórax y pecho. La joven requirió varios días en terapia intensiva y fue sometida a cirugías de reconstrucción para tratar las lesiones.
En palabras de la propia Valentina, el ataque “tocó el pericardio, la bolsa que sostiene al corazón, casi milimétricamente tocó mi corazón. Cuando llegué al hospital tenía la presión muy bajita”.
El proceso judicial que siguió al incidente estuvo marcado por la condición de menor de edad de Marianne Gonzaga al momento de los hechos, lo que determinó el tipo de procedimiento y las medidas adoptadas.
Gonzaga permaneció poco tiempo en prisión y obtuvo la liberación el 23 de julio, tras acceder a medidas alternativas y someterse a un procedimiento abreviado.
Gilabert aclaró en la entrevista que, aunque la perdonó a nivel personal y mental, no le otorgó el perdón legalmente: el proceso judicial sigue su curso y Gonzaga mantiene una condena vigente de dos años, ocho meses y 19 días.
La liberación está condicionada al cumplimiento de requisitos impuestos por el juez, y cualquier incumplimiento podría derivar en el regreso a internamiento. Gilabert enfatizó que estas decisiones no dependen de ella ni de sus abogados, sino exclusivamente del juez.
Las secuelas físicas y emocionales del ataque persisten. Gilabert reveló que su mano aún no ha sanado completamente y que continúa en terapia. Además, padece una neuropatía que le provoca dolores intensos y la obliga a tomar medicamentos potentes.
“Me dejó neuropatía, que es en ciertas partes del cuerpo siento como si mi piel estuviera quemada. Entonces tomo medicamento para la reconexión de los nervios de mi cabeza”, explicó.
El fármaco, pregabalina, le ha causado efectos secundarios severos: “Tenía falta de memoria a corto plazo, caminaba unos metros y no me acordaba de haberlo hecho, no me acordaba de las cosas que hice segundos antes, como si lo hubiera hecho dormida”.
En cuanto a la relación con la hija de Gonzaga, Gilabert confirmó que ha convivido con la bebé y expresó confianza en que, tras la liberación de Marianne, no enfrentará nuevos episodios de violencia:
“Pues no lo sé, pero confío en que no lo va a hacer. Creo que ella ya está suficientemente consciente de que sus acciones sí tienen consecuencias”.
El caso, ampliamente difundido y discutido en redes sociales, puso en el centro del debate la magnitud de la violencia, las circunstancias legales y las secuelas para las víctimas.
La exposición pública de las cicatrices de Gilabert y su testimonio sobre el proceso de recuperación han mantenido la atención sobre un episodio que, más allá de lo mediático, sigue abierto en los tribunales y en la vida de las personas involucradas.