“Hay mucho para escribir, se hace difícil resumir tanto en pocas palabras. Resulta que solo somos noticia cuando sucede un hecho catastrófico, por eso queremos que todo el que nos lea sepa todo lo que hacemos para los jugadores que se lesionan en el rugby”, relatan desde la Fundación Unión Argentina de Rugby a Infobae.
Son 32 historias distintas. Cada uno de ellos, los protagonistas de estas historias, se lesionaron jugando al rugby. Sus lesiones afectaron la médula espinal por el desplazamiento de una o más vértebras de la columna. Un scrum derrumbado, un tackle mal posicionado, una mala caída, un resbalón, un momento de desconcentración en el partido, una mala pasada y el cuerpo se les apagó. Todos son distintos relatos, pero con un desenlace similar: estas lesiones graves les inmovilizan los cuatro miembros, lo que se denomina en medicina cuadriplejia, imposibilitando a la mayoría volver a caminar.
Cuando suceden estos accidentes, no solo afecta a ese jugador, sino a todos los que directa o indirectamente se relacionan con él. “La familia no sabe cómo reaccionar, los clubes involucrados tienen que afrontar un derrumbe de moral enorme, las uniones del país y el rugby entero se movilizan, y no siempre cuentan con un presupuesto para afrontar los gastos”, explican.
Como en cualquiera de estas situaciones, hay que actuar rápidamente, para que sea atendido en el mejor centro médico cercano, con la contención necesaria, pero la procesión viene acompañada de largos trámites, papeleo, burocracia, cientos de llamados. Además, luego hay que encontrar y trasladarlo a un buen centro de rehabilitación, elegir la silla de ruedas adecuada, adaptar la casa y el auto, necesitar asistencia personal de enfermería las 24hs los 7 días.
En la rehabilitación, además de recuperar un poco de la parte física, desde la Fundación relatan que hay que trabajar todos los días para volver a escribir, a bañarse, a vestirse, a comer y a movilizarse en silla de ruedas; todo es necesario para que puedan reinsertarse en la sociedad, relacionarse con otros, estudiar en la facultad, volver a trabajar, salir con los amigos, formar una familia y saber que siempre hay que seguir con la rehabilitación y con los cuidados especiales, siempre ir para adelante. Todo ese proceso mencionado tiene un costo muy elevado y es muy difícil de cubrir para la mayoría de las personas.
En 1992, el entonces jugador de rugby Ignacio Rizzi, alias Nacho, volvía momentáneamente de Francia, luego de haberse lesionado jugando para el equipo Villeneuve Sur Lot el 7 de octubre de 1990, con la idea de replicar en su país una ONG similar a la que lo ayudó a él en la nación europea.
En Argentina no existía nada parecido, y por eso, tuvo que buscar a otros lesionados del rugby. Así fue como se contactó con Fernando Pantín Colombo de La Plata Rugby Club y Pancho Maggio del SIC, para sumarlos en el proyecto, y pocos meses después crearon Fundación Rugby Amistad con gran entusiasmo. En el 2015, pasó a ser la FUAR, Fundación Unión Argentina de Rugby, teniendo como misión mejorar la calidad de vida de los jugadores lesionados graves dentro de un terreno de juego desde el día de la lesión y para toda la vida.
La recaudación de fondos es la base que les permite otorgar todos los meses un apoyo económico de 57 mil pesos a cada uno de los jugadores que sufrieron graves lesiones; también entregar equipamiento técnico y específico para cada necesidad: sillas de ruedas, almohadones anti- escaras, en los casos que carezcan cobertura de obra social. Además, suministran dispositivos informáticos que permiten a los lesionados cuadripléjicos comunicarse a través de Internet.
La FUAR, desde su inicio, administra un Fondo Solidario que permite, a través de reembolso, cubrir los gastos ocasionados por una lesión leve, sea durante un partido o en un entrenamiento, en aquellos jugadores/as o referís que no cuenten con cobertura médica fichados en el sistema BdUAR y, en caso de una lesión grave -discapacidad total y permanente-, realizar un pago único.
Según contaron a Infobae, “el poder mejorar la calidad de vida no es una tarea fácil y abarca muchos aspectos, pero desde la FUAR, estamos en contacto diario con los 32 lesionados trabajando para que no les falte nada, y a la vez, ser una fundación consolidada, donde pase lo que pase, podamos afrontar los gastos que sean necesarios”.
