Anna Surinyach: “Me metí en el mar para transmitir qué pasa cuando choca una patera y desaparecen migrantes en el océano”

“Las imágenes deben generar preguntas”, dice la reportera gráfica española, especialista en conflictos y migraciones. En su último proyecto le dio una cámara a las mujeres para que se retraten durante la travesía de África a Europa. Defiende el derecho de las personas a buscarse un futuro y a moverse libremente. Ahora propone retratar qué pasa con las desaparecidas en el mar cuando naufragan las pateras

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La reportera gráfica Anna Surinyach aprendió a bucear para retratar que pasa en el océano cuando choca una patera y el mar se traga el cuerpo de las y los migrantes
La reportera gráfica Anna Surinyach aprendió a bucear para retratar que pasa en el océano cuando choca una patera y el mar se traga el cuerpo de las y los migrantes

El mar se asoma como una postal en donde la falta de edificios permite ver el horizonte. Una ventana en donde el sol relaja con su imagen más lograda. El mar es suelo para quien apoya su cara en su rodilla. El mar es incertidumbre para quien sabe que viaja pero no hasta dónde llega. El mar es un temblor que cada noche ruge cuando lo atraviesan pateras que se derrumban sin que nadie lo sienta, lo sufra, le duela. El mar es un lugar de descanso para algunos y para otros una guillotina que puede afilar los colmillos o dejar pasar. El mar es un cementerio invisible y ella, que está donde se puede mostrar, quiere ir más allá y resignificar lo que no está visible: las muertas por querer migrar, las desaparecidas de agua.

Anna Surinyach desistió ser médica como su madre y su padre, estudió periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona y se convirtió en una de las mejores reporteras gráficas del mundo. Aunque, para ella, ser la mejor sea una visión plural, sin competencias y una carrera de interpelación permanente. Por eso, pasó de mostrar la desesperación de las personas para huir del hambre, de la guerra o de las violaciones masivas a darle una cámara a las que se suben a un barco para que se autorretraten sin pasar por el filtro de la mirada occidental. Y, como cuestionar su propia mirada no es suficiente para la fotógrafa de la autointerpelación, ella ahora busca mostrar lo que queda hundido en una batalla naval sin juegos pero con pérdidas.

¿Puede la fotografía traspasar fronteras? ¿Puede la fotografía en la era de Instagram retomar el valor de la mirada? ¿Puede traspasar la fotografía el color de la mirada y transmitir el dolor, el miedo, el duelo o la muerte? ¿Puede la fotografía bajar hasta donde no se mira? ¿Puede la fotografía derrumbar las imágenes que buscan anestesiar la empatía y recobrar la solidaridad sin traducciones? ¿Puede la fotografía torear los usos impropios del dolor? ¿Puede la fotografía revelarse a los que la han convertido en banalidad virtual y retomar el sentido de conmover o generar cambios?

Las fotos de Anna Surinyach muestran que debajo del océano se esconde un cementerio de migrantes que nadie busca, ni reconoce (Anna Surinyach)
Las fotos de Anna Surinyach muestran que debajo del océano se esconde un cementerio de migrantes que nadie busca, ni reconoce (Anna Surinyach)

Anna Surinyach es una fotoperiodista independiente española especialista en temas de migración, refugiados y derechos humanos. Tiene 38 años y desde hace más de una década que viaja por África, Asia y América del Sur por territorios como Afganistán, en Siria, Yemen, República Centroafricana y el Congo. Comenzó trabajando como fotógrafa para Médicos Sin Fronteras y actualmente es editora de la Revista 5 W. La fotografía tiene un poder que se renueva, especialmente, cuando las mujeres que llegan no ocupan el mismo lugar que antes ocupaban exclusivamente los varones sino que enfocan un mundo que hoy parece petrificado en ideas preconcebidas.

Ella no cree que la fotografía sea un sinónimo de certezas. No le da una jerarquía superior a las palabras que pueden generar debates o dudas. Anna Surinyach cuestiona sus imágenes y cede la cámara a las protagonistas de sus historias, se sumerge en las sensaciones y desafía al mundo a abrir las barreras: las geográficas, las mentales y las corporales. Su cuerpo está puesto en acción cuando trabaja, cuando viaja, cuando frena, cuando enseña y cuando se cuestiona su propia acción. Se hunde para salir a flote con ideas nuevas. Aprendió a bucear y a tantear entre la oscuridad profunda de un océano sin peces de colores, sino con los resquicios de la deshumanización. Sintió el temblor de un barco contra una roca y buscó traspasar los lentes para que ese temblor se sienta cuando se mira.

