El domingo, cuando todos descansaban, Carlos Vives puso manos a la obra. Y lo hizo a días de perder su trabajo. Así, gracias a esa energía positiva, nueve años atrás nació el proyecto de un elenco que, en su Colombia natal, pone en escena un infantil para niños.
Desde entonces, Vives sigue apostando su arte a los más pequeños. Y conserva aquel buen humor y esa sonrisa que no perdió aun en aquellos días tan difíciles. "Alcancé la felicidad", recuerda el cantante sobre esa etapa que, en vez de concluir, fue apenas el comienzo.
Hace unos días El rey del Vallenato presentó Robarte un beso, en el que colaboró y le aportó su ritmo a la canción de Sebastián Yatra con un éxito rotundo, siguiendo los pasos de otros sucesos como La bicicleta o Al filo de tu amor. Carlos Vives siempre va por más.
—¿Te esperabas el éxito de "Robarte un beso"?
—No. Bueno, cuando nos metemos en el trabajo queremos hacer canciones, sabemos que hay ideas y ritmos que a la gente le gustan. Pero con "Robarte un beso", Sebastián (Yatra) tenía una idea y quería que yo le pusiera un poco de ese toque vallenato, especial.
—¿Ya se conocían con Sebastián Yatra?
—Sí, y sabía que era de esos artistas de la nueva generación en Colombia que están mandando la parada: es muy carismático y me pareció una persona especial cuando se acercó a trabajar en el estudio. Estoy muy contento de trabajar con las nuevas generaciones, y que además estén buscando conmigo algo de esa identidad que tenemos como pueblo, como tierra.
—Sí. Y tener el cariño de ellos me llega porque he estado muchos años trabajando y sus papás son de mi generación. Entonces, digamos que me conocen a través de sus papás. Eso también es una ventaja.
Durante un show, una admiradora burló las medidas de seguridad y corrió al escenario para besar apasionadamente al cantante
—Hace poco te robaron un beso en pleno concierto…
—Sí. Yo también soy de una familia muy besuqueadora. Somos muy cercanos y eso a mí me gusta de los argentinos: son muy abrazadores y de besos. Así también hemos sido en mi casa: de darnos besos y de enseñarles a mis hijos que el beso es importante. La idea que tenía cuando Sebastián trajo la canción era un poco eso, recordarle a la gente que no dejemos pasar el tiempo, que siempre demostremos nuestro amor con robarnos besos, dando besos, con darle besos a la persona que uno quiere es importante.
—Con tantas giras y viajes, ¿cómo haces para ver a tu familia?
—En los primeros años me costaba entenderlo y lograrlo, pero a medida que pasa el tiempo lo hago mejor, con mis dos hijos pequeños.
—¿Los llevás con vos?
—Sí, van conmigo. Hay que entender que el trabajo tiene un tiempo. Yo tengo a mi papá bastante mayor, un poco enfermo, y siempre corro para llegar. Como que no quiero que se me acabe el tiempo, no quiero que se me vaya tan rápido. Quiero estar ahí…
—¿El paso del tiempo es algo que te preocupa?
—No. Creo que es la naturaleza de lo que somos como seres vivos, pero sí lo que creo es que no deberíamos correr tanto. Es decir, no deberíamos competir tanto con el tiempo.
—¿Seguís teniendo la misma ambición de cuando eras chico?
—Sí. Tal vez porque siempre tuve claro que lo que hacía, no lo hacía por fama ni por reconocimiento, sino porque me hacía feliz. Después de trabajar en un restaurante donde era mesero y cantar ahí, terminé entendiendo que eso era tan importante como cantar en el medio del Square Garden o en el Luna Park. Entendí que he podido ser feliz cuando me quedé sin trabajo. Ocho años fui feliz trabajando en un musical para niños en mi casa.
—¿Cómo fue esa experiencia?
—Hermosa. Todavía lo hago. El domingo pasado estuve allí y me meto entre medio del elenco, un elenco en el que hemos trabajado en los últimos años, la edad que tiene mi hija Elena, nueve años, haciendo esta obra todos los domingos a las ocho de la mañana.
—¿Qué es lo que más te llena?
—Siempre me llamó la atención actuar, llegar, preparar, escribir el guión. Trabajar en equipo. Yo vengo de una escuela de teatro que trabajamos siempre la creación colectiva, y hoy trabajo con varios de esos actores allá. Entonces haber vivido todo el proceso de escribir dos o tres capítulos de una historia y montarla con niños, con música, con músicos y que la hayamos podido mantener estos nueve años, es una gran felicidad. Cuando estoy en Colombia, el domingo, estoy a las cinco de la mañana revisando escenografías, maquillajes. Me gusta.
—¿Cuál dirías que es tu mayor defecto?
—Tengo que bregar mucho con la impaciencia. Quiero que todo sea ya. Tengo una idea y la quiero ver ya. "No, Carlos, todo tiene un proceso".
—La lección de saber esperar es algo difícil…
—Es difícil. Hay que aprender. He tenido dificultades a veces con la impaciencia.
—¿Algo que aprendiste en todos estos años?
—Aprendí que la edad no importa. Y no lo aprendí de viejo, lo aprendí de joven por gente mayor que siempre estuvo cerca de nosotros.
—¿No importa para qué?
—Para ser felices. Para ser importantes para tu sociedad. Para que seas valioso. Siempre me sorprendió mucho ver cómo nuestra sociedad iba dejando a la persona que se hacía mayor cuando, por lo general, las grandes culturas y grandes desarrollos se hicieron gracias a los sabios. Que nuestra sociedad sea un poco excluyente con nuestros mayores siempre me sorprendió, especialmente porque me críe al lado de gente grande, al lado de los amigos de mi papá, muy buenos músicos, buenos profesionales, pero ante todo mejores seres humanos. Entonces, creo que siempre valoré a la persona mayor porque me críe con ellos. Tuve amigos muchos mayores que yo con los que podíamos hablar de cosas que, a lo mejor, un joven no hablaba con otra persona.
—Fuiste actor, publicista, casi médico, de todo.
—De todo un poquito. Hay que actuar todos los días, hay que ser publicista. Intenté estudiar medicina pero te confieso que cuando iba a la morgue sufría mucho, y Dios me vio llegando a esa morgue y decía: "Este muchacho no va a poder con eso, lo voy a mandar ya". Por casualidad llegue allí, a la Escuela Nacional de Arte Dramático, que estaba a una cuadra de donde estudiaba. Traté de estudiar medicina y ya… Me quedé en el teatro.