Hoy, con mucho orgullo y un gran agradecimiento a sus donantes, pueden destacar que dentro de las 32 diversas historias de jugadores lesionados que cuentan con este gran soporte, cada uno puede seguir el juego como abogados, gerentes, administradores de campos, pintores, diseñadores gráficos, cantantes, managers y entrenadores en sus clubes, deportistas paraolímpicos, con logros que van desde cumplir hazañas en bicicleta adaptada, como llegar a ser intendente en su ciudad, sin olvidar que varios son padres de familia.
3 historias de superación
César Navarro nació un 10 de junio de 1970 en El Dorado, Misiones, aunque se define como chubutense por adopción, ya que fue la provincia que lo vio crecer desde que tenía 4 meses. Vive en la ciudad de Esquel y su club de rugby siempre fue el local “Los Dogos” y su puesto en el mundo siempre fue el de ala, hasta el último año en el que jugó como hoocker.
Y así contó a Infobae su historia: “Me separé después de 27 años, tengo una hija que se llama Jaz y un hijo, Santiago, ya grandes, que tienen su vida propia y están en Córdoba, a 2000 km de Esquel, y actualmente estoy en pareja conviviendo. A Vale la conocí en un viaje a Buenos Aires para una cena de la FUAR hace 2 años y medio, luego de un año de viajar finalmente se vino al sur a vivir conmigo”.
“Me accidenté a los 28 años, en ese momento no era un pibe, estaba casado y tenía 2 hijos, de 3 años y de 8 años. La lesión fue en Bariloche, jugando un partido para Los Dogos contra Pehuenes Rugby Club. Me derrumbé en el scrum, el golpe fue en las cervicales 5 y 6, por lo que quedé cuadriparetico. Me operaron dos veces y después de ello me vine a Buenos Aires donde seguí mi rehabilitación en el Fleni y en el Cenard”, relató.
Con 50 años, su día laboral es vía home office, “pero desde hace más de 20 años, tengo un estudio técnico y me dedico al rubro de la construcción, al diseño y al asesoramiento. En ocasiones tiene que ver con accesibilidad tanto de espacios públicos como en hogares. Me gusta mucho manejar, he recorrido las rutas de medio país, aunque me falta todavía dejarme sorprender por destinos aún desconocidos”, aseveró, sobre su día a día.
“En mi rutina diaria está el trabajo, pero también el ejercicio. Me mantengo lo mejor posible ya que me gusta nadar en aguas abiertas. Respecto a mi relación con el rugby, soy un fanático del análisis. Estoy permanentemente viendo y analizando partidos. Con mi club tengo una relación permanente, ya no dirigencial como en otra época y cuando el tiempo lo permite voy a la cancha del club”, agregó.
César a su vez entrena todos los días a su perro Teseo, “casi obsesivamente” y sostiene que su fuerte son los asados, “me salen muy bien”, afirma.
Por su parte, Pablo Fernández fue hoocker en el Club Sporting de Mar del Plata, de la Unión de Rugby Mar del Plata. Nació un 15 de junio de 1984 y actualmente tiene 36 años.
Su lesión fue en agosto del 2004, ante una embestida en un scrum. Allí sufrió una lesión cervical en la cuarta y quinta vértebra. Fue operado en el Hospital Privado de la Comunidad. En un primer momento recuperó movilidad en hombros, estabilidad de cabeza y respiración espontánea, pero lamentablemente quedó cuadripléjico.
Es licenciado en Diseño Gráfico y Comunicación Audiovisual, hace sus creaciones con un dispositivo diseñado por él y su hermano, comandado desde un mouse en la nuca y acciona los clics por soplido. Además diseña para el Ente de Turismo de Mar del Plata y vive con su familia. A su vez, dio una charla Ted motivacional.
La historia de Juan Manuel Marchetto comenzó en el Club de Rugby Yaguá Pitá de Rojas, provincia de Buenos Aires, UROBA. Nació el 30 de junio de 1991 y ahora tiene 29 años. Al momento de su lesión jugaba de apertura. Era un 22 de abril de 2017 cuando sufrió un grave traumatismo por un tackle, en donde se le desplazó la cuarta y quinta vértebra cervical. Fue operado en la Clínica Sagrado Corazón de la ciudad de Buenos Aires. Su signo clínico: cuadriplejico.
Padre de dos hijas, está casado con Damiana. Forma parte de la comisión de rugby de su club y entrena a juveniles con su cuidador. Hasta el año pasado tenía una empresa de matafuegos junto a su amigo y hermano, pero tuvo que dejarla para cuidarse de contagio por el COVID-19.
Estas historias son todas enriquecedoras, superadoras, motivadoras, y con ese final de, “y yo de qué me quejo, mirá a estos pibes como la remaron”. Para conocer más sobre cada una, se puede ingresar a la web del FUAR en donde también es posible realizar una donación mensual por el monto que se desee.
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