Una mujer fue mamá mientras operaban a su hija mayor de un tumor cerebral en plena cuarentena

En pleno aislamiento, Deolina Funes vivió su propio tsunami familiar: recibió el diagnóstico de su hija de 13 años mientras cursaba el octavo mes de embarazo. La familia tuvo que mudarse a Córdoba capital para la cirugía y sin dinero pasaron momentos muy difíciles. El parto en soledad de una beba con Sindrome de Down y la esperanza de que Guadalupe “se cure muy pronto”

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La familia Funes_ Deolina, Guadalupe, Sofía (en brazos de su hermana) y Ricardo. Falta Felipe, el hermano de tres años, que se quedo con otros familiares mientras ellos están en Córdoba capital por el tratamiento de la hija mayor.
La familia Funes_ Deolina, Guadalupe, Sofía (en brazos de su hermana) y Ricardo. Falta Felipe, el hermano de tres años, que se quedo con otros familiares mientras ellos están en Córdoba capital por el tratamiento de la hija mayor.

A mediados de febrero, la vida de Deolina (35) era pura sonrisas. Transitaba su séptimo mes de embarazo. Sofía, la tercera hija que tendría junto a Ricardo (36) venía en camino, y Guadalupe (13) y Felipe (3) esperaban a su hermanita con ansias. Le habían dado como fecha probable el 20 de abril, y el Covid-19 era, todavía, algo que sucedía lejos. A los Funes no les sobraba nada, excepto alegría. Ella es ama de casa y su esposo trabaja en una carnicería. Viven en Coronel Moldes, una ciudad situada a 300 kilómetros de Córdoba. Y con mucho esfuerzo estaban construyendo su casa.

Pero entonces, una atrás de otra, las malas noticias comenzaron a llegar. Guadalupe, la mayor -que había nacido sietemesina y permaneció un mes y medio en incubadora-, comenzó con fuertes dolores de cabeza y vómitos. La llevaron al hospital y tuvo que quedar internada con un cuadro de gastroenteritis y migrañas. Los médicos que la atendieron no entendían las causas de esos síntomas, y ordenaron una resonancia. La enviaron a su casa, pero al llegar comenzó a convulsionar. Volvieron al hospital. Y allí, el mazazo: tenía un tumor cerebral.

De ahí en mas, Guadalupe debió ser trasladada al Hospital de Niños de la ciudad de Córdoba. En el lapso de un mes fue sometida a cinco operaciones. Nada parecía funcionar. Todo apagaba las esperanzas. “Había un líquido en su cerebro que complicaba todo. Los médicos nos decían que el tumor crecía día a día. Nos hablaron de nuevas cirugías y nos advirtieron que pasaríamos allí un par de meses”, cuenta Deolina.

Al mismo tiempo, se acercaba la fecha de su parto. Y comenzaba el aislamiento obligatorio en todo el país. El matrimonio se mudó a Córdoba, y dejó a Felipe al cuidado de los hermanos de Ricardo. “Mi hijo se quedó con miedo porque no entendía del todo qué pasaba. Además, yo estaba con una panzota enorme y preocupada por la salud de Guadalupe. No podía disfrutar el nacimiento de mi tercera hija, porque mi primera hija estaba al borde de la muerte” lamenta Deolina.

Guadalupe con su hermanita recien nacida
Guadalupe con su hermanita recien nacida

“Teníamos mucho miedo -continúa-. Yo no conocía Córdoba y Ricardo había venido hacía mucho tiempo. No sabíamos lo que nos esperaba. Guadalupe estaba tranquila, muy serena. Pero al principio fue muy duro". Los padres de Guadalupe no solo tenían que transitar la nueva enfermedad de su hija, sino que, además, tuvieron que quedarse a vivir en hospital porque no tenían dinero para alquilar una vivienda. Deolina continúa el derrotero de penurias: “Dormíamos en los pasillos y en los asientos de la sala de espera. Con mi embarazo tan avanzado, no podía ni dormir en la silla, no encontraba posición. Y apenas comíamos sandwiches de miga que nos daban en la cocina del hospital, con mucha pena”.

Con la preocupación por la situación de Guadalupe, los Funes casi ni le prestaron atención a la pandemia. Por fortuna, la gente de la Casa de Ronald McDonald se acercó a ellos y les dieron un lugar para vivir en la residencia que la fundación tiene en Córdoba. Y el primero de abril nació Sofía. “Estaba en la habitación, viendo tele, cuando me empecé a sentir rara y rompí bolsa -relata Deolina-. Le avisé a Ricardo, que estaba en el hospital cuidando a Guada. Por suerte teníamos una familia amiga de Coronel Moldes que me vino a buscar y me llevó a la Maternidad. Eso fue lo más complicado, ya que tuve que estar todo el tiempo sola por los protocolos de cuidados del Covid-19. A mi marido no lo dejaron presenciar el parto y acompañarme en ese momento. Sofi nació por parto natural en plena cuarentena. Luego de hacerle los primeros estudios, se acercó una médica y nos informó que había nacido con Síndrome de Down”.

Deolina está feliz con la más chiquita de la familia. Y ni espera la pregunta: “No fue un nuevo golpe. Es mi hija. Es hermosa. El diagnóstico no me dio miedo. Quizás el temor sea por su futuro, y las complicaciones que pueda tener. Pero le hicimos los controles y está muy bien. ¡Y tiene mucho carácter!”

Los Funes en la Casa Ronald McDonald
Los Funes en la Casa Ronald McDonald

Hoy, Guadalupe cumple con un tratamiento de rayos para eliminar el tumor: debe someterse a 15 sesiones. “Ella está muy tranquila -cuenta la madre- y con la expectativa de volver a su casa y al colegio en Coronel Moldes. Esperando ansiosa el reencuentro con su hermano, sus abuelos, primos y tíos". Mientras tanto, continuará en la Casa de Ronald McDonald junto a sus padres, realizando el tratamiento.

“Mi hija es una chica muy buena, dulce, apacible. No tiene maldad. Adora jugar con su hermano Felipe, que le dice Tata. Es muy protectora con él. Y ahora con Sofi es igual. Siempre está pendiente de lo que necesitan sus hermanos. El año pasado terminó el colegio con promedio de 8.90. Le encanta educación física y quiere ser maestra jardinera”, dice Deolina, sin entender por qué tiene que ser su hija la que pase por ese calvario.

Sin embargo, en buenas y malas, los Funes están juntos. “A nosotros cinco, toda esta situación nos hace estar más fuertes y unidos que nunca.Y también lo vemos en nuestros familiares. Lo que pasa con Guada y la llegada de Sofi generaron mucha unión en nuestras respectivas familias. Están todos trabajando para terminarnos nuestra casa”.

Y mientras el mundo parece detenido, sólo capaz de contar una y otra vez víctimas y contagiados, contagiados y víctimas, una sencilla familia cordobesa, de un pequeño pueblo, da una de las más profundas y hermosas historias de amor y resiliencia que estos tiempos de pandemia pueden ofrecer.

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