Acciones que se vuelven hábitos. Hábitos que se vuelven tradiciones. Se instalan sin que nadie se dé cuenta. Al poco tiempo se naturalizan y pasan a formar parte del día a día y de una especie de ritual.
Nicolás (22), Rosario (30) y Belén (21) son tres jóvenes que tienen algo muy especial en común: van a veranear desde que nacieron al mismo lugar con sus familias.
Para los tres, sin importar que exista la posibilidad de irse a un destino nuevo a disfrutar de los días libres, son los días compartidos en familia los más valiosos. Mar del Plata, Pinamar y Punta del Este son los lugares elegidos por cada uno de estos jóvenes y sus respectivas familias para escapar de la rutina y volver al lugar donde uno es más feliz.
"Hay turistas recurrentes que se enamoran de un sitio de veraneo y regresan una y otra vez. Esto, por ejemplo, lo observamos mayormente en destinos de sol y playa, a lo largo de la Costa Atlántica argentina. Es más, en algunos casos, esos turistas adquieren una segunda propiedad para veranear. En definitiva, el turismo es una actividad que se expresa de múltiples formas, y muchos casos antecede a las inversiones que luego son determinantes para una ciudad", describió a Infobae el presidente de la Cámara Argentina de Turismo, Aldo Elías.
Para la psicóloga y escritora Beatriz Goldberg las personas que vuelven siempre al mismo lugar lo hacen por sus buenos recuerdos: "Es el lugar donde fueron felices y es algo que les da seguridad. Quieren y planean seguir volviendo porque es algo positivo para ellos".
Nicolás
Desde que tiene memoria, Nicolás veranea en Mar del Plata. Fue el departamento de sus abuelos, ubicado en el centro de "La Feliz", que unió a varias familias y originó una costumbre: todos los veranos pasarlo en la playa Bristol con las sombrillas desplegadas y las reposeras dispuestas para pasar todo el día en la arena, y disfrutar de un asado por la noche.
"Desde chico mis papás venía a Mar del Plata y hoy es impensado que vayamos a otro lugar. De hecho, si podemos venir un fin de semana durante el año sin que sea verano también lo hacemos. Éste es nuestro lugar de encuentro, es una tradición familiar que pretendo seguir", confesó a Infobae Nicolás, desde Mar del Plata, su lugar en el mundo.
El joven oriundo de La Plata pasó allí 22 veranos, y planea continuar con la tradición con todos los veranos de su vida: "Esto es como volver a mi casa, es mi segundo hogar. No me imagino en otro lugar cuando dicen 'vacaciones'. Tengo un sentimiento de alegría y felicidad cuando venimos acá que no se compara con nada más".
"Vinimos durante tantos años que tenemos nuestro lugar fijo y nos hicimos muchos amigos con mis dos hermanos. Para mis abuelos es muy especial cuando estamos reunidos, ya que Mar del Plata tiene ese 'no se qué' para nosotros", recordó el joven, quien admitió considerarse una persona "familiera".
Según datos de la Cámara Argentina de Turismo (CAT), de 1970 a 2010 el área metropolitana de Mar del Plata pasó te tener 300 mil a 765 mil habitantes. En materia de nuevas viviendas, hubo un crecimiento notable en la periferia, especialmente desde Mario Bravo hacia el sur y en la zona oeste, en la avenida Luro. Además, el micro y macrocentro también crecieron por la gran cantidad de torres y edificios construidos en los últimos años.
Rosario
Rosario hoy tiene 30 años y no recuerda un solo verano que no haya pasado en Pinamar junto a sus padres, en una casita en el bosque. Su familia desembarcó en Pinamar cuando aún no gozaba de la popularidad que tiene hoy en día.
"La casa fue construida hace 37 años. Era un terreno vacío, ubicado en un lugar lejos del centro, en el bosque, donde no teníamos nada cerca. Hoy tenemos casas vecinas y la popularidad del lugar es otra", afirmó a Infobae Rosario desde su segundo hogar en Pinamar.
Según la CAT, Pinamar tuvo un gran crecimiento entre 1991 y 2001 con una evolución de la población de 10 mil habitantes a 20 mil. En la década siguiente sumó 5 mil habitantes más, llegando a 25.397, de acuerdo con el último censo de 2010. Esto significa un incremento del 23%.
"Vengo desde siempre a este lugar y todavía recuerdo cuando nos quedábamos tres meses completos porque nadie tenía ninguna obligación y sonrío", confesó Rosario, quien además de tener seis hermanos, hoy es mamá de Bautista y Benicio. Hoy elige seguir viniendo al mismo lugar con sus hijos para compartir un tiempo especial con su numerosa familia.
Casi como un ritual, con su familia todavía siguen yendo al mismo balneario, a la misma carpa y en el mismo horario: "Estamos hace tanto tiempo que nos hicimos amigos de toda la vida con los de la carpa de al lado, los del balneario… Es toda una vida".
Al ser una familia numerosa, las vacaciones de verano son el espacio de reencuentro. Y es que aunque todos vivan en Buenos Aires, para la joven tiene algo especial reencontrarse en la ciudad costera, hacer asados por las noches, y pasar el día en la playa riendo y divirtiéndose con sus hermanos, sobrinos y padres.
Con las olas rompiéndose y unas carcajadas de fondo, Rosario resumió: "Pinamar es mi lugar de reencuentro, me trae los mejores recuerdos de mi infancia. Disfruto mucho poder ver a mis hijos jugar y disfrutar como lo hacía yo y también de ver a sus abuelos reír con ellos. No tiene precio".
Belén
Belén tiene 21 años, apenas uno más que los años que lleva vacacionando en Punta del Este. Hace ya dos décadas que ella y su familia -sus padres y sus cinco hermanos- se trasladan a la costa esteña durante los días previos a a las Fiestas para pasar el verano. "Alquilamos 13 años la misma casa en el balneario de La Barra pero decidimos, por la cantidad de turistas que llegaban, empezar a alquilar en José Ignacio, y hace 7 años que vivimos como locales toda la temporada", comentó la joven.
Según fuentes de turismo de Uruguay, estiman que Punta del Este tiene una población de 11.128 personas que viven en todo el año, y su temporada récord histórica fue de la del 2017 con el ingreso de 824.016 visitantes.
Belén podría mencionar cientas de anécdotas junto a sus hermanos y las grandes amistades que cultivó durante sus vacaciones en Punta. Y la rutina alejada de la ciudad es el condimento común que une sus días de descanso estival: "Siempre mantuvimos el mismo ritual: ir a la playa todos juntos a la mañana y por la tarde todos nos íbamos con nuestros amigos, para a la noche volver a juntarnos y comer un asado".
La tradición comenzó por su padre, quien desde chico iba con su familia a pasar los veranos a Punta del Este. "Volver a José Ignacio todos los veranos genera un sentimiento de reencuentro. Desde encontrarse con la misma gente, los comerciantes, las mismas personas año tras año es muy lindo. Es nuestro lugar de escapadas, es muy especial para mi familia y tenemos fanatismo, amor y cariño por este pueblo", aseguró.
"Mi sueño es que mis viejos se hagan una casa y que podamos ir con mis hermanos, sus hijos y los míos. Que sea un gran reencuentro y que les dé tanta felicidad como nos dio a nosotros", concluyó Belén.
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