En marzo, Italia fue el epicentro de la pandemia de COVID-19. Los números eran terroríficos: las víctimas se contaban por miles, los servicios sanitarios estaban colapsados y el número de contagios no dejaba de subir exponencialmente. Cada hora, las noticias eran catastróficas y parecía que no había luz al final del túnel.
El norte fue la parte más afectada del país y, en medio del temor se iba apoderando de todo mundo por la expansión global del virus, una argentina -que trabaja en turismo y, también, como actriz- pasaba la cuarentena obligatoria sola en su casa de Turín, donde vive desde 1990. Le entristecía estar tan lejos de su madre -que vive en Buenos Aires y a quien no ve desde octubre- pero también se angustiaba por su hermano, que trabaja como médico en el Hospital Argerich. “Nunca pensé que la cuarentena iba a ser de 15 días porque, por lo que estaba pasando acá y por lo que había pasado en China, era imposible. Salía sólo una vez por semana para hacer la compra de alimentos. Salía con temor, era una situación increíble, las calles vacías, cruzabas la calle para no estar cerca de la gente... Era de película”, recuerda Sonia Belforte en una conversación telefónica desde Turín con Infobae.
Una tarde, mientras pensaba en su hermano, se le ocurrió salir a su balcón para pedirle a sus vecinos un aplauso por todos los médicos -que como él- estaban peleando en la primera línea frente al coronavirus. Tomó un micrófono y encendió un parlante. Unos segundos después, los aplausos estallaron desde todos los balcones y el emocionante flash mob que inmortalizó ese momento se hizo viral.
“Fui la precursora de los aplausos a los médicos en mi barrio, pero no lo organicé. El aplauso en agradecimiento ya se estaba haciendo en todos lados, a las doce del mediodía, pero en mi barrio no aplaudían. Por eso, salí al balcón para estimularlos. Fue muy emocionante. A las 18, también salíamos a cantar el Himno Nacional. Yo salía a cantar y la gente me aplaudía, les contaba cosas y se mataban de la risa... después me tocaban el timbre para agradecerme. Buscábamos matar el tiempo como podíamos. No podía tocar la guitarra porque me había lastimado el dedo. Sentía que así se alegraba la calle, porque todo estaba en silencio”.
Pero, ¿cómo llegó la pandemia a la vida de Sonia? “El 21 de febrero estaba muy cansada de tanto trabajo. Venía con un ritmo frenético, así que apagué el teléfono y me fui a caminar cerca del río. Todo el paseo lo hice pensando en el 15 de marzo, una fecha a partir de la cual se suponía que iba a estar mucho más tranquila y pensaba en tomar una decisión para bajar el caudal de trabajo. ¡Al final, no fue necesario tomar esa decisión, la pandemia me dio aún más tranquilidad de la que yo pedía! (risas) Esa noche, tenía entradas para ir a ver una ópera al teatro Reggio. Cuando se acercaba la hora, volví a encender el celular y empecé a ver cómo estaban creciendo desmedidamente los casos. Entraban todo el tiempo notificaciones con el aumento de los contagios... Me asusté mucho. Empecé a ver los carteles en las farmacias que decían “no hay más barbijos”, “no hay alcohol”... El 1 de marzo tenía organizado un evento muy importante de turismo. Me llamaron del hotel para avisarme que lo cancelaban por la cuarentena que había dictado el Gobierno, que empezó el 8 de marzo. Ahí dije: ‘Me tengo que preparar porque acá se viene algo muy grande’. Así fue”, asegura.
Desde que se había instaurado la cuarentena, a través de su cuenta de Instagram y de su canal en YouTube, Sonia compartía su día a día encerrada en su casa. Luego del famoso aplauso, empezó a tener cada vez más seguidores argentinos, que llegaban a sus vídeos en busca de una palabra de aliento. Y claro, siempre la encontraban.
“Un día, mi hermano me escribió y me dijo que acababa de fallecer el primer paciente con COVID-19 en el Argerich. Empecé a rogar para que ustedes lo agarraran a tiempo y no les pasara lo de Italia, porque acá el sistema sanitario ya estaba mal y, a través de mis videos, me puse a pedirles a los argentinos que no subestimaran al virus: si esto mismo pasa allá no sé como puede terminar... Acá lo habíamos subestimado, pero ustedes aún estaban a tiempo de no repetir nuestros errores. Estaba tan desesperada que grabé un video, incluso con errores por los nervios que tenía, pero se lo mandé a mis amigos y familiares de Argentina, y lo compartí en Facebook. Jamás imaginé que también se iba a viralizar. Lo hice porque quería que lo agarraran a tiempo, así que cuando ustedes entraron en el confinamiento, me quedé más tranquila”, expresa.
