“El tamaño del espacio”: 100 años del curioso libro de Lugones que leyó Einstein y que anticipó la visita del físico a la Argentina

Con una “retórica hipnótica y grandilocuente”, el célebre escritor intentó describir la relatividad y otros avances de la física, la matemática y la fisiología. ¿Pero realmente entendía de lo que hablaba? Audacias, vanidades y mensajes ocultos de la obra que ayudó a popularizar al científico alemán en el país

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Leopoldo Lugones y Albert Einstein
Leopoldo Lugones y Albert Einstein

Además de ser “el primer escritor de la República”, el intelectual más reconocido de su época, el adversario íntimo de Borges y el protagonista de derivas ideológicas que lo llevaron del socialismo a “la hora de la espada”, Leopoldo Lugones fue uno de los primeros divulgadores de la relatividad de Albert Einstein y uno de los promotores de la visita del físico alemán a la Argentina, en 1925.

Hace 100 años, en los primeros meses de 1921, Lugones publicó uno de sus libros más curiosos y enigmáticos: El tamaño del espacio. Ensayo de psicología matemática, en el que el poeta intenta describir con osadía las teorías de Einstein y otros avances de la física, la matemática y la fisiología de las primeras décadas del siglo. Y donde hasta desliza que algunas de sus ideas, como la del espacio finito, podrían haberse adelantado a las del genial científico alemán.

El texto, de 55 páginas, reproduce una conferencia que Lugones brindó el 14 de agosto de 1920 en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), por invitación del centro de estudiantes de la Facultad de Ingeniería. Y más allá de errores técnicos, artificios retóricos y agendas “ocultas”, El tamaño del espacio representa uno de los testimonios más singulares de la incursión de un literato en las abstracciones de la física moderna y una de las primeras palancas de la popularización en Argentina de Einstein, a quien en el texto nombra 17 veces y define como “el sabio suizo”, “el moderno Newton” y “el nuevo organizador del universo”.

“Lugones viste a sus ideas de un aura científica y conecta muchos términos en boga para hablar de lo que mucho no sabía”, dice a Infobae el doctor en Astrofísica e investigador del CONICET Alejandro Gangui, autor de Poética astronómica. El Cosmos de Dante Alighieri y Tensión cósmica: la energía oscura y la evolución del universo, entre otras obras.

"El tamaño del espacio" representa uno de los testimonios más singulares de la incursión de un literato en las abstracciones de la física moderna y una de las primeras palancas de la popularización en Argentina de Einstein
"El tamaño del espacio" representa uno de los testimonios más singulares de la incursión de un literato en las abstracciones de la física moderna y una de las primeras palancas de la popularización en Argentina de Einstein

“Pero su libro, de alguna manera, despertó a la comunidad intelectual de Buenos Aires y del resto del país para que prestara atención a las ideas de Einstein. Fue una puerta de entrada muy importante, un empujón muy fuerte”, añade.

Un poeta en el mundo de Alicia en el País de las Maravillas

Borges decía que Lugones adolecía de una costumbre muy española: la creencia de que el escritor debe usar todas las palabras del diccionario. Al sumergirse en la terminología de la ciencia, desde los átomos y el movimiento browniano hasta el “cóncavo” de la bóveda celeste o la “autoinducción de las corrientes”, el poeta quizás pudo satisfacer esa pulsión estética, aunque no fuera su única motivación.

En una primera aproximación, El tamaño del espacio es “una mezcla explosiva de ideas sugestivas, nociones matemáticas algo confusas y gran cantidad de datos empíricos de física, astronomía, química y fisiología, todo ello amalgamado en una prosa resplandeciente y teatral”, afirman los historiadores de la ciencia Miguel de Asúa y Diego Hurtado en su libro Las imágenes de Einstein. Relatividad y cultura en el mundo y en Argentina (Eudeba, 2005).

Con una “retórica hipnótica y grandilocuente”, Lugones “construye un obelisco discursivo erizado de términos técnicos y coronado con los nombres de grandes matemáticos que, a primera vista, impresiona al lector como una argumentación articulada y sólida”, añaden.

Así, en el libro se citan decenas de figuras de la matemática y la física, desde Gauss y Laplace hasta Perrin y Riemann. Y aparecen conceptos científicos tales como la teoría de la formación de la luz zodiacal de Poincaré, las ecuaciones de Maxwell o hipótesis sobre el éter de Kelvin. Pero Lugones no se limita a “divulgar” los aportes ajenos, sino que argumenta, teoriza y expone sus propios pensamientos.

Según Lugones, la relatividad de Einstein terminó con el “espacio intuitivo” de la era de Newton
Según Lugones, la relatividad de Einstein terminó con el “espacio intuitivo” de la era de Newton

De Asúa y Hurtado aseguran que Lugones presenta dos tesis centrales, que ya había esbozado en un “ensayo sobre cosmogonía” que completa la docena de cuentos fantásticos de Las fuerzas extrañas, publicado en 1906.

La primera es que la noción del espacio infinito es fruto de la “intuición”, a la que caracteriza como una “una facultad muy sospechosa para la ciencia” y a la que contrapone al “raciocinio abstracto que constituye la dignidad de las matemáticas”.

Según Lugones, la relatividad de Einstein terminó con el “espacio intuitivo” de la era de Newton: “El espacio y el tiempo absolutos no existen, el movimiento absoluto resulta un contrasentido y el dualismo entre la materia y la energía se desvanece”, aun cuando nuestros sentidos nos confundan o engañen o tengamos una limitación psicológica pata comprenderlo. El poder del cálculo libera a la mente, a la que compara con un “Prometeo encadenado”, de la limitación de los sentidos, asegura.

“El mundo de la relatividad es una especie de mundo de Alicia en el País de las Maravillas, donde las paralelas se cortan, donde los relojes andan a distinto ritmo y donde la suma de los ángulos interiores de un triángulo no suma 180 grados”, dice Hurtado, quien también es doctor en Física, investigador del CONICET y actual secretario de Planeamiento y Políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación,

Lugones avanza luego a su siguiente postulado: el universo en realidad es finito y está formado por entre mil quinientos y dos mil millones de estrellas, “un número aproximadamente igual a la población humana de la tierra”. “Pienso que debe considerarse al espacio cósmico un cuerpo, ilimitado para nuestra experiencia sensible, pero calculable por nuestros medios inteligibles [las matemáticas]”, plantea.

Según Gangui, la cuestión del universo finito o infinito bajo la perspectiva relativista se definía según los ingredientes que se agregaran a la “maquinaria matemática” y, en particular, a la densidad de materia que se asumiera. Lugones debería haber conocido que, en 1917, Einstein dedujo su primer modelo cosmológico relativista, dotado de un espacio de densidad de materia uniforme, espacialmente esférico y estático.

Sin embargo, en El tamaño del espacio, ese antecedente puntual es velado. Y en el epílogo se cita que, cuando el libro estaba en prensa, apareció en La Nación del 30 de enero de 1921 la siguiente noticia, procedente de Berlín: “El doctor Einstein ha sorprendido nuevamente al mundo científico lanzando la afirmación de que es posible probar que el universo es finito y aun que puede calcularse su tamaño”.

Los lectores desatentos o confundidos quedaban entonces con la sensación de que las teorías de Lugones sobre el espacio… ¡antecedían a las del propio Einstein! Y el propio escritor creía en rigor que esa era una de sus aptitudes. En el prólogo de una reedición de “Las fuerzas extrañas”, en 1926, se jactó: “Algunas de las ideas de este libro, editado hace 20 años, están actualmente aceptadas por la ciencia”, tal como recuerdan De Asúa y Hurtado.

Una cena íntima en Buenos Aires

Viñeta de revista Atlántida del 9 de abril de 1925, extraída del libro "Imágenes de Einstein", de Miguel de Asúa y Diego Hurtado
Viñeta de revista Atlántida del 9 de abril de 1925, extraída del libro "Imágenes de Einstein", de Miguel de Asúa y Diego Hurtado

Visto con la distancia de un siglo, resulta algo extraño que los estudiantes de Ciencias Exactas e Ingeniería hubieran recurrido a un intelectual como Lugones para interiorizarse de la relatividad. La doctora en Letras Soledad Quereilhac, investigadora del CONICET y autora de Cuando la ciencia despertaba fantasías (Siglo XXI, 2016), cuenta en la nota al pie de un ensayo que interrogó sobre la cuestión a De Asúa y que su respuesta fue que Lugones era un representante de la cultura, un sujeto con la formación retórica adecuada para dar conferencias y para convertir su discurso en un acontecimiento cultural.

“La respuesta mostró cierta vacancia dentro del campo científico de la época de una figura legitimada en la ‘cultura’”, reflexionó Quereilhac. Y hasta de científicos que pudieran ocupar ese estrado. Cuando Einstein visitó la Argentina en 1925, “había un solo físico, que además era uruguayo, que entendía la relatividad”, dice Hurtado a Infobae. En cambio, quizás inspirados por la audacia de Lugones, miembros de la elite como estancieros, militares y políticos aparecían en los diarios explicando o incluso refutando esas teorías, destaca Hurtado.

La relación de Lugones con Einstein no terminó con su conferencia y el libro. En agosto de 1922, en una carta publicada en La Nación, el escritor propuso atraer al físico, cuya vida estaba en peligro en Alemania, para que se radicara en el país. Y para lograrlo, proponía invitarlo a dar un curso libre al cual se suscribirían sus admiradores. Según sus cálculos, eso le permitiría “ganar honradamente la vida”, con un salario mensual que no bajaría de 1.000 pesos (o el equivalente a 3-4 salarios de maestro de primaria).

“Era una propuesta ingenua, porque un profesor titular en Berlín ganaba entonces mucho más dinero”, resume Hurtado. Sin embargo, la iniciativa animó a otros “hombres cultos” y derivó, algunos años más tarde, con la invitación oficial de la UBA y de la Asociación Hebraica para que viniera a dictar conferencias en el país.

Aunque parece ser que Einstein dijo haber leído el libro de Lugones el mismo año de su publicación, Hurtado cree que puede haber sido un gesto de cortesía o piropo hacia uno de sus prestigiosos anfitriones argentinos
Aunque parece ser que Einstein dijo haber leído el libro de Lugones el mismo año de su publicación, Hurtado cree que puede haber sido un gesto de cortesía o piropo hacia uno de sus prestigiosos anfitriones argentinos

Lugones se reunió con Einstein a fines de julio de 1924, en una reunión en París del Comité de Cooperación Intelectual de la Liga de las Naciones, un embrión de la UNESCO en la que el escritor representaba a la Argentina. Y se reencontraron en Buenos Aires el 1 de abril de 1925, en el anochecer de un día agitado en el que el físico realizó su primer viaje en avión, se entrevistó con el presidente Marcelo T. de Alvear, visitó el Museo Etnológico y dio una de sus conferencias sobre la relatividad. “Fue la única cena íntima que pudo tener Einstein en el país”, evoca Gangui.

Es poco probable que discutieran de los progresos de la física. Aunque parece ser que Einstein dijo haber leído el libro de Lugones el mismo año de su publicación, Hurtado cree que puede haber sido un gesto de cortesía o piropo hacia uno de sus prestigiosos anfitriones argentinos. “Si en efecto lo leyó, me lo imagino con una actitud despectiva”, especula Hurtado, quien también interpretó con De Asúa que el escritor aprovechó su relato de la relatividad para transmitir un mensaje de teosofía, una corriente espiritualista a la que adhería y que se concebía a sí misma como la síntesis de todas las tradiciones religiosas y filosóficas. “Lugones era muy enredado”, resume Hurtado.

Y Einstein debió haber sido muy consciente de ello. En una entrevista publicada en la revista El Hogar en abril de 1925, el periodista Conrado Eggers-Lecour interroga al visitante si sabe que Lugones ya declaró su concepto de finitud del espacio en su famosa conferencia, varios años atrás. “Lo sé, pero las ideas de Lugones sobre ese punto me parecen un poco… nebulosas”, respondió Einstein con una sonrisa.

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