Si las desapariciones marcaron, en la historia argentina, una ausencia presente en la memoria política, el cine (con La historia oficial, ganadora de un Oscar y Argentina, 1985, en la carrera de las nominaciones), la identidad, las leyes, los juicios, la antropología forense, las madres, las hijas, las abuelas, los pañuelos, la genética y la ciencia, las desapariciones también aparecen en el próximo objetivo de Anna, el más difícil, y el que en Sudámerica sabemos que tiene una entidad no casual: las muertes que aparentan ser neutrales, las muertes que naufragan el derecho a la vida, las muertes que derraman en el mar a los cuerpos, la verdad y la justicia.

Anna Surinyach es una fotoperiodista independiente española especialista de 38 años, desde hace más de una década que viaja por África, Asia y América del Sur y es editora de la Revista 5 W
Anna Surinyach es una fotoperiodista independiente española especialista de 38 años, desde hace más de una década que viaja por África, Asia y América del Sur y es editora de la Revista 5 W

Si en Argentina los vuelos de la muerte fueron la forma más siniestra de no enterrar el fusilamiento de lesa humanidad de una generación transformadora, en España los barcos de la muerte son los que pierden vidas para ignorar que un mundo injusto le quita el oxígeno a los que no logran salir a flote.

Anna se subió a un barco y cambió su vida para cambiar otras vidas, pero se cuestiona todo lo que no cambió y la forma en que intenta lograr que las vidas cambien. No alcanza con fotografiar, sino con preguntarse qué fotografiar, si las fotografías reflejan a las personas fotografiadas y si los relatos son espejos en donde las personas se ven o que muestran lo que los demás quieren ver.

Ella no dispara, cuestiona, piensa, reflexiona, viaja, se queda, reposa, edita y escucha. La mirada no está solamente constituida de ojos. Todo su cuerpo y su cabeza rondan lo que ve y lo que muestra. No quiere dar respuestas, sino abrir preguntas a través de las imágenes que no está dispuesta a que sean usadas para criminalizar, ni dar lástima, ni estigmatizar, ni sobreactuar, ni esconder.

En un mundo nómade, donde la gente se desespera por irse y tiene tantas barreras para llegar, su lente es uno de los más audaces no solo en lo que refleja, sino también en lo que cuestiona. Y se cuestiona. Porque la interpelación empieza por su cámara. Y se refuerza con su palabra. El 13 de enero, en una recomendación de fotos de Hanna Jarzabek desde Polonia, increpó en Twitter: “Europa tiene capacidad de acoger a personas que huyen de sus países, lo ha demostrado con la población ucraniana, lo que no tiene es voluntad para hacerlo con todas las personas que huyen”.

El mar se asoma como una postal en donde la falta de edificios permite ver el horizonte. Una ventana en donde el sol relaja con su imagen más lograda. El mar es suelo para quien apoya su cara en su rodilla. El mar es incertidumbre para quien sabe qué viaja pero no hasta dónde llega (Anna Surinyach)
El mar se asoma como una postal en donde la falta de edificios permite ver el horizonte. Una ventana en donde el sol relaja con su imagen más lograda. El mar es suelo para quien apoya su cara en su rodilla. El mar es incertidumbre para quien sabe qué viaja pero no hasta dónde llega (Anna Surinyach)

-¿En qué se puede diferenciar el machismo y el feminismo en la fotografía de grandes conflictos humanos?

-Si se piensa en grandes conflictos o sucesos de la humanidad a todos nos vienen imágenes a la cabeza. Esa es la puerta de la fotografía: es directa y atraviesa. Las imágenes icónicas son necesarias y sirven para muchas cosas. Pero el concepto de imagen icónica en un relato gráfico suele tener una mirada machista: con mucho impacto, con muy poca reflexión y que resuma todo lo que está pasando. En una foto tenés que sintetizar un conflicto y que eso funcione. En cambio, hay que reposar y hacer reflexionar.

-¿Una imagen vale más que mil palabras?

-No, si querés informarte hay que leer. Una foto no te va a contar la guerra de Vietnam. Pero las imágenes deben tener el poder de generar preguntas. Y para generar preguntas tenés que reflexionar sobre cómo contar y eso pasa poco en el fotoperiodismo fugaz porque no hay tiempo de hacerlo. Por eso, es muy machirulo, por la voracidad en ser el primero, en llegar antes. Por supuesto hay mujeres buenísimas: Susana Vera trabaja en Reuters y ha ganado un Pulitzer. Por suerte hay otros relatos y otros espacios para contar historias con otras perspectivas. Pero suele ser una profesión, todavía, de machos.

-¿En qué cambia iniciarse en una profesión en donde había pocas referentes femeninas?

-Al tener pocas referentes no te sentías cómoda, pero no sabías por qué.

-¿Qué te aportó la experiencia?

-Con los años años vas descubriendo que no necesitas hacer imágenes icónicas de todas las historias. Ahora hace falta llegar y ver cómo haces el trabajo.

"No hace falta hacer imágenes icónicas en todos los lugares, hace falta llegar y reflexionar sobre como hacer el trabajo", reflexiona la reportera Anna Surinyach
"No hace falta hacer imágenes icónicas en todos los lugares, hace falta llegar y reflexionar sobre como hacer el trabajo", reflexiona la reportera Anna Surinyach

-¿Cómo llegaste a consolidar un mecanismo de trabajo con una dosis tan alta de autocrítica?

-Es muy necesario replantearse todo. Me parecen bien muchas de las cosas que he hecho, son importantes, pero hay que evolucionar.

-¿Cómo te especializaste en contar las historias de las personas migrantes?

-Tengo mucho conflicto si es mejor decir migraciones o movimientos de población, pero no hay que estigmatizar a la palabra migración. Le he preguntado mucho a la gente migrante y me dicen que están orgullosos de ser migrantes y que quienes han criminalizado la palabra han sido los medios. “¿Quién eres tu para borrarme mi condición de migrante?”, me han preguntado. Así que volví a decir migrante.

-¿Cuál es la imagen icónica sobre migraciones?

-Las imágenes icónicas sobre migraciones van en contra del derecho a moverse libremente donde se quiere vivir y no hablemos de los que necesitan huir de lugares donde están viviendo todo tipo de violencia. La pobreza y el hambre son la forma de una violencia y las personas tienen que tener derecho a buscarse un futuro. La violencia no se da solo en un conflicto armado. Pero lo que se suele hacer es fotografiar en las fronteras o en las rutas. Esas imágenes hay que hacerlas porque hay que denunciar que hay gente jugándose la vida en el Mediterráneo y que el sistema deja, por ejemplo, en el muelle de Arguineguín, en Las Palmas de Gran Canaria, en la frontera sur de África a Europa (desde Marruecos a España), a 2.000 personas tiradas en un muelle durante días, como pasó en 2020. Si llegan más pateras de lo normal el sistema empieza con la narrativa que “estamos colapsados”, “no se puede absorber a la gente”. Hay muchas corrientes y desaparecen muchas embarcaciones y mueren muchas personas en las pateras.

"Las imágenes icónicas sobre migraciones van en contra del derecho a moverse libremente donde se quiere vivir y no hablemos de los que necesitan huir de lugares donde están viviendo todo tipo de violencia", reflexiona la fotógrafa española
"Las imágenes icónicas sobre migraciones van en contra del derecho a moverse libremente donde se quiere vivir y no hablemos de los que necesitan huir de lugares donde están viviendo todo tipo de violencia", reflexiona la fotógrafa española

-¿Qué pasa cuando se cierran fronteras?

-En la frontera del Mediterráneo Central cruzan hasta Italia y cuando (el ex ministro del Interior italiano, Matteo) Salvini cerró las puertas, en 2018, se dio un corrimiento de las migraciones. Si tiras un chorro de agua y vas metiendo barreras el agua no se para sino que busca otras canalizaciones. Y acaba de pasar con (la primera ministra Giorgia) Meloni que hizo lo mismo que Salvini que ordenó que cada barco vaya al puerto donde dicen que tiene la bandera. Pero la ley del mar dice que los barcos tienen que desembarcar en el primer puerto seguro. Para un barco de rescate con bandera Noruega no es práctico ir hasta Noruega. Por eso, es ilegal cerrar los puertos. Eso genera que las rutas se vuelven a mover. La ruta de Canarias es más peligrosa por las corrientes del Atlántico y el sistema español te dice “no estamos preparados para acoger a tanta gente” y la gente queda tirada en los puertos, durante días, al sol. En 2018 vi cómo tiraban la comida directamente a la gente y eso produce caos. Los medios hacen fotos que retratan el caos, se publican sin ningún contexto y ningún análisis, y eso sirve para reforzar el mensaje: “Son demasiados, no podemos”. Se da dinero a Turquía, Niger o a Marruecos para que frene la migración. Se gasta en control policial para frenar y no para humanizar.

-¿Cuál fue un antes y después en tu carrera?

-El 2018 fue muy revelador. Vi cómo nos manipulaban. Hay un momento en que no te dejan fotografiar las llegadas, hay un momento en que te dejan fotografiar todo lo que quieras (cuando llega la gente a los puertos) y cuando pasa eso dices: “Algo está pasando”. Y lo que pasaba era que generaron imágenes de caos en los puertos, esas imágenes llegaron a los medios y esas imágenes que yo estaba publicando, en mi revista, para decir: “¿Cómo puede ser que haya gente durmiendo en la calle?”; “¿Cómo puede ser que el sistema español no esté preparado?” “¿Cómo pueden mezclar a varones y mujeres en un muelle cuando hay mujeres que manifiestan que sufrieron violencia de los hombres que están durmiendo junto a ellas?”, se usan para decir todo lo contrario. Pierdes el control de las imágenes y pasó que, por ejemplo, Santiago Abascal, el líder de Vox en España, en una plaza de Algeciras, hizo un mitin, donde enseñó fotos de reporteros/as que estamos defendiendo la libertad de circulación de las personas para reforzar su discurso de “tenemos que echarlos”, “nos están invadiendo”, “nos van a sacar el trabajo”. Y ahí vi lo fácilmente manipulable que es una fotografía sin control y sin contexto. Tomé la decisión de buscar nuevas fórmulas para narrar lo que llevaba diez años contando porque no estaba funcionando.

-¿Cómo llegaste a cambiar no solo tu mirada, sino el punto de vista de quién mira?

-Empecé un proyecto que se llama “El selfie de las migraciones” que se trató de contar los procesos migratorios a partir de las imágenes que generan los protagonistas de estos procesos, no solo en la ruta, sino hasta que llegan. Yo he fotografiado durante diez años y en este proyecto he aprendido más que nunca. Trabajé durante más de un año de la mano de los protagonistas.

Una foto de familias durmiendo, el 17 de septiembre de 2020, en la Isla griega de Lesbos (Anna Surinyach)
Una foto de familias durmiendo, el 17 de septiembre de 2020, en la Isla griega de Lesbos (Anna Surinyach)

-¿Cuál fue tu aprendizaje?

-Les mostraba mi archivo fotográfico y le preguntaba: “¿Se sienten representadas en la foto?”. Y nos contestaban: “No, nosotras no somos esto”. Yo les decía que sacaba las fotos para denunciar y no para sacarles dignidad. Y ellas me decían que señale a los culpables, pero que no utilice imágenes como la de una chica en una patera abarrotada que estaba muy sudada, con una expresión de impotencia, a punto de romper en llanto. Era una imagen muy desgarradora. Aminata, una de las protagonistas, me dijo: “Ese fue un momento muy concreto de mi vida, pero no es lo que soy”. Ella es jefa de personal de un hotel y me dijo que la imagen reducía su vida a ese momento. Tenía mucha razón. Y con ella empezamos a trabajar en su relato del proceso migratorio. Aminata se hace una selfie del último día que estuvo en su país (porque no le dijo nada a nadie), estuvo escondida en las montañas en Marruecos (el monte Gurugú) en donde hay muchas redadas de policías. Los fotógrafos hacen fotos de la gente huyendo de la policía pero de eso mismo Aminata tenía una foto, en el mismo contexto, cuando se escapa de la redada, en la cima de la montaña, que fue el cartel de la película, para recordar el momento y porque, según me dijo, “recordar lo dura y bonita que es la vida, porque cuando subí a la montaña pensé que valía la pena todo”. Ella tuvo que arriesgar su vida y hay imágenes suyas en la patera, pero desde otro punto de vista.

-¿Por qué el documental se llama #boza?

- El hashtag #boza es porque, cuando los migrantes son rescatados, logran cruzar o llegan a una playa dicen “boza”. En realidad nadie sabe qué significa boza. Cuando mostré el trailer de #boza una chica me dijo, sobre las fotos de Aminata, que estaba mintiendo, porque ella no era como las chicas que cruzan en patera. Y yo le dije que Aminata había cruzado en patera. Ella insistía en que era diferente y lo diferente eran las fotos, no la persona.

-¿Cuál es el valor que le das, con estas nuevas miradas, a tus imágenes anteriores?

-Yo valoro que las imágenes generan memoria. Si hay ahogados o enfermos lo denunció para que la gente se dé cuenta, después hay una reflexión sobre para qué sirve tu trabajo y buscar otras formas de contarlo. Hay que hacer las imágenes de la gente jugándose la vida en el mar o de la gente abarrotada en los puertos. Ahora nos parece que estamos saturados de este tipo de imágenes pero son necesarias y van a servir en el largo recorrido. No hay que decaer nunca para crear conciencias.

