
Los intentos de Perón por acercarse a los Estados Unidos suelen asociarse con su segundo mandato constitucional y con la llegada del general Dwight D. Eisenhower a la Presidencia. Sin embargo, existen numerosas pruebas históricas que reflejan que Perón promovió acciones cercanas a los norteamericanos aún desde antes de su elección como presidente. Una prueba de ello la ofrece el hecho de que en su mismo discurso en el acto de proclamación de su candidatura, el 12 de febrero de 1946, Perón afirmó que “la victoria que con los brazos abiertos nos aguarda, tendrá unas características análogas a la que tuvo que conquistar el gran demócrata norteamericano, el desaparecido presidente Roosevelt, que a los cuatro años de batallar con la plutocracia confabulada contra sus planes de reforma social, pudo exclamar después de su primera reelección, en el acto de prestar juramento el día 20 de enero de 1937: “En el curso de estén su lugar los cuatro años, hemos democratizado más el poder del gobierno, porque hemos empezado a colocar las potencias autocráticas privadas en su lugar y las hemos subordinado al gobierno del pueblo. La leyenda que hacia invencibles a las oligarquías ha sido destruida. Ellos nos lanzaron un desafío y han sido vencidos¨ (...) al tiempo que advirtió que: “En consecuencia, sepan quienes voten el 24 por la formula del contubernio oligárquico-comunista, que con ese acto entregan, sencillamente, su voto al señor Braden. La disyuntiva, en esta hora trascendental, es ésta: O Braden, o Perón. Por eso, glosando la inmortal fresa de Roque Sáenz Peña, digo: “Sepa el pueblo votar”.
Por su parte, en los comienzos del gobierno peronista Oscar Ivanisevich había sido designado embajador en los Estados Unidos. Perón le había dicho “quiero que estudie el sistema educativo” y le prometió que algún día sería ministro de Educación, su verdadera ambición. La actuación de Ivanisevich en Washington refleja los tempranos intentos de Perón por lograr un acercamiento con los Estados Unidos. Por caso, el 3 de junio de 1947, el embajador Ivanisevich había sido recibido por Truman en la Casa Blanca y en esa oportunidad hizo un pormenorizado detalle de los pasos tomados por el gobierno argentino para cumplir con sus obligaciones de Chapultepec.
Con la reforma del segundo plan quinquenal, la cartera de Instrucción y Justicia se dividirá y así Ivanisevich alcanzaría su deseado cargo de ministro de Educación. De alguna manera, repitió casi un siglo más tarde el caso de Domingo Faustino Sarmiento que como embajador en Washington pudo estudiar el sistema educativo de los EEUU que luego impondrá en su presidencia a través de la eficiente gestión de su ministro de Instrucción Pública y luego sucesor en la Presidencia, Nicolás Avellanda. Ivanissevich cumplió con su misión diplomática y volvió al país para conducir la cartera educativa. Bajo su gestión, se acuñó la frase “los únicos privilegiados son los niños”. Durante esta primera etapa, el peronismo fundó la ciudad de los niños, la ciudad estudiantil y desplegó una gran tarea de turismo que permitió a miles de jóvenes del interior del país conocer la capital o Mar del Plata. Muchísimos argentinos nunca habían visto el mar… Perdió el cargo cuando quedó enfrentado a Eva Perón quien se negó a aceptar su consejo médico.

Pero ahora, cuatro años más tarde, la visita que el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos Edward Miller hizo al país en febrero de 1950 le daría la oportunidad a Perón de desplegar sus encantos diplomáticos. El enviado de Washington se reunió varias veces con Perón y con sus ministros.
Miller llegó a la base aérea de Morón, el domingo 19 de febrero. En el aeropuerto lo esperaban el jefe de protocolo del Estado, dos subsecretarios de la Cancillería, el embajador Stanton Griffis y otros funcionarios. La visita se extendió durante los cuatro días siguientes. Los días 20 y 21, mantuvo encuentros con Perón y algunos ministros. Miller manejaba el español con cierta destreza, facilitando las conversaciones. El enviado norteamericano reiteró el pedido de Washington tendiente a requerir la aprobación del TIAR, que se encontraba de morado en la Cámara de Diputados (el Senado ya lo había aprobado). Perón se comprometió a impulsarlo y reafirmó su postura anti-comunista. Los problemas concernientes a las dificultades de las empresas norteamericanas en su funcionamiento en la Argentina también fueron tratados durante esas sesiones. El embajador Griffis informó a Washington que persistía “una sensación de incertidumbre” que generaba una “barrera psicológica para la inversión norteamericana”. Perón instruyó a sus ministros a arbitrar las medidas necesarias para resolver las quejas presentadas por los representantes de las compañías americanas. En tanto, el ministro Cereijo volvió a reiterar la necesidad de asistencia financiera. El embajador Remorino, por su parte, ofreció una idea tendiente a conseguir créditos de exportación para no requerir pagos al contado, en especial en relación a la compra de maquinarias y equipamiento para la industria pesada. Miller hizo especial mención a la situación de la Swift International y de Braniff Airlines. El embajador Griffis mencionó en su informe, elevado a Washington tras la visita del Subsecretario, que Perón había asegurado poco después en un discurso que “no queremos préstamos” y que “los créditos son otra cosa”.
El día 21, durante una comida con Perón y Evita, Miller aprovechó para presentar las inquietudes de su gobierno en relación con la libertad de prensa en la Argentina. En particular, hizo mención a los casos de Democracia y Época. Griffis destacó que “una nota interesante es que en esa comida estaba presente Alberto Dodero, uno de los miembros del directorio de Democracia”. El embajador Miller escribió que Evita era “la virtual propietaria” del diario. Miller expresó la molestia de su gobierno por el trato que los Estados Unidos recibían en la prensa, controlada por el gobierno. La cobertura de la visita de Miller, esos días, fue ampliamente positiva en los medios.
El embajador Griffis explicó que se trataba de la visita de mayor jerarquía realizada por un funcionario norteamericano en los últimos diez años. También visitará Buenos Aires George Kennan, alto consejero del Departamento de Estado y autor de la estrategia de contención del comunismo. Kennan llegó a Buenos Aires en el marco de una gira regional que incluyó, entre otras capitales, Caracas, México, Río de Janeiro, Lima y Montevideo. La capital azteca, le había resultado “violenta”, según su biógrafo. 88 En sus Memorias, Kennan recuerda que sus entrevistas con líderes latinoamericanos le resultaron “carentes de significación”. Las conclusiones de aquel único viaje de Kennan por Latinoamérica están contenidas en un memoran do que éste le enviara al Secretario de Estado Dean Acheson. Kennan explicó que “nuestras relaciones con Latinoamérica ocupan un lugar vital en en nuestro intento por alcanzar, en el marco del mundo no-comunista, un sistema de relaciones internacionales, político y económico, razonablemente adecuado a las demandas de la posguerra para impugnar el desafío ruso a nuestra existencia como la gran potencia líder del mundo”.

