Peleas, celos, traiciones y ambiciones: la relación entre los presidentes y sus vices en la Argentina

En un fuerte sistema presidencialista, la figura del vicepresidente, muchas veces condenada a ser decorativa, llegó a cobrar especial relevancia en la historia argentina por sus enfrentamientos y discrepancias con su compañero de fórmula

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La vicepresidenta de Argentina Cristina Fernández. EFE/Juan Ignacio Roncoroni/Archivo
La vicepresidenta de Argentina Cristina Fernández. EFE/Juan Ignacio Roncoroni/Archivo

En pleno siglo XIX, si un presidente debía viajar al interior del país, debía delegar el mando en su vicepresidente, porque las semanas de ausencia en los tiempos de las galeras y las postas, sin contar las amenazas de ataques de indios o de salteadores de caminos, imponía que el vice asumiese el gobierno. Pero aún así, Domingo Faustino Sarmiento nunca delegó el mando en su vice, Valentín Alsina. A aquel nunca le cayó bien las opiniones de Alsina sobre distintas cuestiones de gobierno. Y el sanjuanino no se la dejó pasar. “Usted no se meta en mi gobierno; límitese a tocar la campanilla en el Senado durante seis años, y lo invitaré de tiempo en tiempo a comer para que vea mi buena salud”, fue su tajante indicación, muy propia del intratable carácter del presidente.

Domingo Faustino Sarmiento no se llevó para nada bien con su vice Alsina, y se lo hizo notar
Domingo Faustino Sarmiento no se llevó para nada bien con su vice Alsina, y se lo hizo notar

En nuestro país, entre 1853 y 2001 renunciaron cinco presidentes, asumiendo su vicepresidente. En dos casos fue por fallecimiento en el ejercicio del cargo. En el segundo mandato del radical Hipólito Yrigoyen, su vice Francisco Beiró, murió a los 51 años, antes de asumir. Otros vices a los que la muerte los sorprendió en el ejercicio de sus funciones fueron Marcos Paz, víctima de la epidemia del cólera el 2 de enero de 1868; Pelagio Luna, quien como presidente del Senado creó la Biblioteca del Congreso Nacional, murió en 1919 y Hortensio Quijano, un radical correntino que había apoyado a Perón en 1945, murió en 1952 en el inicio del segundo mandato presidencial. Por lo general el cargo quedó vacante, salvo en el caso en que Perón en 1954 llamó a elecciones para vice, resultando electo Alberto Teisaire, derrotando al radical Crisólogo Larralde. Con Teisaire, Perón se llevaría una sorpresa.

Cuando fue el derrocamiento de Perón el 16 de septiembre de 1955, el gobierno de facto dio a conocer una filmación en la que acusaba al ex presidente por ser desleal y cobarde. Dijo que el que se oponía al presidente era tildado de traidor o vende patria y que discrepar con él resultaba peligroso. Nunca le perdonó el hecho de haber abandonado el país y dejar a sus colaboradores a la buena de Dios. Eso no lo salvó de ir a la cárcel.Pellegrini: sacar las papas del fuego

Hubo otros que debieron asumir la primera magistratura, como el caso del gringo Carlos Pellegrini, por la renuncia del cordobés Miguel Juárez Celman. No se llevaba bien con el presidente, mostrando profundos descuerdos, como cuando presidente y vice se enfrentaron cuando fue derrocado el gobernador de Mendoza, Tiburcio Benegas. Mientras Pellegrini decretó la intervención, se supo que Juárez Celman esta en connivencia con los conspiradores. Pellegrini terminó por reponer al gobernador en su cargo. Pero el primer mandatario tendría otros problemas en ciernes: la situación económica y el desmanejo de su gobierno. La revolución del Parque de 1890 selló su suerte, además su concuñado Roca hacía tiempo que le había soltado la mano y debió renunciar. Y Pellegrini terminó el mandato con una administración prolija y encauzada al crecimiento.

Carlos Pellegrini debió hacerse cargo del gobierno por la renuncia de Miguel Juárez Celman.
Carlos Pellegrini debió hacerse cargo del gobierno por la renuncia de Miguel Juárez Celman.

Qué mal humor el de Victorino de la Plaza, el vicepresidente que reemplazó por enfermedad a Roque Sáenz Peña. Esa cara larga fue notoria en julio de 1916, cuando se realizaron los festejos del centenario de la independencia. No tanto por el atentado que sufrió estando en el balcón de la Rosada en pleno desfile cuando alguien le disparó con muy mala puntería, sino porque era consciente que en la campaña electoral que se avecinaba el candidato favorito era Hipólito Yrigoyen.

