Series en un minuto: las peores ficciones de 2016

Un repaso a las historias más flojas del año y que causaron decepción entre los televidentes y hasta en los propios artistas y productores

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Kiefer Sutherland fue la estrella de las series en los inicios del 2000 con el estreno de 24. En unos años convulsionados por el ataque a las Torres Gemelas, la ficción anti terrorista que contaba las aventuras de Jack Bauer fue un éxito rotundo.

Luego de la finalización de la aclamada serie, Sutherland tuvo un paso un tanto fallido por la TV: Touch fue una de las historias que pasó sin pena ni gloria por la pantalla argentina, y encima el regreso de 24 no tuvo el éxito esperado. Pero a pesar de eso, el actor tiene sus seguidores y apostamos a todo con la serie Designater Survoivor, pero resultó un fiasco, llena de lugares comunes.

En esta historia Sutherland se convierte en un ciudadano que a cargo de dirigir los Estados Unidos como líder luego que un ataque terrorista terminara con la vida del presidente, el vice y los congresales del país. Los personajes alrededor de su personaje son muy estereotipados y la serie no aporta casi nada.

El caso de Shooter es bastante particular. En épocas próximas a la presidencia de Donald Trump, pareciera que la serie es una propaganda del pensamiento trumpista. El protagonista Ryan Philippe, también productor de la serie junto a Mark Wahlberg, interpreta a un francotirador que le gusta cazar animales y matar gente, pero se enternece al ver a un perrito herido en su patita.

La ficción es una mezcla de lección sobre los diferentes tipos de armas que existen en el mercado-como si la Asociación del Rifle los financiara-y el atractivo que provocan.

El personaje de Philippe vive alejado de la misión militar en una regia casa con su mujer e hija. Pero el llamado al deber no tarda en llegar. Entonces lo contactan para que sea el defensor del Presidente de los Estados Unidos, que supuestamente va a sufrir un atentado.

La sensación con Shooter es que esta serie ya la vimos cuando los espectadores todavía creíamos en la superioridad militar estadounidense como una condición suprema.

Por María Eugenia Capelo