“Los primeros días ni los médicos sabían lo que estaba pasando y aún hoy no se sabe bien. Nos siguen diciendo que estemos atentos por si hay un rebrote en octubre. Todos hablan de la vacuna pero creo que falta bastante para que la encuentren. Por ahora, nos queda la inmunidad de rebaño. En marzo no se sabía cómo tratar la pandemia, se cometieron muchos errores y murieron muchísimos ancianos. El virus, sumado a la polución que hay en el norte de Italia por las fábricas y la alta densidad demográfica, provocó un pico de muertes de ancianos y de adultos con enfermedades preexistentes. Mi sobrina, que es muy joven y trabaja en un hospital de Turín, se contagió y estuvo grave 30 días.” lamenta.
Sonia estaba empecinada en que los argentinos no cometieran los mismos errores que los italianos, y sentada en su living, contaba la dramática situación que atravesaba el país que adoptó. Eso sí, su mensaje siempre era positivo y con una dosis de humor: pedía que todos “aguantaran” un poquito más, que ya se iba a terminar, que se cuidaran, que no salieran... Todo siempre acompañado por una sonrisa y por su gran histrionismo. Algo que no pasaba inadvertido para sus seguidores, que le agradecían sus palabras de esperanza y le pedían que nunca dejara de publicar videos.
“Es raro lo que te pasa cuando se termina la cuarentena. Muchos italianos me dicen que en su momento la odiaron, pero ahora la extrañan porque tienen que encarar nuevamente al mundo. Encima, ahora nos topamos con un mundo muy diferente al que conocíamos, y sabemos que el anterior ya no va a volver”, le cuenta Sonia a Infobae. “La cuarentena en Italia duró desde el 8 de marzo hasta el 18 de mayo. Ese día pude invitar a cenar a mis amigas a mi casa. Fue toda una emoción después de tantos días sola”.
Italia terminó la cuarentena en mayo y desde entonces transita la denominada “nueva normalidad”. A pesar de ello, Sonia sigue preocupada por los argentinos y, con sus videos, les sigue dando consejos, canta, recita, cuenta historias, anticipa cómo es la vida luego del confinamiento, pero sobre todo, les pide que tengan fuerza y coraje para afrontar la cuarentena más larga del mundo.
Hasta que se desató la pandemia, trabajaba en turismo, organizando tours para italianos que visitaban América Latina. Además, era actriz en una compañía de teatro. Actualmente, ambas actividades están paralizadas, pero mientras espera poder volver a la actividad, sigue con sus videos, que ahora graba en la calle y sin restricciones, aprovechando para mostrarle al mundo la belleza de Turín.
A través de la cámara de su celular, sus seguidores la acompañan al mercado, a una tienda de ropa, al almuerzo con sus amigas o al emotivo reencuentro con sus tíos, después de meses sin haberlos visto... Y así, con simples videos que ella misma edita -y que asegura que aprendió a hacerlo en esta cuarentena- va mostrando cómo se vive ahora en su ciudad.
Reside en Italia porque quiso volver al país de origen de sus padres, a pesar de que ellos se quedaron en la Argentina. A los 20 años, fue a probar suerte y se quedó a vivir. En Turín encontró su lugar en el mundo. ”Ahora me puse a hacer videos sobre Turín y, como mi trabajo en el sector del turismo está totalmente frenado, no sé si esto me va a llevar a otra situación. Pero disfruto haciendo estos videos y veo que a la gente les gustan. Lo importante es no deprimirse y ponerse a hacer todo aquello que uno siempre pospuso. Ahí se van encendiendo luces dentro de uno y hay cosas que se reactivan, pero no es fácil. Yo me río en los videos pero tengo mis momentos tristes, cuando por ejemplo, pienso en lo lejos que tengo a mi mamá de 88 años y no sé cuándo voy a poder volver a verla”, revela.