El vice que quería ser presidente

Cuando el golpe del 6 de septiembre de 1930 era casi una realidad, Enrique Martínez, el vicepresidente de Yrigoyen, si bien no lo admitía, se habría sentido presidente cuando se exigía la renuncia del anciano primer mandatario. El mismo trató de convencerlo de delegar el mando, lo que ocurrió el 5 de septiembre por la tarde. Martínez, en ejercicio de la presidencia, decretó el estado de sitio y pensó en renovar el gabinete. El sueño presidencial fue efímero: a las 5 de la tarde del 6 de septiembre, el general Uriburu exigió la renuncia de Yrigoyen y de Martínez. Hay una fotografía de ese momento donde el militar golpista, de frente a la cámara, le da la noticia a un Martínez que nada podía hacer.

Enrique Martínez, el vice de Yrigoyen y su intención de sucederlo en la presidencia.
Enrique Martínez, el vice de Yrigoyen y su intención de sucederlo en la presidencia.

Gómez: honrar la verdad

Habían pasado los primeros once meses del gobierno de Arturo Frondizi, que había asumido en 1958. En ese tiempo su vice Alejandro Gomez se le plantó varias veces: le exigió cumplir con su programa electoral, le sugirió recomponer relaciones con la Unión Cívica Radical del Pueblo, cuya cabeza principal era Ricardo Balbín. Pero Frondizi no quiso saber nada.

Tampoco se pusieron de acuerdo con la cuestión petrolera, de la que Frondizi había convertido en su caballito de batalla, especialmente con su libro Petróleo y Política. El presidente dejaba abierta la puerta a la participación de empresas extranjeras, mientras Gómez era partidario de mantener la nacionalización.

Alejandro Gómez se le plantó a su presidente y amigo Frondizi. Le pagarían con la peor moneda.
Alejandro Gómez se le plantó a su presidente y amigo Frondizi. Le pagarían con la peor moneda.

Cuando en noviembre de 1958 Gómez insistió con el ambiente de intranquilidad que reinaba en las Fuerzas Armadas, todo se le vino en contra. El propio presidente lo acusó de conspirar para derrocar al gobierno, en el Congreso amenazaron con iniciarle juicio político y hasta en su propio partido todos estaban en su contra. Luego de una feroz e injusta campaña, debió renunciar.

Allanar el camino

Hubo otros casos curiosos como el de Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, presidente y vice que asumieron el 25 de mayo de 1973. Cuando Perón hizo notar su malestar por la orientación izquierdista del gobierno de su delegado y su descontento por las medidas que tomaba, en una descarnada interna peronista a cielo abierto, y en un clima signado por la violencia, los atentados y los secuestros de empresarios, fue el propio conservador Solano Lima el primero en renunciar, forzando en cierta medida la renuncia de un jaqueado Cámpora el 13 de julio, para así allanar la candidatura de Juan Domingo Perón.

Vicente Solano Lima renunció antes que lo hiciera el propio presidente Cámpora.
Vicente Solano Lima renunció antes que lo hiciera el propio presidente Cámpora.

La Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación llevó como fórmula presidencial a Fernando de la Rúa-Carlos Chacho Alvarez, que triunfaron en las elecciones de octubre de 1999. Casi un año después el vicepresidente renunció luego de denunciar el caso de coimas en el Senado y posibles casos de corrupción en el gobierno. El siempre insistió en que la caída del gobierno de la Alianza no tuvo que ver con su decisión.

Para envidia de más de un político, José Figueroa Alcorta ostenta un récord: el de haber ejercido los tres poderes del Estado. Fue vicepresidente en 1904 y, como tal, presidente del Senado; también fue presidente al morir el presidente Manuel Quintana en 1906 fue primer mandatario hasta 1910. En 1915 fue juez de la Corte Suprema de Justicia, y entre 1929 y 1931 fue su presidente.

En otro capítulo de la historia de ayer mismo, la carta dada a conocer por la vicepresidente Cristina Fernández demuestra que nada está dicho en esa suerte de relación de matrimonio de conveniencia en la que se suele convertir una fórmula presidencial que, obedeciendo a ambiciones y egoísmos políticos pueden llevar al país al borde mismo de una crisis institucional. Lo que evidencia que muchos vices en su fuero íntimo a lo único que le rehuyen es a resignarse a tocar la campanilla del Senado.

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