Ocho claves para no pasar vergüenza y superar el miedo al ridículo

Decir algo inapropiado,"meter la pata" o tropezar en medio de la calle son algunas situaciones de la vida cotidiana que impiden actuar con naturalidad. Consejos para enfrentarlas

Compartir
Compartir articulo
8 claves para no pasar vergüenza y superar miedo al ridículo
8 claves para no pasar vergüenza y superar miedo al ridículo

Llamamos sentido del ridículo al miedo que todos tenemos a que los demás se rían de nosotros o nos menosprecien. Se trata de un sentimiento que nos inmoviliza porque nos impide actuar, por miedo a quedar mal, a que nos burlen, a resultar patéticos o a que no nos acepten. Las personas que padecen un alto sentido del ridículo van por la vida pendientes y preocupadas por no hacer nada inconveniente. Pasa mucho. Lo primero que hacemos inmediatamente después de caernos, es observar si alguien más nos vio.

Sentirnos ridículos dificulta nuestro desarrollo y la expansión de la personalidad porque impide que hagamos lo que realmente deseamos. Cuando nos sentimos ridículos, estamos sometidos a contradicciones internas respecto de lo que los demás esperan de nosotros y lo que realmente queremos.

Pasar vergüenza

¿Cuántas veces hubieras querido desaparecer o volverte invisible por haberte sentido completamente ridículo? Las situaciones más embarazosas tienen un denominador común: alguien nos está mirando y puede llegar a juzgarnos. Pero, ¿quién determina qué es ridículo y qué no lo es? Lo cierto es que varía según la cultura, la posición social e incluso el sexo. Sin embargo, dado que el sentido del ridículo va ligado a las reglas de cada comunidad y no es intrínseco al ser humano, es cuestionable. La clave es no dejar que nadie nos diga qué está bien que hagamos, sino que podamos sentirnos lo suficientemente seguros de nosotros mismos para hacer lo que deseamos.

La clave es no dejar que nadie nos diga qué está bien que hagamos, sino que podamos sentirnos lo suficientemente seguros de nosotros mismos para hacer lo que deseamos.
La clave es no dejar que nadie nos diga qué está bien que hagamos, sino que podamos sentirnos lo suficientemente seguros de nosotros mismos para hacer lo que deseamos.

Muchas personas se sienten ridículas de por sí, por ser quienes son. Creen que la gente dejará de quererlos si se muestran auténticos. En estos casos, reforzar nuestro amor propio es el primer paso para salir del miedo al qué dirán.

Pero lo más común es que nos sintamos intimidados a partir de una situación externa, como una caída en plena calle, un comentario de más o una clásica metida de pata. Si es algo que podríamos haber anticipado, como hablar en público o conocer a los amigos de nuestra pareja, podemos ocuparnos previamente de pensar qué queremos decir y qué no, para ir más relajados al encuentro. Aún así, es fundamental que aprendamos a relativizar la importancia de las cosas y a mostrarnos tal como somos: es, además, el mejor modo de ser bien recibidos por los demás. Si se trata, por el contrario, de algo que no podríamos haber previsto, no nos quedará más que reírnos de nosotros mismos; es siempre la mejor elección.

Mejor con humor

Hay que saber diferenciar entre el miedo al ridículo y las situaciones ridículas de por sí. Esto siempre ha sido utilizado para hacer reír a la gente, porque nos anticipa situaciones graciosas. Tengamos en cuenta que los grandes humoristas han sabido superar el miedo al ridículo, apostar al humor y así ser verdaderamente libres para actuar como les plazca.

Es fundamental no tomarse las cosas demasiado en serio. Relativizar lo que nos sucede es, probablemente, la solución óptima para terminar con el sentido del ridículo. La capacidad para bromear acerca de nosotros mismos indica un buen nivel de aceptación personal y de autoconocimiento.

Hay que aprender a convivir con nuestros defectos, dándoles sólo la importancia que tienen y no más. Al fin y al cabo, somos mucho más que esas imperfecciones. El sentido del humor implica también cuenta. Cuando somos capaces de bromear, el miedo se minimiza y dejamos de sentirnos ridículos, logrando, incluso, divertirnos a partir de lo que ocurrió.

La actriz Scarlett Johansson en la entrega de los premios Oscar protagonizó un “papelón”: se cayó con su vestido de Dior antes de recibir su premio
La actriz Scarlett Johansson en la entrega de los premios Oscar protagonizó un “papelón”: se cayó con su vestido de Dior antes de recibir su premio

Claves para vencer el papelón

– Cuando creamos que vamos a decir algo sin importancia pensemos que para nosotros sí lo es, sino no lo estaríamos pensando. Recordemos que somos nosotros los que elaboramos un juicio negativo y no los demás.

– No le demos importancia a las opiniones ajenas y empecemos a escucharnos. Tenemos muchas cosas importantes que ofrecer y nuestra postura realmente vale ser expuesta.

– Aprendamos a relajarnos y a darnos tiempo. Ninguna decisión importante se toma en apenas unos minutos, y nosotros no somos menos. Permitámonos tener el espacio necesario para procesar lo que nos suceda.

– Ni los demás son tan perfectos como creés, ni nosotros tan torpes. Hagamos una lista con los aspectos positivos de nuestra personalidad. Seguro encontraremos atributos que no teníamos en cuenta y que son centrales.

– Dejemos atrás el miedo a importunar a los demás con nuestras actitudes o nuestras posturas. Tenemos derecho a opinar y ser como querramos. Nos sorprenderemos al descubrir que los demás no nos ven ni ridículos ni consideran risibles nuestras dudas o nuestra forma de pensar.

– Intentemos no castigarnos por las cosas que creemos que no nos hacen bien. Los juicios negativos sobre nosotros mismos sólo nos limitan.

– Cuando nos sintamos ridículos, verbalicémoslo. Podemos decir: "Me siento muy ridículo al decir esto, pero…" Esto nos liberará de la presión del momento.

– Y, lo más importante, apelemos al humor. Cuando algo muy ridículo pase, relajémosnos y ¡hagamos el ridículo! No sólo es una experiencia muy divertida, sino que además no hay mejor aprendizaje que saber reírse de uno mismo.

SEGUÍ LEYENDO: