“Bienvenidos a un nuevo concepto en sabor”, reza desde su perfil de Facebook la rotisería de Miryam Díaz, en Nono, Córdoba. Y vaya que es nuevo, ya que allí es donde finalmente se concretó uno de los desafíos que se había propuesto, luego de escuchar por radio la chicana futbolera que aseguraba que “son un alfajor de pollo, porque no existen”. Así, puso manos a la obra y sobre la base de prueba y error comenzó este camino.
Lo primero, según explicó en declaraciones al Canal de la Ciudad, fue cómo crear el relleno de forma que no se “pierda”, al momento de morderlo. “El pollo lo cocino al horno, lo saborizo bien, luego rehogo cebolla de verdeo, lo pico grueso y fino para que se mantenga entre las tapas. En un primer momento lo mixeaba, pero no me gustaba la textura en boca, cambia muchísimo, radicalmente, además, como que tendía a expulsar el relleno de las dos tapitas, por eso lo corregí con el picado”, detalló.
Pero con la primera parte terminada, todavía faltaba la segunda mitad del desafío, que era cómo llegar a una masa salada que acompañe no sólo en el gusto sino en la textura a la hora de morder. Para ello, realizó una mezcla de harina, leche, huevos, manteca, sésamo y orégano. Aún faltaba un detalle para finalizar, y era el de simular el coco rallado de los alfajores de maicena, por lo que antes de comenzar a envolverlos, los hace girar por queso rallado.
Apenas un mes pasó desde el desembarco del alfajor de pollo, y ya en la rotisería de Miryam se agregaron sabores salados, por lo que es posible encontrar los de ternera, cabrito, y hasta una opción vegana, que incluye berenjenas, champignones y morrón. Pero aún hay más, porque próximamente también estarán disponibles los de cerdo a la mostaza y el vitel toné, que asegura es un clásico de sus sandwichs de miga.
Desde el momento de su creación y puesta a la venta, el producto que cuesta $50 y pesa 80 gramos (el doble de un alfajor clásico de dulce de leche) ya es un furor en la zona y asegura que está trabajando contrarreloj para poder responder a los pedidos de todo el país que le están llegando.
Según su opinión, lo que hace a la buena recepción del producto es que tiene una presentación que lo hace fácil de consumir y transportar, “además, lo podés acompañar con una cerveza o con un café”, aclara, para detallar la versatilidad de la invención de la temporada.
La historia del alfajor
En el artículo 761 bis del Código Alimentario Argentino se entiende por alfajor “el producto constituido por dos o más galletitas, galletas o masas horneadas, adheridas entre sí por productos, tales como, mermeladas, jaleas, dulces u otras sustancias o mezclas de sustancias alimenticias de uso permitido. Podrán estar revestidos parcial o totalmente por coberturas, o baños de repostería u otras sustancias y contener frutas secas enteras o partidas, coco rallado o adornos cuyos constituyentes se encuentren admitidos en el presente Código”.
Esta golosina, con siglos de historia fue transformándose a través de los tiempos y las tierras, adaptándose a cada cultura y pueblo en el que apareció. De chocolate, frutas, maicena; recubierto con azúcar, decorado con frutas secas y ahora, nada más ni nada menos que con pollo, es parte de la identidad argentina y uno de los snacks preferidas de los habitantes del país, y forma parte de la cultura gastronómica de estas tierras.
Algunos sostienen que el pionero que creó el alfajor argentino propiamente dicho fue el químico francés Augusto Chammás, que abrió en Argentina una fábrica de dulces, entre los que se destacaba un alfajor redondo. Sin embargo, no todos están de acuerdo. Otra corriente sostiene que el primero en masificarlo fue el santafesino Hermenegildo Zuviría, apodado “Merengo”. Lo cierto es que la historia no se pone de acuerdo, al margen de la convicción a la que se apele para desarrollar las teorías.
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