Le dicen “el Conde”, le moldeó la barba a Maradona y su peluquería es un museo de puertas abiertas

Miguel Barnes (61) atiende en Caballito. Fanático del oficio de cortar el pelo -cuyos cultores celebran hoy su día- suele atender visitantes ilustres. Qué sucedió el día que le ofrecieron un cheque en blanco por su local y cómo creó esa maravilla de salón

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Hace 27 años que Miguel Ángel dejó el rubro familiar para convertirse en peluquero y barbero
Hace 27 años que Miguel Ángel dejó el rubro familiar para convertirse en peluquero y barbero

Un conde con capa y navaja lleva veintiséis años diseñando la cabeza y la barba de los porteños. Si bien su salón devenido museo se ubica en el barrio de Caballito, no solo atiende a vecinos, sino que los clientes llegan desde varios kilómetros a la redonda para pasar por las manos de Miguel Ángel Barnes, de profesión peluquero

De 61 años, Barnes nació en la calle Avellaneda, a muy pocas cuadras de su castillo de looks. “Todo barrio tiene un conde, así que en 2000 los vecinos me regalaron con este título”, le cuenta a Infobae. Y si bien el título nobiliario es simbólico, el que le entregó la Legislatura Porteña no lo es: en 2018 fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura.

El conde le hace honor a ese status. A sus clientes los recibe con zapatos de charol blanco, chaleco estampado, y camisa blanca de cuello mao. Si hace frío, usa su capa española original de 1901. En su amplia colección de vestuario, tiene otras cinco. Y le encargó a un modisto quince más.

El look para recibir a sus clientes
El look para recibir a sus clientes

-¿Por qué eligió convertirse en peluquero?

-Recién a los 26 años me animé a este oficio. Antes de convertirme en barbero tuve un paso fugaz en una curtiembre vendiendo suelas de zapatos. No solo eso, también fui comerciante de frutas y verduras en el negocio familiar que funcionaba donde hoy se levantó la barbería. Era agotador, ganaba mucho dinero pero no era feliz, así que me propuse estudiar, formarme y empezar a soñar un nuevo destino.

Un sueño loco de más de siete años

Una vez “recibido” de peluquero tardó otros varios años en montar el recinto que hoy forma parte de la historia argentina. A los 36 inauguró La Época, Industria Argentina. “Lo que se ve como resultado es lo que anhelé. No hay nada moderno, todo fue comprado en anticuarios, seleccionado y elegido para mi museo de barbas”, dice orgulloso.

La fachada de la peluquería La Época fue diseñada por Miguel
La fachada de la peluquería La Época fue diseñada por Miguel

Hoy abundan las barberías de hombres, volvieron hace ya unos cinco años como una tendencia en auge, pero Barnes fue un visionario. Previo a la apertura de La Época, notó que los hombres habían perdido su espacio en las peluquerías y tenían que acudir a locales unisex. Por eso quiso devolverles su lugar. “Hace veintisiete años me decían que estaba loco porque quería arreglar las barbas y afeitar. Era algo pasado de moda. Encima la mujeres son las que dejan dinero...”, comenta

En la pandemia -debido a las restricciones- no atendió al público, aunque tuvo otra tarea importante: se dedicó a mudar todo de su antigua dirección a la nueva, en Neuquén 759-761. Más grande y con más espacio, diseñó un concepto con identidad propia.

En la planta baja situó a los salones, en uno de los ambientes montó una barbería del bajo mundo, a la que sólo se ingresa con una clave secreta que se digita en una antigua cabina de teléfono inglesa. Toda una experiencia a puertas cerradas.

Miguel es un barbero a la vieja usanza
Miguel es un barbero a la vieja usanza

Un viaje ecléctico en el tiempo

Los sillones son originales de 1905, al igual que la caja registradora. También son antiguas las arañas de cristales con caireles y las alfombras de paño colorado. No solo eso, abundan las vitrinas que están cerradas y resguardan la nostalgia.

Miguel posee productos del siglo pasado de marcas que no existen más, como la colonia Atkinson, envases de agua de la colonia Gath & Chaves, y hasta potes de la gomina Brancato. Y la lista sigue.

Haciendo honor al famoso dicho “se pegó una carmela” -que alude a los hombres que se tiñen las canas-, el Conde tiene ese producto. Lo mismo sucede con el primer símbolo de la peluquería, una bacía de chapa que se colgaba en el frente de los locales. Todo eso es parte del universo de este conde.

“National Geographic considera a nuestro salón como el único museo viviente en el continente referido a barbería y peluquería. El medio New York Times la tiene entre las diez mejores barberías del mundo”, cuenta.

Tan invaluable es la colección que hace unos años el dueño de un anticuario le ofreció un cheque en blanco. “Me negué y lo eche del local, no quiero deshacerme de nada”.

Apasionado, fanático como pocos de su colección, Miguel fundó junto a otros colegas la Cofradía de los barberos . ”Los miembros van vestidos con capas. Es un grupo reducido que tiene claro sus metas, y hacia dónde van. Aún hay mucho por hacer en este rubro...lo quiero llevar a lo alto”, comenta.

Atendiendo a Maradona antes del Mundial 2010
Atendiendo a Maradona antes del Mundial 2010

Diego Maradona, un visitante ilustre

En casi tres décadas de oficio tuvo un centenar de clientes reconocidos, aunque guarda entre sus anécdotas favoritas el primer encuentro con Diego Armando Maradona, hace casi una década, cuando era el DT de la Selección que jugaría el mundial de Sudáfrica.

“Sonó el teléfono en la pelu y atendí. Del otro lado estaba la secretaria, que me pidió dejarlo listo para una entrevista con Fernando Niembro. En ese época era técnico de la selección argentina. Le creé una barba de líneas rectas, tipo italiana. Fue súper amable, y muy tranquilo, nada que ver con ese personaje provocador que veía en los medios. Después de eso la relación siguió casi diez años más-”.

La Declaración de Personalidad de la Cultura que le otorgó la Legislatura porteña
La Declaración de Personalidad de la Cultura que le otorgó la Legislatura porteña

-¿El look más raro que le tocó hacer?

-Para un rockero. Me pidió hacer una pared de ladrillos en la cabeza con una tela de araña. Lo llamativo es que me pidió que por favor no le haga el mismo diseño a sus compañeros de banda. A la semana aparecieron todos reclamando ese look, obvio que me negué.

-¿ A usted quién le emprolija la barba?

-Nadie me toca la barba. No hay una tendencia a seguir, cada barba debe adaptarse al cliente al tipo de rostro, y las características naturales. Hago la barba que cada uno se merece, librado a mi. Todo es personalizado. Soy como Miguel Angel tallando barbas... ¡salvando las distancias, por favor!

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