“Ahora no hay turismo internacional y los italianos están veraneando dentro del país. No están yendo a hoteles por temor al contagio, prefieren alquilar casas de veraneo. Incluso, la gente que esta vez no quiere salir de vacaciones, busca tener mayor comodidad en su vivienda. Si puede, se instala una pileta de natación, por ejemplo. El que tienen plata y el que no tratan de mejorar su casa, porque ahora es donde más tiempo pasan. Hay mucha gente que quiere irse a vivir al campo o a la montaña. A mí me gustaría, porque quisiera estar cerca de la naturaleza”, expresa.
La “nueva normalidad” le permite moverse libremente, pero hay muchas cosas que cambiaron. “Está todo abierto y la máscara no es obligatoria para salir a la calle. Ir a comprar ropa ya no es como antes, hay que hacer fila afuera porque adentro tienen una capacidad determinada de personas. La ropa se puede probar, pero la verdad es que se te van las ganas de comprar. El Gobierno permitió que bares y restaurantes pusieran sus terrazas sin pagar el suelo público: ahora toda Italia está llena de terrazas y la gente sale a comer y a tomar algo con total normalidad”, admite.
-¿Siente miedo?
-Creo que el miedo se combate con la confianza en la vida. Tengo mis días de mucho miedo, y otros en los que me siento bien. Pero este es un momento crucial de la humanidad, porque vimos que, al estar encerrados, el planeta pudo respirar y recuperarse. Entonces, eso quiere decir que nosotros somos el problema. O lo entendemos de una vez por todas, o no sé adonde vamos a ir a parar. Tenemos que cambiar totalmente el paradigma económico y recuperar los valores humanos. Hay que invertir en sustentabilidad, en salud y en educación. Cuando te estás por morir no pensas en la plata que ganaste, pensás en las cosas buenas que hiciste. Si sabemos que eso es lo que realmente importa, ¿por qué no lo hacemos? No podemos volver al estado en el que estábamos antes de esto, porque estábamos mal. El planeta pudo respirar porque estábamos encerrados. Si no aprendemos la lección, aunque salga la vacuna, va a haber otra pandemia”, dice.
La crisis económica que azota al mundo está pegando fuerte también en Europa y, por supuesto, que Italia no escapa a ello. “Tengo 56 años y estoy sin trabajo. El turismo está frenado y no sé por cuánto tiempo más lo va a estar. A mi edad no es fácil. Me río con los videos, a la gente les gustan y ahora me puse a hacerlos sobre Turín, a ver si surge algo con el turismo local. Estoy sembrando pero no tengo ingresos. Pero, a pesar de mi situación personal, sé que las cosas tienen que cambiar por el bien del mundo”.
Sonia asegura que, a pesar de los momentos malos y de gran incertidumbre que conlleva esta pandemia, pudo sacar enseñanzas positivas: “Aprendí lo importante que es estar conectado con la vida. Si la vida está, hay que seguir para adelante con todo: con el sol, con la gente, con el mundo... Esto nos aisló, pero nos conectó más que nunca. Incluso, me volví a conectar más con la Argentina y con otros países de América Latina, que sin esto no me hubiese pasado, porque ahora me escribe gente de todos lados”, explica. “El contacto interior es fundamental, porque uno se da cuenta de qué es lo que importa: poder tener un plato de comida, vivir y poder hacer algo que nos gusta. Eso es lo que yo quiero. Disfruto con estos videos. Entonces, si con esto puedo comer, para mí está bien. Lo más importante ya no es estar atrás de la plata”.
“La gente de Argentina me escribe muy preocupada, igual que como estábamos nosotros en la misma etapa que transitan ustedes, cuando la curva no baja... Hasta que la curva no baje no queda otra que seguir esperando. También, tanto tiempo de cuarentena, plantea un tema psicológico y económico. Pero nadie puede tener la bola de cristal en esto. Lo más lógico y lo único que había para bloquear el virus era hacer la cuarentena”, sostiene.
-¿Qué mensaje les quiere dejar a los argentinos?
-Les pido que le pongan onda, hay que cambiar las cosas. Me imagino las ciudades más lindas, casi vacías, descongestionadas, con más espacios verdes, con más actividad cultural y con más clubes de barrio, para que los chicos hagan deportes. Si todos tenemos confianza en que podemos cambiar, lo vamos a poder hacer. Confiemos. Sepamos que nada va a ser como antes. Compremos menos cosas y dejemos que el planeta también respire, porque nosotros somos parte de ese planeta. Somos el árbol que está en la puerta de tu casa, no le tires cosas, porque todos estamos en el mismo barco.
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