El acercamiento del gobierno peronista a los EEUU ya se manifestaba en toda su dimensión. Un dato fundamental no puede soslayarse: entre 1945 y 1950 la economía norteamericana representaba aproximadamente un tercio del total global del producto bruto mundial. En 1960, llegaría a representar casi el 40 por ciento del total mundial.
Para entonces, en los Estados Unidos se desplegaba una política exterior que buscaba contener a la Unión Soviética. Así lo explicó Kissinger, años más tarde: “el golpe checo, el bloqueo de Berlín, la prueba de la bomba atómica soviética, la victoria comunista en China y el ataque comunista a Corea del Sur fueron convertidos, en la mentalidad de los gobernantes norteamericanos, en una sola amenaza global, de hecho, en una conspiración global controlada desde un solo centro de poder”.
En un cable enviado al Departamento de Estado, el embajador Bruce relató que, en en una conversación mantenida con el presidente argentino, tan temprano como en abril de 1948, éste le había adelantado que en caso de guerra, se alinearía con los Estados Unidos y que la “Tercera Posición” era “un recurso político para tiempos de paz”. Asimismo, en aquella ocasión Perón había remarcado las instrucciones que le había formulado a su ministro de Guerra, general Humberto Sosa Molina para viajar a los Estados Unidos y transmitir a los jefes militares norteamericanos que de desatarse un conflicto entre Washington y Moscú, Buenos Aires se pondría de inmediato del lado de los americanos.
Bruce informó a Washington que Perón y Miranda habían basado su política a partir del supuesto de que una guerra a gran escala entre los Estados Unidos y la Unión Soviética era inevitable.

En tanto, en otra comunicación despachada desde la Embajada norteamericana, en mayo de 1949, se había informado al Departamento de Estado que algunas acciones y documentos del gobierno argentino permitían suponer que se estaba dando un “cambio de actitud importante y un acercamiento a nuestras posiciones”. Del mismo modo, se aseguraba que tanto el canciller Bramuglia como el embajador Remorino “tienen un sincero interés en alcanzar algún tipo de acuerdo de trabajo y que están haciendo todo lo posible para lograrlo”. El cable también indicaba que “los hombres que intentan manejar los asuntos económicos de la Argentina en la actualidad carecen, entre otras cosas, de toda experiencia” y que ello “nos obliga a ir guiándolos cuidadosamente”. La comunicación señalaba que esa guía debía conducirse delicadamente, dado que, “en cuanto surge alguna contrariedad reaccionan con berrinches, como los niños”. Y concluía en que “debemos mantener una posición muy firme, pero al mismo tiempo debemos tener tacto y paciencia”.
Algunas expresiones de Eva Perón generaron inquietud en los funcionarios norteamericanos. Una prueba de ello está contenida en un cable confidencial enviado por la Embajada norteamericana el 3 de marzo de 1950 en el que se advertía que “la señora de Perón, una fanática, podría volverse comunista”. La comunicación reseñaba que durante la visita de Miller, Eva Perón le había manifestado en una ocasión que ni ella ni su marido eran partidarios del comunismo “pero que si se les presentaba la alternativa entre el regreso de la oligarquía al poder y entregar el país al comunismo, no se dudaría un segundo en elegir este último camino”.
Otro cable enviado por el embajador Griffis a su superior en el Departamento de Estado permite visualizar cómo era evaluado el gobierno de Perón a los ojos de los norteamericanos. Griffis escribió que el Peronismo era “uno de los experimentos más interesantes y dramáticos de la historia mundial” y lo describió como una “extraña mezcla de nacionalismo, dictadura y paternalismo”. Con relación a la situación política, explicaba que “los Perón (Juan y Eva) tienen un firme control” y que no tendrían problemas en ganar las elecciones. Griffis escribió que “este es un país con dos presidentes: uno formalmente electo, el general Perón y otro es es esposa, la señora de Perón, cuya voz, influencia y su “dedo” aparentemente afectan todo lo relacionado con el trabajo y la asistencia social”. Advertía, sin embargo, por las dificultades financieras crecientes y la falta de dólares. Con respecto a la prensa recordaba que no había libertad en las radios ni en la prensa escrita.
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