Una foto de Anna Surinyach del 2016 para Médicos Sin Fronteras sobre la búsqueda y rescate en el Mediterráneo en donde una mujer de Costa de Marfil llora después de ser salvada por el barco Dignity 1 (Anna Surinyach)
Una foto de Anna Surinyach del 2016 para Médicos Sin Fronteras sobre la búsqueda y rescate en el Mediterráneo en donde una mujer de Costa de Marfil llora después de ser salvada por el barco Dignity 1 (Anna Surinyach)

-¿Cómo es tu próximo proyecto sobre los muertos en el mar? ¿Cómo son las desaparecidas en el mar?

-Vi mucha gente muerta en pateras y escuché muchos relatos de gente que ha sido rescatada pero que ha perdido compañeros en el viaje.

-¿Cómo se muestran a esos desaparecidos/as?

-La única manera de narrar no es mostrando muertos, aunque hay que narrar si hay muertos en pateras. Pero es un problema porque 20 días después de un naufragio el mar los escupe y llegan a la costa. Si hay cuerpos debería hacerse un sistema para identificar a las personas, avisar a las familias y que decidan qué hacer con el cuerpo. Pero nadie tiene esa responsabilidad. Un juez tiene que dar la orden de cuando se le entierra. Hay organizaciones sociales que intentan darle respuestas a las familias que quieren saber dónde están sus seres queridos. Los cuerpos llegan, se les toma una muestra, están guardadas, pero no hay una base de datos de ADN. Aunque sería la única solución: un banco de datos de las personas que llegan muertas en el mar. Ahora se les exige a las familias viajar para cotejar el ADN. ¿Si su familiar tuvo que cruzar por el mar porque es la única alternativa para salir del país cómo va a poder venir la familia? Nadie se larga al mar por gusto. ¿Cómo pretendemos que venga una familia a hacerse un ADN? Es imposible y eso queda en un limbo. Por eso, quedan enterrados sin nombre y solo con el número de expediente por si, algún día, alguien lo reclama.

-¿Por qué se destruye el derecho al duelo?

-No hay interés en dignificar al muerto, aunque tenga muchos vivos que buscan información para velar a sus seres queridos. No hay nada creado para que se reconozca a los muertos o desaparecidos en el mar. Y si no hay cuerpo es más complicado. Por ejemplo, estoy siguiendo el caso de una patera que salió con 34 personas y después la encontraron con un chico vivo, cuatro cuerpos y 29 desaparecidos. Somos cinco personas y ONG´s intentando reconstruir qué pasó con una patera y cada semana desaparecen una o dos pateras mínimo.

En 2016 alrededor de 435 personas fueron rescatadas por un barco de Médicos sin Fronteras, la mayoría eran de Guinea, Mali, Costa de Marfil y Senegal (Anna Surinyach)
En 2016 alrededor de 435 personas fueron rescatadas por un barco de Médicos sin Fronteras, la mayoría eran de Guinea, Mali, Costa de Marfil y Senegal (Anna Surinyach)

-¿Por qué desaparecen las personas y los responsables?

-Hay muchos responsables pero, a la vez, los responsables son muy difusos. Nadie se hace responsable de nada. No hay interés.

-¿Cuántas pateras han desaparecido en el mar?

-No se sabe. Hay registro desde el 2014 y, solo en el Mar Mediterráneo, han muerto, por día, sin parar siete personas, aunque no hay registros oficiales. Es un goteo constante.

-¿Cómo se pueden contar esas muertes que no están contabilizadas ni enterradas?

-Estoy llevando adelante un discurso gráfico de sensaciones. No es fotoperiodismo, es foto documental con mi propia interpretación. Me contaron que cuando chocaron con una patera la patera temblaba y me metí en el mar hasta lograr transmitir la sensación de que todo tiembla. Fui a unas rocas en las que suelen chocar las pateras y a la hora en la que suelen suceder para intentar recrear la situación. Además hice un curso de buceo (yo no había buceado nunca, soy totalmente de montaña) pero sentía que si iba a contar algo que está debajo del agua tenía que saber qué hay debajo del agua y la imagen debajo del agua también está estereotipada: los pececitos, la roca, la luz bonita, los corales. El mar es muy jodido. El agua es absolutamente negra, no se ve nada. Los desaparecidos no están en las rocas bonitas. El mar es inmenso y aterrador.

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