Las oportunidades llegan. A veces, en determinadas ocasiones, el tren pasa una sola vez. Tener el boleto y poder subirse dependerá de muchos factores que exceden a la fortuna o la buena suerte. Esto le ocurrió a Bouche à Oreille, que no es una persona sino el nombre de un modesto bar situado en la pequeña ciudad francesa de Bourges -ubicada a casi 200 kilómetros al sur de París- dueña de una estrella Michelin (ya fue retirada) de la que sus habitantes desconocían.
La noticia llamó la atención de Véronique Jacquet, propietaria del local, quien de un momento al otro vio que las reservas en su establecimiento se disparaban y que los periodistas no cesaban de llamar para preguntar cuál era el secreto de su restaurante, que hasta ese entonces recibía a muchos trabajadores de la construcción que paraban allí para almorzar o tomar algo.
Pero lo raro empezó después, cuando Michelin Francia publicó en su web los establecimientos galardonados para este 2017. La coincidencia (en este caso acto fallido) es que en Francia hay dos restaurantes con el mismo nombre ubicados en la misma calle, pero en dos ciudades diferentes.
Y, evidentemente, también tienen estilos diferentes. Si el otro Bouche à Oreille del chef Aymeric Dreux –al que los inspectores de la Guía Roja querían conceder la estrella– ofrece un menú degustación de 48 euros, el de Véronique Jacquet cuesta tan sólo 12,5 euros.
El bar que se adjudicó el éxito comandado por Jacquet está situado en la calle Route de la Chapelle en Bourges, mientras que el otro, a 100 kilómetros de distancia, está en una calle llamada Impasse de la Chapelle, en Boutervilliers, a pocos minutos de París.
Cuando la televisión francesa se acercó a preguntar a un cliente por la comida del local de Bourges, él, muy satisfecho contestó: "Este sitio no se merece una estrella, sino dos". Su cocinera, Penelope Salmon, manifestó que "nunca había soñado ganar una estrella Michelin, siempre pongo el corazón en todo lo que cocino".
Michelin, por su parte, ya ha corregido el error y se ha disculpado con el chef Aymeric Dreux, quien según explicaba a Telegraph se ha tomado la situación con bastante humor: "Llamé a la señora Jacquet y nos reímos del tema. La invité a venir al restaurante a probar lo que hacemos. Si paso por su zona, me acercaré a comer a su bar y a beber una cerveza con ella".
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