Cómo sobrellevar el estrés de decidir con quién pasamos las Fiestas

¿Con quién la pasamos?, es la pregunta de todos los años ante la llegada de Navidad y el Año Nuevo. Algunas rivalidades familiares se convierten para muchos adultos en un problema a resolver

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La llegada de las fiestas de Nochebuena y el Fin de Año pone en evidencia la inocencia de los niños y las rivalidades de los adultos, convirtiéndose para muchos en un problema a resolver
La llegada de las fiestas de Nochebuena y el Fin de Año pone en evidencia la inocencia de los niños y las rivalidades de los adultos, convirtiéndose para muchos en un problema a resolver

El estrés es un estado de tensión que nos prepara para enfrentar una situación desagradable. El cuerpo y la mente se anticipa imaginando el escenario posible, pensando solo en los hechos negativos que se podrían presentar. La llegada de las fiestas de Nochebuena y el Fin de Año pone en evidencia la inocencia de los niños y las rivalidades de los adultos, convirtiéndose para muchos en un problema a resolver. “Vamos porque los chicos se encuentran con sus primos, juegan y esperan los regalos”, la frase se repite para aliviar la tensión, sin embargo, no es suficiente para calmar las ansiedades festivas.

¿Con quién la pasamos?

El primer paso empieza a resonar tiempo antes de fin de año: ¿Qué vamos a hacer, con quién la pasamos? Y a partir de ahí comienzan a tirarse las primeras líneas de conexión con la familia, con los acuerdos y los desacuerdos que ya aparecen en esta instancia. La tensión es mayor cuando todo sucede en los grupos de chat que reúnen a los adultos de la familia, más los otros que tienen como miembros a los más chicos: hermanos, primos, sobrinos. Si bien cada uno asume el derecho a opinar y a tomar decisiones personales, cumplir con los padres es la que tiene el poder para dirimir en conflicto: “unas fiestas con tus padres y la otra con los míos”. El conflicto estaría resuelto sin problemas si cada uno de los invitados estuviera en calma consigo mismo y con los demás, cosa que generalmente no ocurre. Decir “si, vamos” no significa “tengo ganas de ir”. Detrás se esconden verdades convirtiendo a la decisión en una puja entre las ganancias y las pérdidas que se podrían obtener: se le dice a la pareja: “Si te deja contenta/o, vamos”; para “dejar conforme a mamá y/o a papá, a la abuela que quizá sea la última fiesta que nos acompaña” o “a los chicos que quieren abrir los regalos a las 12”. También para evitar reproches futuros: “No quiero escuchar a tu madre o a tu padre quejarse”. Para no perder ayudas: “Si tus padres se enojan no van a querer cuidar a los nietos”. Para autoconvencerse de que “son unas pocas horas y después de las doce, chau, cumplimos”. En fin, frases que actúan como defensas frente a la angustia que supone no ser congruentes con lo que sentimos.

Por una parte, la condición humana se hace presente, con sus valores más nobles, pero también con resentimientos, odios, prejuicios
Por una parte, la condición humana se hace presente, con sus valores más nobles, pero también con resentimientos, odios, prejuicios

El sentido de las fiestas

Si el espíritu navideño es de encuentro, de reconciliación, de paz, de recuerdo para los que no están ¡cuánto cuesta sentir y cumplir con este precepto que tendría que ser el centro de la reunión! Por una parte, la condición humana se hace presente, con sus valores más nobles, pero también con resentimientos, odios, prejuicios. No esperemos que por las fiestas todo esto quede atrás: forma parte de nuestra experiencia con el grupo familiar. Por compartir una cena no vamos a olvidar lo mejor y lo peor de las relaciones, Seguirán estando hasta que se aclaren, o no, en otro momento, pero quizá sea el inicio, la oportunidad, de una mirada diferente sobre los demás.

Es posible que el concepto naturalizado de las Fiestas precise de nuevas representaciones, es decir de “aggiornarlas” respetando las decisiones personales y sin que nadie se sienta molesto por pasarla solo/sola, con su pareja, con sus hijos; hasta los padres de las familias de origen podrían negarse a reproducir año a año la misma ecuación festiva, ellos también quizá necesiten darse un tiempo para estar solos como si volvieran a ser novios que se escapan a las 12 para estar solos.

Qué nadie se sienta molesto por pasarla solo/sola, con su pareja, con sus hijos; hasta los padres de las familias de origen podrían negarse a reproducir año a año la misma ecuación festiva (Getty Images)
Qué nadie se sienta molesto por pasarla solo/sola, con su pareja, con sus hijos; hasta los padres de las familias de origen podrían negarse a reproducir año a año la misma ecuación festiva (Getty Images)

Virtualidad y fiestas

El distanciamiento que provocó la pandemia puso en marcha a los medios virtuales para la celebración de los eventos siendo de gran ayuda para mantener los vínculos afectivos. No obstante, este año, con la oportunidad del reencuentro presencial, la virtualidad recupera la función anterior, sobre todo en los grupos familiares. Si ya los grupos de papis y de mamis son causa de estrés, sumemos a estos los dimes y diretes que aparecen en los chats de familia separados estos en chat de abuelos, de padres, de hijos, de primos, etc.

La pandemia aumentó más la conexión y hasta los adultos mayores se sumaron a la movida teniendo una participación muy activa. Todos quieren participar, opinar, comentar, enviar fotos, videos, mensajes políticos, fotos y frases subidas de tono, chistes, etc. En la pantalla todo se puede, hasta decir aquellas cosas que el cara a cara no permite. La cohesión del grupo familiar está expuesta a una serie de códigos (mensajes y metamensajes) que dan lugar a lecturas correctas y otras no tanto, provocando el “¿qué me habrá querido decir?”. “¿me lo dice a mí o al grupo?”. El grupo familiar de WhatsApp es un intercambio que sostiene en sí mismo, aún con los desacuerdos, lo que no se permite es que alguno de los integrantes se “borre”, salga del grupo, aún dando las explicaciones de por qué ha tomado esa decisión. Todavía las familias actúan como núcleo de cohesión (con las consabidas atracciones y rechazos) y no aprueban las decisiones personales, se viven como traiciones. Y así sucede en las interacciones virtuales como las presenciales, sobre todo cuando se acercan las Fiestas.

La familia no se va a desmembrar porque no se reúnen todos, se va a desmembrar por la intolerancia y el rechazo a las decisiones de sus miembros. Decir “no voy a ir” o “tengo otro programa”, es solo eso: “No estaré presente en estas fiestas”, pero el vínculo afectivo seguirá estando, no se tendría que afectar, a menos que el otro interprete que “decir no” afecta directamente a la relación, cuando en realidad no es así.

Walter Ghedin, (MN 74.794), es médico psiquiatra y sexólogo

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