Jaime Bayly: "¿Fútbol artístico o testicular?"

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Toni Kroos anota de forma espectacular el gol del triunfo. (REUTERS/Hannah McKay)

UNO

Que Alemania perdiese en su debut, jugando mal con escándalo, no significa que sea razonable darla de baja y asumir que está fuera de carrera. España perdió con Suiza en su debut en el mundial de 2010 y acabó siendo campeona. Jugando desusadamente mal, Alemania se ha recuperado de aquel traspié, ganándole a Suecia en el último minuto con un dardo envenenado de Kroos, que había regalado la pelota en el gol sueco, una chapucería muy atípica en él, que rara vez pierde un pase. Que México consiguiese una victoria épica, inesperada, contra los alemanes, jugando muy bien, por encima de todas las expectativas, no garantiza tampoco que sea el favorito para ganar el torneo, aunque todo sugiere que, empatando con Suecia, o mejor aún ganándole, logrará clasificar primero en su grupo, una honra que a no dudarlo merece. La gran pregunta es: ¿seguirá jugando tan mal Alemania, o el cachetazo que recibió de los mexicanos servirá como revulsivo para despertarla del letargo? Porque tampoco jugó nada bien ante Suecia, y sin embargo prevaleció a puro coraje y porfía, lo que vino a recordarnos que los alemanes son capaces de ganar, incluso jugando muy mal. La gran pregunta es: ¿será capaz México de jugar todo el mundial al ritmo maravillosamente afiebrado en que jugó el primer tiempo contra los alemanes y los coreanos? México ha sido, de momento, la gran sorpresa del torneo, y todo indica que llegará lejos, tan lejos como probablemente las semifinales, siempre que siga jugando tan bien, puesto que en octavos podría tocarle Suiza y en cuartos Inglaterra o Bélgica. (Solo ruego que no sean víctimas, una vez más, de la maldición del cuarto partido, y no les toque batirse a duelo con Brasil en octavos, lo que sería mucho infortunio histórico). Pienso que Alemania subestimó a México y que, todavía en crisis, paralizada por un cierto estupor, en peligro de volver a casa tan pronto, encontrará la manera de sacudirse de los coreanos y clasificar a octavos. Desde luego lo que muchos deseamos es que en octavos se encuentre con Brasil, lo que a estas alturas parece bastante probable, dados los resultados: Brasil, que sigue sin deslumbrar, bien puede pasar primero en su grupo, ganándole a Serbia, y Alemania debería clasificar segunda, detrás de México. No me gustaría que los alemanes fuesen eliminados tan pronto. Quisiera verlos en octavos contra Brasil. Sería un partido de alto morbo. Brasil necesita vengarse de la humillación que le infligió Alemania en el mundial pasado. Y Alemania, que siempre es Alemania, y que en los partidos cruciales se agiganta, como demostró en el segundo tiempo con Suecia, no ahorrará esfuerzos para volver a propinarle una paliza a Brasil. Pago por ver ese partido. Le voy a Brasil, por supuesto.

Andrés Iniesta ante dos jugadores de la selección de Irán. (REUTERS/Toru Hanai)

DOS

No sé si España conseguirá llegar a semifinales o a la final. Me gustó mucho en su debut ante Portugal, me gustó menos contra Irán, que a punto estuvo de empatarle. A diferencia de la Argentina, cuya zona menos apta parece ser la del mediocampo, en España hay un número de volantes que producen fútbol de excelencia, y que lo hacen de un modo sereno, consistente, sin alardes: Iniesta, el mejor de todos, que simplifica el juego con una sabiduría luminosa, proverbial; Isco, que pisa la pelota, ejecuta el regate y urde el embuste con la desfachatez y la insolencia que solo exhiben los mejores; Busquets, un mago para manejar los tiempos y esconder la pelota con artes de ocultismo y trucos de salón; y el chino Silva, una zurda prodigiosa. Una selección con esos cuatro portentos está en condiciones de ganar esta copa y cualquiera en disputa. Es probable que España consiga afirmarse y llegar a la final. Todo indica que en octavos se medirá con Uruguay, un partido de altísimo riesgo. Lo que me preocupa de España es, principalmente, la dudosa eficacia de los zagueros centrales, a quienes veo lentos y desnortados, sobre todo Piqué, que fue desflorado por un iraní que le metió un caño deshonroso, y el portero De Gea, que, siendo una fortaleza inexpugnable en la liga inglesa, ha sido extrañamente dubitativo e irregular en lo que va del mundial. Si España sale de Uruguay (o de Rusia, pero yo digo que será Uruguay su rival en octavos), ¿quién la detiene luego? ¿Croacia o Dinamarca? No creo. ¿México o Inglaterra o Suiza en semifinales? No creo. Si España clasifica primera en su grupo y sale de Uruguay, no la desvía nadie hasta la final, tal es mi pronóstico.

Paolo Guerrero se lamenta ante un fallo de gol en el partido ante Francia.

