El rock como componente de un engranaje fundamental a la hora de la identidad cultural. Los primeros acordes que sacudirán el alma nunca serán olvidados, esa intención de rebeldía, las melodías pegadizas, las guitarras que aúllan. Y han pasado cinco décadas desde que en nuestro país, el movimiento musical llegó para quedarse en los corazones de todos los que supieron apreciar que con tres, o cuatro como mucho, instrumentos, podía levantarse la voz de una generación.
En el marco del ciclo "50 años de rock argentino" auspiciado por el Ministerio de Cultura de la Nación, se presentó el domingo pasado Norberto "el Ruso" Verea, reconocido periodista deportivo quien supo hacer lo propio con el rock, y Javier Diz, también comunicador, escritor y músico, director editorial de la revista Los Inrockuptibles. En la primera mesa que se convocó para este ciclo, las premisas fueron dos: cómo encontramos al rock argentino en estos tiempos y su evolución -si existe tal cosa- y qué hay en materia editorial al respecto que no sean las tradicionales y a veces aburridas biografías a las que estamos habituados.
En el marco del ciclo "50 años de rock argentino" auspiciado por el Ministerio de Cultura de la Nación, se presentó el domingo pasado Norberto Verea, reconocido periodista deportivo quien supo hacer lo propio con el rock, y Javier Diz, también comunicador, escritor y músico, director editorial de la revista Los Inrockuptibles; moderó la periodista cultural Lala Toutonian.
En la primera mesa que se convocó para este ciclo, las premisas fueron dos: cómo encontramos al rock argentino en estos tiempos y su evolución -si tal- y qué hay en materia editorial al respecto que no sean las aburridas biografías a las que estamos habituados. Diz, quien además de medios gráficos se ha paseado por la radio y fue ghost writer de un afamado libro de rock, también toca en Jackson Souvenir, que se especializan en bandas de sonido para películas. Así, flanqueado por ambos lados, el periodista comenzó la charla augurando un futuro un poco oscuro. Lo que comenzó como movimiento contacultural, la voz de los rebeldes, ¡el rock!, hoy está desdibujado entre el pop y el rock barrial, todo un fenómeno que se desarrolló en la mesa. "El Ruso" Verea, quien supo pasear huesos como melómano que es en la Heavy Rock & Pop, dos décadas atrás, sabe de primera mano cuál es el transcurrir de las bandas, cómo fue antes y cómo se proyectan. Más la apuesta editorial, que si bien perfila desde algún lugar, aún no se define como género narrativo.
La gran problématica que se ve al día de hoy, tras la penosa experiencia del concierto del Indio Solari en Olavarría como última prueba, es la futbolización del rock, primero, hasta la politización del mismo. Lo que sería una contradicción en sí misma si consideramos las primeras semillas de la corriente: ¡estaban dispuestos a la revolución!
Nada de esto estuvo ajeno a la mesa y no quedó tema sin tocar: las características del rock como género, sus comienzos en la década del sesenta con Los Gatos, Pappo, Almendra; el género devenido producto comercial, la evolución pop y electro de los 80, el indie -y el mejor momento coincidieron todos- del rock argentino y lo que ha incidido en la música todos los elementos sociales que la rodean. La gran retórica de Verea sumada a su experiencia como periodista más el aporte crítico y personal de Diz, hicieron las mieles de la audiencia que se iba sumando a medida que cruzaban el stand 602 del Pabellón Azul.
"El error es que les pedimos a los músicos lo que nosotros no estamos dispuestos a hacer", dijo Verea con la ironía que lo caracteriza, "Nos molesta que el tipo haga dinero: cuando lo de Olavarría, la noticia fue que el Indio llegaba en avión. Llevó 300.000 personas, ¿qué pretenden, que llegue en una combi desde Burzaco?".
La conclusión resultó, aunque oscura, simpática: una celebración y un homenaje a quienes fueron el artificio del género, los que lo continúan y los que vendrán a sacudir guitarras eléctricas. El rock como experiencia estética y disparador de emociones. Y de fanatismos, que como cualquier extremo resulta abrumador: "Bob Dylan camina tranquilo por las calles de Nueva York, Keith Richards se pasea por Oxford Street en Londres y no tiene problemas. El Indio no puede salir de su casa. Más allá de su paranoia, la verdad es que no puede salir. Avanzamos sobre el ídolo: a Maradona le tocás el hombro y te mete un chumbo", concluirá "el Ruso".
El rock no fue sino siempre más que sinónimo de libertad, así es como estas condiciones no son las mejores; como observación empírica es la prueba de que cualquier experimento social que se precie, debe levantar una sola bandera: la de la independencia individual. Pero no solo eso estaría perdiendo sino que están ganando el terreno los mismos prejuicios frente a los que se alzaron.
Con el fin de continuar este debate y así lograr los cambios pertinentes, el hoy mismo a las 19:30 horas y en este mismo marco de "50 años de rock argentino", se presentará Richard Coleman. El artista, que vive un gran momento en su carrera solista (más el bagaje que lo acompaña desde sus primeros pasos en la música con Fricción y Los Siete Delfines) cuenta con muchos años en el terreno y siempre ha sido un espectador detallista. Por su lado, el sábado siguiente, el 13, hará lo propio Daniel Melero, nuestro Brian Eno: músico, cantante, compositor, arreglador, dueño de un carisma único y una impronta que arrastra desde Los Encargados. Un tipo con vuelo, con una mirada que va más allá del común denominador y que está directamente ligada a su sensibilidad artística.
Que sea éste un puntapié para abrir un debate y una conciencia que nuclee a músicos y escuchas, que vuelvan a vibrar en un pogo mancomunado y que la industria editorial apueste por el ensayo y la crítica. La música rock ocupa un lugar de privilegio entre las artes y la primera gran premisa fue la libertad. Que así sea.
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