TRES

Perú bien pudo empatarle a Dinamarca, sí, y no es exagerado decir que lo mereció largamente. Perú bien pudo empatarle a Francia, sí, tuvo dos claras oportunidades de convertir, una en los pies de Guerrero, la otra un disparo de Aquino que pegó en el palo. Pero no basta con jugar bien, atacar de un modo penetrante, rozar el gol: hay que saber meter los goles y no errarlos por impericia o por nervios o por mala fortuna. Todo eso lastró a Perú y lo condenó al fracaso, a un fracaso más que digno, por cierto: no tuvo suerte, no tuvo precisión, no tuvo aplomo en los momentos quemantes. Un equipo que juega bien, que hace alarde de formidables habilidades, pero que no es capaz de hacer goles, ¿juega realmente bien? No, porque jugar realmente bien exige hacer los goles y no fallarlos, dilapidarlos, dejarlos en promesa o quimera. Perú fue, pues, un gran equipo en la ficción, porque el gol era siempre un sueño inasible, evasivo, pero, al mismo tiempo, y aunque duela, un equipo promedio, vulnerable, limitado en la realidad, porque el gol que todos habíamos convertido ya en nuestra imaginación más desaforada y entusiasta, fue el gol que en la desdichada, mediocre realidad se perdió, se extravió. Jugar bien supone atacar sin desmayo y con variada inventiva, y crear numerosas ocasiones de convertir, pero, sobre todo, meter el gol en la instancia final, y no uno, sino dos y hasta tres, y en eso, por desgracia, Perú, tan simpático en el juego, no fue eficaz, careció de poderío, se quedó en promesa inacabada. Ahora solo ruego a los peruanos que ganen a Australia y se despidan con honor. Porque Perú se fue del mundial del 78 humillado por la Argentina, que le hizo seis goles sospechosos, y se marchó igualmente zarandeado del mundial del 82 por los polacos, que en el segundo tiempo le hicieron cinco goles. Perú no gana un partido en el mundial hace cuarenta años. Sería lindo que se despidiera de Rusia con una victoria ante Australia, y que Cueva metiera el gol que se le escapó ante los daneses, y Guerrero acertara por una vez (por desidia o negligencia perdió una pelota de salida que provocó el gol francés), y Carrillo (el mejor jugador peruano, junto con Advíncula y Gallese) coronase su brillante rendimiento con un golazo a la altura de su talento.

Messi en la derrota ante Croacia. (AP Photo/Petr David Josek)

CUATRO

De pronto la Argentina, que se había convertido en una selección fantasmagórica, cenicienta, en pena, ya casi haciendo las valijas, ha renacido con el triunfo de Nigeria, qué alegría, o qué alivio. Es verdad que perpetró un partido horrible ante Croacia. No es menos cierto que los croatas ejecutaron un partido perfecto y que son muy virtuosos en este juego (en el mundial del 98 eliminaron a Alemania con una goleada idéntica de 3-0, si eso sirve de consuelo). ¿Puede la Argentina recuperarse de la honda depresión que la agobia y derrotar a Nigeria? Claro que puede. Es más: estoy convencido, pero tal vez la pasión niebla la razón, de que Argentina le ganará a Nigeria y clasificará segunda y en octavos se medirá con Francia y le ganará por las bravas y entonces será otra Argentina, acuérdense de mí. Ahora es cosa de recobrar la confianza, jugar fino, desplegar un juego sanguíneo, apasionado, que nazca de los cojones y las tripas, y no tanto del cerebro o del pecho frío, y meterle tres o cuatro goles a Nigeria, suficientes para clasificar y, sobre todo, para que el alma vuelva al cuerpo y la ilusión estropeada florezca de nuevo. Aunque malherida, Argentina todavía está viva. Las derrotas, los fracasos, si no te matan, bien pueden fortalecerte. Es cosa de aprender con humildad de todo lo que se hizo mal ante Islandia y Croacia. Por suerte, aún están a tiempo, el azar les ha reservado una última cita con la historia, y creo que, conscientes de su buena fortuna a pesar de todo, no van a malgastarla. Insisto en lo que le rogué a Sampaoli la semana pasada: Armani debe cuidar el arco; hay que jugar con línea de cuatro en defensa; hay que confiar en los más talentosos, en los más avezados, en los mariscales con más medallas ganadas en tantas guerras sin cuartel, no importa si todos ellos son amigos de Messi, ¿por qué Messi jugaría mejor con sus enemigos? El partido con Nigeria es una final anticipada y hay que ganarla como sea, jugando artísticamente o jugando testicularmente. Yo pondría a Armani; a Mercado, Otamendi, Fazio y Tagliafico; a Mascherano, Lo Celso y Dybala; y a Messi, Higuaín (o di María) y Agüero. Si lo que necesita la Argentina es convertir goles, ¿por qué no probar a Dybala con Higuaín, que tantos han marcado juntos en la Juventus? Si Messi despliega su mejor juego cuando se asocia con virtuosos como él (no Acuña, que es promedio, no Meza, que aún está aprendiendo), ¿por qué no confiar en magos como Dybala y Lo Celso? Pero, y en esto quisiera ser enfático al punto de parecer majadero, si Argentina debe ganar, y por varios goles idealmente, de modo tal que, aun ganando Islandia su último partido, los argentinos la superen por diferencia de goles, ¿por qué no alinear de entrada a dos delanteros netos como Higuaín y Agüero, o di María y Agüero, o Pavón y Agüero? (Yo probaría al comienzo con el Pipita y el Kun, juntándolos con Dybala y Messi, y en el segundo tiempo metería a Pavón y quizás al Fideo, según cómo vaya el juego, pero, en cualquier caso, tendría siempre en cancha a dos delanteros francos, y a dos volantes finos de creación, como Messi y Dybala: insisto en que Salvio, Acuña, Pérez y Meza, siendo buenos, no llegan a ser geniales, demoledores, y cuando están los cuatro en cancha, como ocurrió con Croacia, la Argentina deja de ser una selección de élite y pasa a ser un equipo regular, promedio, por algo esos cuatro jugadores no militan en equipos de primerísimo nivel). ¡Vamos Argentina! ¡Todavía se puede! ¡A no tirar la toalla! ¡La fortuna favorece a los audaces, el azar juega con los intrépidos! ¡Y el dolor de los tres goles encajados ante los croatas se convertirá en una gran, incesante alegría, metiéndoles tres o cuatro a los nigerianos! ¡Vamos, que todavía se puede!

Si quiere leer otras columnas de Jaime Bayly: http://www.elfrancotirador.com/

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